“Hola Miguel… Yo vengo de la música clásica, pero admiro lo que hace usted, y además tenemos otra coincidencia: los dos cumplimos años el mismo día, el 5 de noviembre”. La escena de bar, ciertamente bizarra, no sorprende a un Cantilo, que se queda hablando con el raro y potencial fan. La impresión al paso es que el hombre había estado googleando data para decir algo ante una cara conocida. O tal vez lo tendría a Miguel, pero no se acordaba un solo tema y entonces había que salir por el lado del horóscopo. Como fuere, la reacción del cantautor se disparó hacia otro lado. “Es la tercera persona que conozco que nació el mismo día que yo. Otro de ellos es Pipo Lernoud. Qué loco, ¿no?”, comenta él, también al paso. La idea –aunque podría– no es hablar de los locos de Buenos Aires, sino de él y su nuevo disco (Día de sol), cuya presentación en CABA está prevista para el sábado 26 de enero a las 21 en la remozada Fábrica de Arte Circe, (Córdoba 4335). “Este disco surgió de mi forma actual de vivir la música”, comenta, un poco antes de encontrarse con su colega cronológico. 

 –¿Y cuál es su nueva forma de vivir la música?

 –Diferente a la de la vieja usanza de armado de giras, grandes presentaciones y cosas por el estilo. Mi modo de hoy es hacer recitales autonómicamente.

 Autonómicamente, para Cantilo, significa tocar bajo condiciones que acepte. Por caso, juntarse con músicos con los que se sienta afín, como Mariano Díaz, el argento-español nacido en Río Gallegos con quien compuso la mayoría de las canciones. O publicar discos de manera independiente (tal como resolvió hacer con el flamante). “Con Mariano empezamos a cranear la idea de hacer un trabajo muy inspirado en Los Beatles, en la influencia que ejercieron ellos en nosotros. Lo curioso es que él, siendo mucho más joven que yo, tiene la misma pasión por ellos. En fin, de esa química generacional nació Día de sol”. Un día de sol listo para verse, y sobre todo escucharse atravesado por temas que, si bien tienen su autonomía textual y sonora, no ahorran en guiños y viñetas hacia John, George, Paul y Ringo. “Mariano se encargó de unos arreglos musicales bastante complejos, yo de las cuestiones vocales y las letras, y salió una simbiosis que atrae. Que me gratifica”.  

Día de sol es el decimosexto disco del trayecto solista de Cantilo, y el vigésimo sexto si se agrega la producción disquera con Pedro y Pablo (ocho discos) y con Punch (dos). Fue grabado en los estudios Mapa Música de Madrid, urbe donde Miguel pasa seis meses por año -o más– desde que conoció un nuevo amor. “Como paso un tiempo acá y un tiempo allá, lo compuse pensando en temáticas que nos son comunes como sociedades”, sostiene, mientras disfruta de un jugo de naranja exprimido. Sorprende poco que, tras un largo devenir (cincuenta y dos años entre el origen de Pedro y Pablo y hoy) afianzado en el desarrollo de un estilo poético y musical, el puñado de canciones a estrenar aborde temáticas vinculadas tanto al amor (“Dos escorpiones”, “Deja Vu”), como a la crítica a los males de este mundo, hoy dados por la contaminación (“Calentamiento”); la desigualdad (“Los dueños del mundo”), la corrupción (“¿Cuánto hay?”) y el flagelo de la posverdad (“Interpretar información”). “A los españoles y los argentinos no solo nos une la cuestión amatoria, que es común a cualquier país, sino también historias como la corrupción, el cambio climático, la represión y la manipulación mediática”, extiende.

 –Problemas universales que acosan a la humanidad, temática Lennon si las hay…  

 –Con otras intenciones y con otra orientaciones, pero universales sí. Sobre todo porque duelen acá y duelen allá. Es muy deteriorante esto.

 –¿Cuál cree que es el mayor de los problemas de hoy?

 –La corrupción, que no tiene fronteras ni tampoco color político. España, por ejemplo, es una monarquía democrática y sin embargo los chanchullos que existen allá son iguales a los de acá. Ese espejo que noto en muchos sentidos, me permitió escribir canciones que están dirigidas a la sociedad argentina y a la española. 

Otra data insoslayable del trabajo es el nivel de los invitados. Tocan, entre otros, Luis Salinas, Ariel Rot,  Rodolfo Gorosito, Gustavo Gregorio, Fernando Lupano y Claudio Gabis, convocado por Miguel para hacer el mencionado “Los dueños del mundo”, el más rabioso del disco. “Este es un tema visceral, pero más que una protesta es un reclamo frontal contra lo que vemos ya plasmado en la sociedad, que es el dominio de unas pequeñas minorías portadoras del poder económico del que carece la mayoría del planeta. Habla de esas minorías que en realidad gobiernan detrás de los gobiernos, que se apropian con crueldad de lo que les falta a los pueblos, y está expuesto de una manera muy cruda, como es el rock and roll. Decir las cosas fuerte y en la cara. Para esto, la guitarra de Gabis dio con el registro necesario, sobre todo en su vínculo con Gabriel Soulé, el hijo de Ricardo, que también toca en este y en varios temas más”, desarrolla. 

–También aparece la guitarra de Ariel Rot, un poco más “pop” si se quiere, en “Domingo de sol”.

