Hasta la publicación de ayer en el diario uruguayo El País –que lo premió como el mejor técnico de América–, rara vez Marcelo Gallardo había aceptado públicamente su deseo de dirigir a la Selección Argentina. Así como admitió que es el sueño de cualquier entrenador hacerlo, también dejó claro que ningún dirigente de la AFA se le acercó para proponérselo. Y esto sí que suena a un verdadero despropósito.
Desde el despido de Jorge Sampaoli, primero Claudio “Chiqui” Tapia y luego otros varios miembros de la conducción de la casa madre del fútbol local se han cansado de repetir que lo que ellos quieren para la Selección es un proyecto y que después vendría el nombre de quien lo llevaría a cabo.
Todos los proyectos se trazan con nombres, y qué técnico más indicado en estos momentos que el Muñeco para sentarse a elaborar un proyecto para la Selección. Ha demostrado con creces en River ser capaz de armar un proyecto, de liderarlo y de hacerlo exitoso, como lo dejan en claro los nueve títulos que ha conseguido desde que hace algo más de cuatro años asumió la conducción técnica de River (seis internacionales y tres nacionales). Pero no sólo ha conseguido resultados. También ha sido significativo su trabajo en la potenciación de jugadores, en el aprovechamiento de los momentos de cada futbolista y, faltaba más, en el descubrimiento de tesoros escondidos en las divisiones inferiores de River. Lo que Gallardo desarrolla en River es un p-r-o-y-e-c-t-o, sin que le falte una letra y, como debe ser, acompañado y sostenido por los dirigentes y todas las personas que él elige, pone al servicio del mismo y les exige responder al compromiso que acordaron. ¿Qué otra cosa necesita la Selección?
En todas las instituciones juegan intereses políticos que determinan decisiones, pero el estado del fútbol argentino, y la retahíla de fracasos que Argentina enhebró después de los mundiales de México 86 y de Italia 90 requieren la grandeza de deponer mezquindades y llamar a los mejores, más allá de los matices en determinadas posturas.
César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo, técnicos con títulos mundiales en sus espaldas, llegaron a la Selección luego de haber demostrado lo mejor en sus clubes. Esa chance que se les dio a ellos dos se le negó al mejor Carlos Bianchi (multicampeón primero con Vélez y después con Boca). No hay por qué emular ese error de Julio Grondona y dejar pasar la mejor hora de Gallardo. Es ahora cuando la dirigencia de la AFA debe convocar al Muñeco, sentarse a una mesa frente a él y amalgamar ideas para la construcción del proyecto que la Selección requiere para recuperar los escalones perdidos en el podio del fútbol mundial.