En La Picá de la Yasna. O en El Caballo de Palo. De un tiempo a esta parte es común que por allí ande Gepe, en alguna de estas emblemáticas fondas “cuequeras” de Santiago de Chile: rayando la noche, percutiendo a pura cuchara de palo, embelesado y como perdido por esa música a la que se prendió hace no tanto.
Daniel Riveros Sandoval es su nombre completo: nació en Santiago de Chile hace treinta y siete años. Fue baterista antes que guitarrista, se le dio por el hockey antes que por el fútbol y es uno de los músicos más arriesgados e importantes de su país. Y nada –nada– hacía pensar que por estos días él anduviera por ahí: en el nudo de la madera de la canción folclórica chilena. Porque a su música siempre se la ha pensado en parte desde el pop, en parte desde lo experimental, desde la canción. Siempre hubo, también, ritmos, aromas, maneras folclóricas y andinas en sus canciones. A veces más huidizas, otras más a la vista. Pero ahora está a pleno allí con el recientemente editado Folclor Imaginario, título que tiene traducción originaria: “Folkló imajiné, ayekawün rakiduamal”. Y también un largo subtítulo: “Canciones recopiladas por Margot Loyola Palacios y algunas otras que parten desde ahí”.
“Una idea, un concepto, una sensación, unas ganas que comenzaron por el 2013 cuando tuve la suerte de conocerla en persona”, cuenta. Y agrega: “Conocí, vi una artista de verdad. Una artista chilena. Una artista que no tiene nada que ver con el chauvinismo, que no tiene nada que ver con una cosa nacionalista: ¡para nada! Puro amor a la tierra, al pueblo chileno y latinoamericano. Ese fue un primer acercamiento”.
HASTA HOY
Gran parte del derrotero musical de Gepe se descubre, como se dijo, en las encrucijadas, en los bordes: del pop, de lo experimental, de la canción, de lo telúrico. Y así –después de los celebrados Gepinto (2005) y Hungría (2007)– algo de su esencia creativa puede encontrarse en dos trabajos tan disímiles como preciosos, casi un manifiesto sonoro: Audiovisión (2010) y GP (2012). “Cada disco, para mí, es como si hiciera el mismo en diferentes momentos. Para eso hago un disco: para enmendar los errores del anterior. Y tengo la sensación de que siempre hago el mismo y que siempre trato de reparar lo que no me resultó antes. Y digo: ¡ya, ahora sí! Pero eso es medio inconsciente. Un disco no se refiere al otro, no son una continuación”. A ello le siguió, en 2015, Estilo libre: “Creo que es el que ha sonado mejor y que tiene el lanzamiento absoluto de hacer lo que nos plazca. Es un disco muy extremo en ese sentido. Va de lleno a muchos estilos. Se logra eso”.
Vale pensar que, si Estilo libre fue como llevar su canción al terreno más descaradamente pop y mainstream posible (ritmos de bachata, reguetón, hip hop, una canción junto a Wendy Sulca), Folclor imaginario es como una vuelta a su terruño, a alguna casa. A músicas y folclores que no los había mamado de chico ni de adolescente pero que siempre estuvieron. Entre uno y otro editó Ciencia exacta: un trabajo puramente cancionero, breve, casi un EP de mediana duración. “Es como esos discos cortos del sesenta. Me recuerda a Transa de Caetano. No sé si me inspiré en eso pero tiene ese aire de cosa rápida, simple y sencilla”.
Queda la sensación de que disco a disco mutás, cambiás mucho. Como si encararas cada uno con cierto libertinaje…
–Es la total libertad. Y no pienso tanto las cosas. Bueno, obvio que las pienso pero el motor creativo es bastante inconsciente: no tengo tan en cuenta las fechas o lo que hay o no que hacer. Lo hago porque hasta el día de hoy tengo una total libertad de hacer lo que quiera y eso me encanta y es parte de mi trabajo. Libertad y desprejuicio que a veces resultan y a veces no.
Por ello a su música se la puede pensar en relación con músicos como Nano Stern, Pascuala Ilabaca y Camila Moreno, y tambiérn, entre otros, Javiera Mena, Fernando Milagros y especialmente Alex Anwandter, con el que editaron juntos Alex & Daniel (2013).
MÁS GRANDE QUE LA CORDILLERA
Nadie lo esperaba pero ahí está: un nuevo disco suyo. Uno que es una gema, una exquisitez. Delicado. Hondo e imperfecto. A Folclor imaginario el músico lo fue aprontando de a poco, a través de canciones que iba subiendo a las distintas plataformas. No un disco homenaje, que en parte lo es. Más sí un trabajo celebratorio y fundante que recupera algunas tonadas recuperadas por Margot Loyola Palacios. Para muchos, la investigadora –junto a Gabriela Pizarro–, música y recopiladora más importante de Chile después de Violeta Parra. “Resulta que las tres folcloristas más importantes de Chile son mujeres. Margot tuvo la suerte de vivir un poco más, hasta sus noventa y cinco. Hizo un trabajo tanto de musicología y antropología como de intérprete. Las tres congenian eso: lo sonoro, lo interpretativo, lo antropológico. Y esa es la importancia que tienen”.
¿El disco tiene un espíritu reivindicativo?
