La primera vez que escuchó un tema del disco que terminaría reversionando treinta y cinco años después, la cantante africana Angélique Kidjo estaba en París, bailando en medio de una fiesta. Tenía 23 años, y acababa de dejar su natal Benin en busca de un nuevo lugar en el mundo. Como por aquella época el gobierno comunista de su país prácticamente había prohibido toda música que no fuese proselitista, Kidjo recuerda que cuando llegó a Europa se convirtió en algo así como una esponja: trataba de recuperar el tiempo perdido escuchando todo lo que tenía a mano, sin importar el estilo, la época o su procedencia. Rock, jazz, música clásica; punk, new wave, avant-garde: todo la fascinaba, todo llamaba su atención. Pero, como contó más de una vez en el último tiempo, apenas empezó a sonar aquel tema en medio de esa fiesta todo se detuvo para ella. “Porque lo que escuché, a pesar de ser rock, sonaba africano”. Intentó explicárselo a los franceses que bailaban con ella, pero no la escucharon. “Acababa de llegar de África: ¿Qué iba a saber yo?”. Sin embargo, lejos de estar equivocada, la joven Angélique había dado en el blanco: aunque no lo supo hasta muchos años después, aquel tema que la deslumbró en esa fiesta de 1983 se llamaba “Once In a Lifetime”, y formaba parte del disco Remain In Light, del grupo neoyorkino Talking Heads, que por entonces –con David Byrne y Brian Eno al mando– estaban reinventándose, bebiendo de fuentes africanas. Al regrabarlo en su totalidad el año pasado, sin necesitar de aniversario alguno como coartada, Angélique Kidjo no sólo produjo una de las sorpresas y acontecimientos discográficos del 2018, sino que completó varios círculos en un mismo movimiento. Porque no sólo logró atravesar finalmente ese umbral que apenas si vislumbró en aquella fiesta, sino que también reclamó esa música que los Talking Heads habían mudado a Nueva York, antes de esparcirla por el mundo. “De la misma manera en que ellos se inspiraron al tomar una música africana y rockearla, nosotros tomamos ese rock y lo llevamos de regreso al África”, resumió la cantante. El resultado es un disco capaz de generar en quien lo escucha lo mismo que los Talking Heads le generaron a ella en esa fiesta: primero la sorpresa del reconocimiento, y luego una irresistible convocatoria al baile para celebrarlo.
Antes de poder desandar el camino del grupo de David Byrne, Kidjo tuvo que descubrir cuál era ese camino. Según cuenta, si bien la fascinación por “Once In a Lifetime” la acompañó durante toda su vida, hasta hace muy poco no sabía el nombre del tema, ni quiénes eran sus intérpretes. El tema simplemente volvía a ella cada tanto, como le podía suceder con “Voodoo Child” de Jimi Hendrix o el “Bolero” de Ravel –por nombrar otros dos temas que descubrió por la misma época–, y se descubría tarareándolo. “¿Sabés qué es lo que estás cantando?”, le preguntó finalmente hace apenas un par de años su marido, el músico francés Jean Hebrail, al que conoció en París y con quien se mudó a Brooklyn, donde aún viven juntos. Fue Hebrail quien le explicó que se trataba del tema más famoso del cuarto disco de los Talking Heads, y le sugirió que lo escuchase de punta a punta. Era el año 2016, Trump acababa de asumir la presidencia de los Estados Unidos, y luego de escuchar Remain In Light por primera vez completo, Angelique sintió que había estado adelantada durante casi toda su vida a un tiempo que recién ahora la alcanzaba. “Fue entonces cuando supe que tenía que grabar ese disco”, explicó. “Porque la ansiedad por el futuro que estaba sintiendo en ese momento dialogaba con el estado de ánimo desde el que Byrne y los Talking Heads cantaban en la era Reagan”, explica Angélique, que enlistó antes que nadie en su proyecto al productor Jeff Bashker, conocido por su trabajo con Kanye West, Jay-Z y Rihanna, entre otros. Se habían conocido un par de años antes en un recital benéfico, y el productor confiesa haberla anotado en su lista cuando descubrió el poder de su voz. Y si primero dudó cuando le presentó su proyecto, al recibir los demos del disco grabados por Hebrail en su hogar de Brooklyn, con apenas su voz y un pequeño esqueleto de cada tema, supo que iban a llegar a buen puerto. Para eso, embarcaron también al percusionista Magatte Snow, de la banda de sonido del film Black Panther, la cantante Ezra Koenig de Vampire Weekend, los vientos del grupo afrobeat Antibalas y el legendario baterista Tony Allen, que supo colaborar con Fela Kuti, la influencia musical principal para Byrne y Eno en la época de Remain In Light.
A partir de ese esqueleto básico de las canciones del disco, Kidjo y Bashker reconstruyeron la trama percusiva, y lo más importante, también el significado de cada canción. Porque en el llamado-y-respuesta entre la paranoia neoyorkina de Byrne y el caudal nutriente del afrobeat –nunca mejor reflejado que en el camino que va entre el ansioso hilo de voz del líder de los Talking Heads y la contundencia de cada interpretación de Kidjo–, cada letra en inglés ganó sus correspondientes versos en diversas lenguas africanas, especialmente fon, la lengua nativa de Angélique. Asimismo, las canciones tradicionales africanas que supo investigar durante la producción para su disco Eve (2014), comenzaron a superponerse sobre los temas de Remain In Light, y llegado a este punto la cantante asegura haberse dejado llegar. El resultado multiplica el que lograron Byrne y Eno cuando deconstruyeron y volvieron a ensamblar el sonido del grupo en aquel disco, originalmente publicado en 1980, y que generó toda clase de críticas, incluso por parte del resto de sus integrantes, que se sintieron alienados por el resultado final, ya que no se parecía en nada a la música que habían ensayado juntos. “Se habló mucho de apropiación cultural, pero para mi eso no existe”, ha dicho Kidjo. “Desde el momento en que le das crédito a quienes te inspiraron, se trata de una expresión, no de apropiación. Y cuando no lo hacés, es simplemente un robo. No fue eso lo que hicieron los Talking Heads, que mencionaron a Fela Kuti desde el primer momento”. Y lo mismo hizo Angélique Kidjo, que llegó a tocar su versión del disco tanto con David Byrne como con Jerry Harrison sobre un escenario, y que, así como el grupo llevó la música de Kuti a Norteamérica, espera poder llevar el rock a su continente nativo. “Salvo en Sudáfrica, a nadie le interesa el rock en África. ‘No podemos bailar esto’, dicen. Ojalá con este disco comiencen a pensar diferente”.