Tanto como el de Aníbal Forcada y Osqui Amante, el nombre de Willie Campins va soldado a fuego a un trío que, allá por los ochenta, asomó con su blues de los plomos: Oveja Negra. Fue aquella una etapa marcada –además– por su grupo primigenio (Rayuela), la banda del Gieco Era 4to LP y dos discos clave de Raúl Porchetto, en los que tuvo un rol central: Reina Madre y Che Pibe. Tras ello, largo silencio de por medio, sobrevino otra etapa dinámica para el trío: la de un lustro irregular que duró entre 2009 y 2014. “Hasta que lamentablemente pasó lo que pasó”, se detiene Campins mientras estaba contando a PáginaI12 los supuestos de ese futuro que no llegó. Por ejemplo, que Oveja Negra iba a grabar un disco con viejos temas folk junto al mismo Gieco. Lo que pasó fue que falleció Osqui Amante. Que los sueños se desvanecieron en el aire. Y que Campins, lejos de colgar la guitarra como había hecho en los noventa, la siguió solo. Pulió un puñado de canciones suyas que tenía pensadas para el trío, creó otras, y resolvió una gran deuda con su historia personal: publicar El color de este jardín, su primer disco solista, a punto de cumplir 67 años.
“Cuando se murió Osqui tan repentinamente me dije: ´voy a salir adelante, voy a sacar un disco´… y llegué, acá está”, señala él, frente a la cajita de catorce centímetros cuadrados, cuya tapa lo muestra guitarra al hombro, esperando el subte. “Fue muy importante tomar las riendas de mi propio proyecto”, determina el músico, que no careció de voces y manos para enriquecer la obra. Gustavo Santaolalla, por caso, cuyo ronrocco embellece el tema “Una visión del jardín”. O Alex Faide, alumno de Robert Fripp, cuya guitarra suena en “Adónde llevará” y “Caballo de fuerza”, donde también aparece la viola acústica de Forcada. O Mónica Campins (hermana de Willie, ex Soluna, ex Nativa y ex pareja de Santaolalla) que aportó su pluma a “Como viaja el alma”, donde toca charango el bajista del primer Arco Iris Guillermo Bordarampé.
La larga lista de partícipes sigue por Aníbal Kerpel (Órgano Hammond en “Entre vos y el amor”); Luis Gurevich, cuyo piano suena en el tema epónimo; Babú Cerviño (Hammond en “Civilenciación”); e Hilda Lizarazu, responsable de los coros en cinco temas. “Fue increíble lo de Hilda”, vuelve a detenerse Campins. “Un día me la encontré en Sadaic cuando yo estaba empezando a grabar, le conté y me dijo ‘si necesitas coros, llamame’. Y terminó poniendo voces en cinco temas. Encantadora, Hilda. Y todos, porque es un disco que hice un poco con una idea previa clara, y otro poco sobre la marcha, llamando músicos en función de cómo habían quedado las bases de cada tema. Claudio Lafalce (otro alumno de Fripp) puso su guitarra de doce cuerdas en ‘Desde Floresta’, además del estudio donde hice todas las sobregrabaciones y sobre todo la contención, porque imagine que en este proceso de dos años que me llevó el disco, hubo momentos donde tenía claro lo que quería y otros en los que se me ponía la mente en blanco y no sabía para dónde ir”.
–¿Con Santaolalla cómo fue la conexión?
–Otro impensado que aparece (risas). Con él pasó que le mandé el track con la viola y mi voz, y él le puso un ronrocco. Lo sugirió, y quedó divino. Muy austero y bello.
–¿Hasta qué punto se puede pensar este disco como el de Oveja Negra que no fue, y hasta qué punto es autónomo, suyo?
–Tiene mucho que ver con el trío pero a su vez es distinto, porque Oveja era un poco más folk y este, en cambio, es más ecléctico aunque igual tiene un hilo conductor. Es similar a Mientras vamos viajando pero con el plus de mi personalidad. Aquel era producto de un trío, y este es todo mío.
–¿En qué grado gravitaron los invitados en esa delgada línea que divide lo individual de lo colectivo?
–La gravitación llegó después de la composición de los temas, donde metí toda mi creatividad. Llegó cuando las canciones ya estaban terminadas y redireccioné la energía hacia el sonido, las bases, etc. En este sentido, el aporte de los músicos fue sustancial. Me tiré a la pileta y me salió bien, digamos. Me dejé ayudar y me pone contento, porque soy muy obsesivo y a veces los obsesivos no dejamos que la cosa fluya… por suerte pude dejar fluir todo y siento que, si bien es un trabajo mío, también es algo colectivo, porque el aporte de los músicos fue muy importante. Hizo crecer las canciones, sin duda.