–Hay una reivindicación pero creo que eso es posterior. Yo quería hablar de alguien importante. Me da lo mismo que la conozcan o no. Quiero hablar de alguien quien yo creo que deberían escuchar que se llama Margot Loyola Palacios, y ya. El corazón de la cosa es un acercamiento intuitivo. Más bien, más que con intuición, con cariño y amor.
Es sorprendente, y hermoso pensar que, en seis años, un músico puede editar cinco discos tan disímiles, tan ricos y diversos, tan plantados en el mundo sonoro y estético que crean y proponen. Gepe se mueve comodísimo en cada uno de esos registros. Se mueve libre. Goza y juega también allí. Entre otras, algunas de las canciones de Folclor imaginario: “Que sacarán con quererme”, “El Volcán”, “Hasta cuándo vida mía”, “Las hojas de los naranjos” y esa tríada bellísima que lleva la fuerza y la frescura del agua de deshielo bajando por la Cordillera: “Cacharpaya”, “Canción de Amanecida/Cuculí” y “La Vertiente.”
Cueca, tonadas, aires y trotes andinos. Todo huele y suena a madera: guitarras criollas, cuerdas, charangos, arpa, tiples, percusiones, panderos, contrabajos, aerófonos, caja. Esa es la búsqueda, ese es el logro: la naturaleza de lo que suena. Sí, claro: en línea recta con los dos volúmenes de Musas de Natalia Lafourcade. Pura canción que se sabe chilena hasta el tuétano. Y latinoamericana. Y folclórica. Y así y todo Gepe le imprimió, le cuajó su forma. Folclor imaginario y algunas otras composiciones que parten desde allí: vaya nombre. Esas otras canciones se refiere a dos improvisaciones –una junto a Javiera Mena; otra con Gianluca, uno de los traperos más importantes del país– y una composición propia, “Joane”, en homenaje a una inmigrante haitiana que falleció en una confusa situación y despertó en Chile una picante discusión pública: “Las incluí porque sentía que dialogaban con el resto, con la obra, con el soplo del disco. La de Joane tiene que ver con un racismo bastante fuerte. Nosotros los chilenos siempre hemos estado un poco extraviados en cuanto a identidad y después de la dictadura, siquiera hubo una gran búsqueda. Seguimos en la misma”.
¿Cierto conservadurismo chileno?
–Totalmente. En España, cuando se fue Franco, hubo una explosión. La movida madrileña y qué se yo. Acá en Chile quedó igual. Igual o peor incluso. Una cosa bien dormida. Debería haber explotado y no. Ha habido otro censor más allá de la dictadura que ejerce tanta o más fuerza que la misma dictadura. Probablemente la Iglesia, probablemente algo relativo a la moral. No termino de entenderlo.
Hacia mediados de 2018, tras cuarenta y cinco años de espera, se condenó a ocho militares retirados por el asesinato de Víctor Jara durante la dictadura de Pinochet. Gepe comenta: “Que se encuentren los responsables, tanto para él como para todo la gente que fue torturada y asesinada, por supuesto que es un alivio, entre comillas: por lo menos uno puede seguir confiando, aunque sea en alguna medida. Pero Víctor Jara es eterno, cosas como su muerte, trágica sin duda, lo hacen eterno, lo hacen más potente. El hablar de su asesinato siempre hace que se haga más fuerte toda esa idea de lo eterno. No creo que haya tenido alguna incidencia directa en el disco pero sí siento que este tipo de artistas se van sumando entre ellos y hacen a una misma fuerza”.
EL FOLKLORE TE ESPERA
Llegó a conocer a Margot aunque no alcanzó a mostrarle en lo que estaba trabajando. “Fue muy importante haber conocido a su viudo, a las personas que tocaron y grabaron con ella. Y el efecto que esas personas tuvieron sobre mí. Sobre la idea que yo tenía del folclore: una cosa más superficial, caminaba por la orilla de todo eso, sin tener mucha capacidad de entrar realmente y ahora, de alguna manera, di un paso hacia este centro. Y por eso estamos aquí. Por eso sucedió esto”.
En todo el disco pero puntualmente en “La Vertiente” queda expuesto un nuevo canto, una nueva manera de Gepe. Cierta tersura y aplomo que se sugería en casi todos sus trabajos aquí crece y gana el aire. “Me encanta este sonido. Me obligó a pensar la música, a interpretarla de otra manera. Hace mucho que no ocupaba el silencio como ahora. El dejar espacios vacíos donde todo se sostenga en algo muy mínimo. Eso es muy bello. Porque hay un silencio, un espacio que es muy distinto a lo que había hecho antes. ¡Hay otro todo! Otro todo armónico y rítmico, otro vacío, otro momento, otra manera de grabar. Eso te exige un canto nuevo”.
¿Y cómo te sentís en el lugar de puro intérprete?
–¡Me encanta! Me gusta ponerme al servicio de otra cosa. Ponerse en función de otra cosa: de otra estética y corazón, otra cabeza, otro mundo.
Entonces, ¿de qué está hecho tu folclor imaginario?
–El folclor imaginario es esa manera intuitiva de acercarse a ese tipo de música que para mí es la primaria, la que viene antes de cualquier estilo musical. Es así. El folclore te rescata o te ve a ti. Es una estupidez cuando dicen eso de ‘tu rescataste esa música, eso tan antiguo’. Pues no loco, al revés. El folclore te ve a ti y te espera.
Así, una vez más, Gepe le canta a la tierra. A esa que, a su manera, es siempre suya.