“Nunca voy a volver a ser la misma”, confiesa Calu Rivero, con la voz entrecortada y una visible tensión emocional en su cuerpo. Hace unas horas terminó la presentación de Campanas en la noche, la ficción que mañana a las 22.30 estrena Telefe y que protagoniza junto a Federico Amador y Esteban Lamothe. Ni el paso del tiempo ni el hecho de presentar un
thriller romántico que está totalmente grabado parecen tranquilizar a la actriz, que aún asume en sus gestos el dolor de una herida profunda que no cicatriza. No es para menos: Campanas... marcó el regreso de Rivero a un set de televisión tras la experiencia de Dulce amor, la ficción que tuvo que abandonar antes de tiempo por haber sido víctima –según denunció tiempo después– de una situación de acoso de parte de Juan Darthés. “Soy una persona distinta, mucho más consciente y presente que la anterior. ¿Qué personaje deseo interpretar para proyectar en la sociedad? Esa pregunta ya forma parte de mis elecciones artísticas”, le reconoce la actriz a PáginaI12.
Campanas... es mucho más que el regreso a la actuación de Rivero. En realidad, se trata del primer proyecto con el que la actriz intenta plasmar en pantalla una necesidad que es tanto personal como colectiva: la de la lucha de las mujeres contra la violencia de género y la igualdad de oportunidades. Más allá de lo artístico, la ficción parece dialogar con la época, pensando no solo entretener sino también en aportar a los cambios sociales que evidencia la sociedad. No es casualidad, entonces, que Campanas... haya cambiado los planes de Rivero de instalarse a trabajar en Nueva York, como modelo y actriz.
“Estaba en Nueva York y desde Telefe me contaron que estaba la posibilidad de protagonizar esta historia y no pude rechazarla”, cuenta Rivero, que se sintió atraída no sólo por lo artístico sino también por la temática. “Me había ido con la idea de trabajar allá, había terminado de armar el departamento, tenía la agencia de representante y la VISA de trabajo, como para hacer mi carrera en Estados Unidos. Y justo me llegó esta propuesta que me atrapó, porque sentí que encajaba con el mensaje público que estaba dando. Me parecía una buena oportunidad para dar batalla desde la actuación, cambiando las reglas del set. Era mi oportunidad para volver con un mensaje. La única protagonista de Campanas... es la historia”, subraya.
En Campanas..., Rivero interpreta a Luciana, una mujer al que el pasado se le hace presente cuando se reencuentra con Luis (Amador), un hombre al que de adolescente vio huir con su beba en manos, acusado por la muerte de su mujer. El pasado de Luis, del que pensaba haber escapado, lo persigue y pone en peligro todo lo que tiene, incluso el amor de su hija. Entre el misterio de lo que ocurrió y la atracción que ambos personajes sienten, está Vito (Lamothe), el marido que maltrata y somete a Luciana, que parece dispuesta a empoderarse y cambiar su vida definitivamente. Una historia de amor, narrada en clave policial, en la que la violencia de género atravesará la historia de una mujer que buscará confiar en sí misma y romper definitivamente con las cadenas que la sujetan a su esposo.
“Por eso –subraya Rivero– la elección de hacer Campanas en la noche, por eso hacer un personaje como Luciana, que es una mujer totalmente desdibujada por un novio que la manipula. Lo interesante de Luciana es que toca fondo pero no se queda ahí, sino que intenta de salir y buscar la luz. Ese proceso de búsqueda es muy interesante, porque en el mientras tanto encuentra el amor propio, además del de un otro. La historia cuenta una mujer real, que para mí hoy en día es lo más importante. Es necesario que la tele cuente historias de mujeres reales, que la quiten del lugar de objeto al que la suelen ubicar. ¡Por fin una mujer que pudo despertarse y darse cuenta de su fortaleza! Hay que romper con los estereotipos. Mi personaje hará que muchas mujeres se sientan interpeladas, porque vivieron situaciones así o porque conocen a alguna que las vivió”.