–Una canción relacionada con el título del disco, sí. Rot es un guitarrista que ha hecho una carrera importante en España, no solo como integrante de Tequila y Los Rodríguez, sino también porque es un virtuoso como instrumentista. Me pasó de ver en vivo a Tequila y asombrarme de su calidad guitarrística. Entonces, lo fui a buscar y le pedí que interviniera. El tema es pop, sí, pero con alta calidad. El le da un brillo especial a una canción que, casualmente, trata de eso, del brillo del sol de los domingos. De esas tardes luminosas mezcladas con fútbol que hacían del domingo un día único, al menos para mí. Creo que tiene que ver con el estado de ánimo familiar que genera un día de descanso con nuestras familias. En fin, Gabis, Rot, Lupano, Salinas, Gregorio, Gorosito, todos músicos mayores ya, que no estamos sumergidos en la carrera desenfrenada del éxito y la fama que teníamos hace treinta, cuarenta años atrás”.

–Hace unos días, Raúl Porchetto, junto a Alfredo Toth y Pablo Guyot, dio una conferencia de prensa a propósito de la reedición en vinilo de Metegol, uno de los dos mil quinientos discos que el INAMU recuperó del catálogo de Music Hall. En un momento de la charla, Porchetto se refirió a la popularidad de Pedro y Pablo en los primeros ochenta -de quienes había sido telonero por esos tiempos– como si fueran Los Beatles (risas). La pregunta es cómo reacomodarse ante un contexto que nada y poco tiene que ver con aquel momento.

–Bueno, sí, es algo que pasa en todo el mundo. De hecho, acá recibimos visitas insólitas de músicos que considerábamos semidioses y sin embargo vienen en plan de trabajar. No sé, Deep Purple, The Who, en fin, la popularidad es un ingrediente que cuando está, acompaña, ayuda, y cuando no está, no impide, o no debería impedir, que la exigencia artística sea la misma. 

–Carriles distintos, quiere decir...

–Es que no podés omitir, por más o menos popularidad que tengas, porque es el modelo que uno mismo se forjó. El modelo estético, la forma de expresarse, la conexión con la gente, incluso aunque la gente sea distinta. 

 –No es un detalle menor el que menciona. ¿Cómo se acomoda ante potenciales nuevos seguidores de su música, y ante los viejos?

 –Tomando conciencia de que las exigencias de un tipo que te viene a ver hoy, a los cincuenta años, no son las mismas que las de un joven. Cuando nosotros tocábamos para pibes de 15 o 20 años, la popularidad tenía que ver con que ellos estaban entregados plenamente a la música. Esa es una edad en que la música tiene una importancia enorme, cuando para un tipo grande la música pasa a ser un complemento de su vida. La respeta, sí, pero ya no existe ese entusiasmo de fanático. 

–Contrafactico: ¿Podría haber sacado un disco como Día de sol a principios de los ochenta?

–Sin dudas, porque lo que buscaba entonces y sigo buscando aún es una respuesta estética, musical, relacionada con lo que nos pasa. No son moldes que respondan a la búsqueda del éxito, sino a la satisfacción de ver que un disco suena bien.

–¿Cuánta importancia le da a las nuevas tecnologías del audio a la hora de grabar?

 –Mucha. Soy muy hincha bolas con eso, pero mucho más lo son quienes trabajan conmigo. En el caso de Día de sol, la característica central es que tiene un sonido vintage. Le buscamos un sonido así a cada instrumento, por eso lo leo como un tributo a Los Beatles. A pesar de que han pasado tantos años, la calidad con que ellos grabaron, y el sonido que lograron, todavía se estudia. He comprado los libros de Geoff Emerick cuando vino a la Argentina para saber cómo carajo hacían para sonar así… Se hace lo que se puede para aproximarse a ese paradigma.

–Cuarenta años después… Increíble

–Increíble. Pero además, tanto Mariano como yo hemos abrevado también en tipos como Jeff Lynne, como los Traveling Wilburys, o el McCartney de hoy. Nos remitimos mucho a esas formas estéticas de conseguir un sonido, por ejemplo, en el plano de la voz. Yo soy de los que cree que la voz tiene que entenderse de una, que no hay que ir al manual de instrucciones del disco y leer la letra para enterarse lo que quiere decir el cantante. Y para eso hay que trabajar mucho, porque la voz tiene que estar en el punto exacto. Por un lado, que no tape al grupo, y por otro, que se entiendan la dicción y las palabras. Esta es una magia que Los Beatles manejaban a la perfección, lo musical y lo literario, juntos. 

–Desde la intención, es algo muy buscado. La cuestión es lograr el equilibrio justo entre ambas dimensiones del sonido… 

–Sí. Por eso me puse serio con eso. De hecho, vine de España con el disco grabado pero, como no me había gustado cómo había quedado el tema de la voz, volvimos a ecualizar todo en el estudio que tenemos con mis hijos, y lo volvimos a mandar a España para que lo remasterizaran. Fue una búsqueda de satisfacción. 

–Duele decirlo, pero a veces tal trabajo no se condice con las escasas exigencias de un receptor habituado a sonidos magros, condensados, “lights”, muy alejados del ideal sonoro de otras épocas

–Igual, a veces pasa que la gente no sabe qué es, pero hay algo que le gusta. Es como cuando en una banda desafina un instrumento. El público común no sabe qué pasa, pero nota algo que no está bien. Con el sonido pasa lo mismo. Por eso es importante que la música suene bien en todo tipo de escucha, como dicen en España. Ahora, también pasa que la exigencia no se condice muchas veces con lo que demanda el oído medio. Bueno, hay de todo… Muchos prefieren reecontrarse emotivamente con viejas canciones que escuchar un sonido puro. Otras al revés. Y otros con lo ideal: las dos cosas.