En 2016 la economía argentina registró una caída del gasto global. El Producto Interno Bruto (PIB) habría disminuido 3 por ciento respecto de 2015, lo cual retrotraerá la riqueza creada por la economía a niveles equivalentes al 2011. Esto implica que el PIB per capita será inferior al de cinco años atrás y el salario real promedio será probablemente más bajo aun.

Los portavoces del régimen han tratado de menoscabar la gravedad de la situación arguyendo que “naturalmente” habrá una reactivación económica “el año que viene”. Hasta hace unos meses “el rebote natural” debería haber acaecido en el segundo semestre del 2016. Pero en economía nada es “natural” y no hubo reactivación. 

El libreto macrista de la evolución económica se designa en la jerga de los previsionistas “una crisis en V”. En el pasado esto ocurría en la economía argentina cuando había una sequía que provocaba una mala cosecha. Pero las recesiones en las economías modernas tienen una forma de parábola, en U. La riqueza económica producida baja, se estanca y si se aplican las medidas adecuadas de reactivación vuelve a la situación inicial, años después. 

El argumento “lo peor ya paso” se nutre de la vieja teoría del ciclo económico elaborada por Clément Juglar, un economista francés de la segunda mitad del siglo XIX. Su aporte es menos endeble de lo que se dice habitualmente en los manuales ya que sin estadísticas, disponiendo sólo de los datos de los saldos de crédito de la Banque de France, elaboró una hipótesis relativamente plausible sobre las crisis económicas del liberalismo imperante en la “Belle Epoque”. El fin de la fase de expansión de la producción de riqueza se manifiesta cuando la tasa de interés aumenta y provoca una restricción del crédito bancario. Luego, la recesión contrae la demanda de créditos, la tasa de interés vuelve a bajar y vuelta a empezar. Es una teoría que ha sido abandonada ya que, desde de la Segunda Guerra Mundial, John M. Keynes enseñó que no había mecanismos “subyacentes endógenos”, “rebotes”, sino que era la rapiña financiera que provocaba las recesiones y que el incremento de las tasas de interés en período de recesión era una medida económica errónea. 

El Presupuesto 2017 presentado por el presidente Mauricio Macri establece como hipótesis un incremento del PIB del 3,5 por ciento sin que haya especificado cual de las componentes de la demanda permitirá alcanzar este guarismo. El PIB es la suma del consumo, la inversión, las exportaciones y el gasto publico a lo cual hay que restar las importaciones. 

Se afirma, en la prensa adicta, que las exportaciones serán equivalentes a las del 2016 lo cual es poco probable ya que las del primer trimestre incluyeron la postergadas en 2015 (+28,5 por ciento). Se afirma así mismo que las importaciones no seguirán aumentando lo cual es poco verosímil si no se aplican medidas que permitan limitarlas. El aumento de las importaciones de bienes de consumo en 2016 corresponde a las compras de las clases acaudaladas que no sufrieron una caída del ingreso. 

El componente consumo que pesa 74 por ciento del PIB disminuyó alrededor del 5 por ciento en 2016 debido a la caída del poder de compra de los trabajadores y los jubilados. Para obtener una variación positiva del consumo en 2017, que lo acercaría al de 2015, este debería aumentar el 5,3 por ciento. Esto parece muy improbable porque deberían a la vez incrementarse los salarios, las jubilaciones y bajar el dólar para desacelerar la tasa de inflación. 

La inversión que en 2015 alcanzó al 20 por ciento del PIB disminuyó en 2016 tanto en el sector público como en el privado y en los dos primeros trimestres del 2016 del 3,3 y del 4,9 por ciento, respectivamente. En los cenáculos macristas cunde el pesimismo ya que se evalúa a mucho más, 5 puntos del PIB, vale decir el 20 por ciento, valor levemente inferior a la baja del 2002. Para aumentar la inversión se necesita una disminución de la tasa de interés y un fuerte incremento del consumo ya que solo una vez alcanzada la plena utilización de la capacidad productiva de la industria y los servicios se buscará incrementarla. Pero con una tasa de interés superior al 25 por ciento es poco probable que se invierta en el sector productivo.

El gasto público aumentó en el primer trimestre por el efecto de inercia del 2015, pero bajó en el segundo el 2 por ciento. Es muy improbable que pueda aumentar en 2017 ya que había progresado 6,6 por ciento en 2015. Macri puede incrementar el gasto, pero habida cuenta de la contracción de la base tributaria debido a la disminución del consumo y de las retenciones, la masa de impuestos recaudados por el Estado bajó también. En este sentido solo un incremento significativo del endeudamiento, ya no respecto del 2015, sino del ya importante del 2016, aparece como la única salida. Pero como el déficit presupuestario del 2016 fue superior al 7 por ciento del PIB, la tendencia a empeorar plantea problemas muy complejos ya que la deuda publica en dólares aumenta a gran velocidad.

El análisis de la evolución de las variables que constituyen el PIB y de sus condicionantes no permite avalar las previsiones optimistas que parecen inspirarse en la economía vudú. La economía es una pelota de trapo que se eleva solo si pateas fuerte porque no rebota.

* Doctor en Ciencias Económicas Université de Paris. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.

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