–Si bien hizo alguna participación en Sandro de América, lo cierto es que con Campanas... volvió al set televisivo diario, tras aquella situación de acoso que vivió. ¿Cómo fue el regreso?
–Me sentí muy libre para interpretar a Luciana, no sólo en lo compositivo sino también a la hora de plantear mis inquietudes. Me sentí escuchada y respetada. Tal vez mi personaje tenía por guión situaciones en las que debía llorar y a mí me parecía que la reacción debía ser la de indignación, lo planteaba y se probaba. Trabajamos de manera muy abierta con los guionistas. Estuvimos todos muy pendientes del otro. Con los actores hubo mucho trabajo previo, para comprender los vínculos que se generaban, atravesados por situaciones de violencia de género. Son personajes atravesados por el dolor: Luciana, por su familia y una pareja que la desdibujó totalmente como mujer; y el personaje de Amador, por la muerte de su mujer y las sospechas que pesan sobre él.
–¿Le costó volver al set?
–No sé si lo que me pasó fue que me costara volver al set, pero sí sentí que mi cuerpo estaba en un estado distinto. No sentí la tranquilidad y la liviandad con la que iba cuando comencé a transitar la profesión. Hay un registro corporal y mental de que algo me pasó. Aún cuando sé que no va a pasar de nuevo, que había hablado con mis compañeros, que sabía dentro de mí que no iba a vivir de nuevo una situación como la que atravesé, hay un registro que permanece, que no se borra. Estoy muy conectada con mi cuerpo y no puedo escindirme. Tuve que darme fuerzas para confiar, porque si no era imposible actuar. Terminé disfrutando el trabajo, a medida que avanzaban las grabaciones. Pudimos formar un grupo hermoso, en el que nos preocupábamos por los demás.
–¿Sintió que tras el acoso recibido no iba a volver a trabajar como actriz?
–Sí, viví momentos de mucha confusión, de tocar fondo. Cuando una está desconectada de su deseo, cuando está indefensa, cualquier persona te dice algo y una se lo cree. La indefensión femenina altera tu autoestima. Algo parecido le pasa al personaje Luciana. No quiero que sigan pasando situaciones de acoso. Mi preocupación, como la de muchas otras mujeres, es cambiar esas situaciones. Y como artistas tenemos que plantearnos qué decidimos contar y hacer para que la sociedad mejore.
–Un compromiso que excede lo artístico y que encuentra en el colectivo “Actrices argentinas” una representación social que se manifiesta masivamente por los derechos de la mujer. Usted pasó de la soledad de su denuncia a ser acompañada por muchas mujeres.
–Cuando tuve la oportunidad de ir alguna marcha me sentí abrazada por las mujeres, sentí que allí encontraba la contención de un segundo hogar. Cuando uno habla se da cuenta de que a uno no es la única que le pasa vivir situaciones de acoso y estimula a otras a hacer lo mismo. Es compañía alivia muchísimo, porque si no uno lo carga en su cuerpo y ese cuerpo tarde o temprano se enferma. Animarse a hablar del sufrimiento, sana. Sin ningún animo más que sanar. No es una guerra contra los hombres. El vínculo entre el hombre y la mujer es hermoso, es contención, es compañerismo... Hoy estamos en un momento en el que las mujeres decimos “basta”, ya nos duele mucho. Es terrible que Thelma (Fardín) tenga que exponer semejante situación para que se le crea a ella, se me crea a mí y se le crea a Natalia (Juncos) y Anita Coacci).
–Recién planteó que Campanas en la noche es un proyecto necesario para este momento suyo y social. ¿Cree que desde lo artístico cerró con Campanas... esa necesidad personal?
–Creo que sí. Lo que me va a quedar, por suerte, es la conciencia de saber que cada personaje que interpreto proyectan ideas que condicionan la sociedad, afectan la vida de los televidentes. Hay una pregunta que se queda para siempre en mí cada vez que me ofrecerán un proyecto: ¿Qué proyectan mis personajes, en tanto mujeres? Antes no me lo preguntaba. Pensaba sólo en el personaje en función de la historia de ficción. Tampoco tenía muchas posibilidades: estaba “la villana”, “la divina”, “la mala” y “la pobre”. Ahora, después de todo lo que nos pasa, me doy cuenta de que sentía cierta incomodidad con esos personajes, pero no los cuestionaba ni sabía bien qué era. Naturalizaba esos personajes. Ahora quiero estar orgullosa de lo que hago. Como artista pero también como mujer. Hoy estoy dando desde la ficción este mensaje, pero mañana será otro. Me gusta contar lo que nos pasa. Quiero ser consciente de lo que quiero contar.
–¿Antes aceptaba las cosas como eran, aún cuando estaba a disgusto?
–Vivir situaciones que nunca quise vivir me dieron una fortaleza que hoy hace que me pare en otro lado. Agradezco poder pararme hoy y decir con seguridad que no voy a hacer nada que no quiera hacer. Tengo una seguridad que antes no tenía. Mi escudo siempre fue el amor. Todo lo que venga por el odio o la bronca me pasa por al lado. Soy una persona distinta, mucho más consciente y presente que la anterior. Ahora siento que mi voz es escuchada en el set. Esa posibilidad de ser escuchada me hace sentir con una responsabilidad mayor.
–Cuando uno es protagonista, además de tener mucha participación dentro de la trama, es líder de un equipo de trabajo. ¿Pudo cambiar algo de las “naturalizaciones” que se dan en el set?
–Una de las razones por las que decidí volver, además de la atracción artística del proyecto, fue la de poner el cuerpo a mi compromiso y dar la batalla desde adentro de la industria, que es donde pasan las cosas. ¿Me quedo afuera o vuelvo para dar la batalla dónde ocurren las cosas? Fue una decisión compleja, pero a la vez muy segura. Un día, recién comenzábamos, un técnico en medio de una situación dijo algo así como “qué buena que estás”. le plantee que no me gustaba ese comentario, que era desubicado. Al mes, tuvimos una charla en la que me dijo “qué linda persona” que era. Hay una diferencia, en las palabras y en el tono. Ese técnico pudo hacer el click. Lo pudo entender. Comprendió que me incomodaba que me hablara de lo físico.
–¿Y en el guión? ¿También se involucró mucho? ¿O el hecho de que Campanas... cuente en el equipo autoral a dos mujeres autoras, como Lily Ann Martin y Jessica Valls, la eximieron de planteos?
–La trama de Campanas... es alucinante. La complicidad con los televidentes que genera la trama es muy atractiva. La manera en que está relatada la historia es muy potente, que deja pensando y enganchado al televidente. Hubo un gran trabajo. También pudimos plantear la necesidad de ser consciente del goce femenino, como bien lo señala Luciana Pecker con sus libros hermosos, que deberían leerlos mujeres y hombres. El goce de la mujer, que siempre está reprimido en la televisión, pudimos plasmarlo en la trama y en el trabajo diario. Las ganas de tener sexo no son solo masculinas, de igual manera que la de rechazarlo tampoco es potestad femenina. Eso lo plantee y llegamos a un acuerdo. Las guionistas hicieron mucho. Fueron detalles. Por ejemplo, cambiar la idea de que Luciana tenía la tarjeta de crédito de su pareja. ¿Por qué yo iba a tener su tarjeta si apenas somos novios? ¿Por qué la mujer tiene la tarjeta del hombre y no al revés? ¿O por qué tenía que ir de shopping si muchas mujeres preferimos ir a una librería? Pequeñas cosas para cambiar un construcción de la subjetividad femenina que se daba porque no éramos escuchadas. Hoy tenemos ganas de que se nos escuchen y hay mayor apertura para poder se escuchadas. Eso es un cambio inmenso.