El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, viajó a París, a fines de noviembre pasado, a participar de una reunión del consejo de embajadores de la OCDE y en un reportaje a La Nación afirmó, sin titubear, que la suba del riesgo país se debía al “riesgo político” porque el proyecto de la oposición (CFK) “no sabemos adonde nos llevará y que, en el pasado, nos envió al default”. Un par de semanas después, el consultor Gabriel Rubinstein escribió en El Cronista que el alza del riesgo país se debía a situaciones económicas y políticas, y entre estas últimas mencionó “el eventual triunfo de una coalición en la que Cristina Fernández de Kirchner tuviera protagonismo en octubre de 2019”. El diario Clarín había informado que en el gobierno creen que los mercados “temen el regreso del populismo, que seguramente declararía un default”, para explicar la suba de ese indicador financiero de solvencia. El economista Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos, explicaba en Perfil que “el factor primordial es la incertidumbre política que genera la posibilidad de que CFK sea parte de las elecciones y las gane”.
Estos son algunos de los registros del último mes del año pasado de operadores financieros, empresarios, políticos y economistas desplegados en todos los frentes posibles para señalar la persistente vitalidad electoral de CFK como el factor relevante del fuerte aumento del índice que elabora JP Morgan. El viernes el riesgo país cerró a 700 puntos, bajando 130 desde el máximo, y no hubo ningún cambio relevante en el escenario político electoral. Así se suma una mancha más en el tigre de la confusión deliberada de la ortodoxia económica para ocultar el fiasco de sus políticas en términos del bienestar general.
No es novedad que economistas del establishment se dedican a pronósticos fallidos y que financistas se ocupan de difundir datos e interpretaciones económicas y políticas en función de sus intereses. Después, medios de comunicación y políticos amplifican esos análisis, algunos por pereza intelectual y ser simplemente voceros del poder, otros por cuestiones inconfesables que cruzan negocios y política, y no pocos con objetivos ideológicos cuyos propósitos son debilitar a cualquier fuerza política que ponga en cuestionamiento privilegios de grupos dominantes.
El abordaje analítico y mediático que se realizó de la evolución reciente del indicador riesgo país es una prueba más de cómo funciona ese dispositivo de construcción de sentido en la sociedad. Los datos duros desmentían que el alza del riesgo país se debía a la presencia expectante en encuestas electorales de CFK, pero igual ese factor político era mencionado como el principal. De esa forma se desviaba la atención de los motivos reales del naufragio de la economía macrista. Hasta que la relativa mejora de ese indicador financiero dejó al descubierto la estrategia. Ahora, en esta instancia, se deja de hablar de la cuestión política y se pasa a concentrar el análisis en la política monetaria y cambiaria del Banco Central como la razón fundamental para explicar la caída del riesgo país.
Puntos
El 27 de diciembre último, el riesgo país trepó hasta el record de 830 puntos en la gestión Macri, en una tendencia alcista que predominó en casi todo el año pasado, desde valores de 443 puntos el 2 de mayo. En ese recorrido, el aparato de propaganda oficial combinó los argumentos de la herencia kirchnerista y del temor al regreso de CFK en 2020 para explicar ese comportamiento de un índice que refleja la mayor o menor solvencia de las finanzas públicas para hacer frente a vencimientos de deuda.
En las primeras semanas de enero, el riesgo país bajó a 706 puntos, o sea tuvo una mejora de 15 por ciento sin que se haya producido ningún cambio en el escenario político. En más de una oportunidad en estas páginas se advirtió que el movimiento de variables financieras clave, como la cotización del dólar, las paridades de los bonos o la evolución del riesgo país, estaba determinado por las condiciones económicas de la economía macrista y el contexto financiero internacional, y no por la permanencia de CFK en el escenario político. Lo que quedó demostrado nuevamente en estos días.
El riesgo país arriba de los 800 puntos y ahora en 700, que igual sigue siendo un nivel muy alto (el de Brasil es de 274 puntos y el de Uruguay, 207), refleja que el macrismo ya no tiene acceso al mercado voluntario de crédito internacional, pese a capitular ante los fondos buitre y de liderar la embestida política, mediática y judicial contra el populismo. Sólo Venezuela con 6250 puntos se ubica por encima de Argentina en el ranking latinoamericano.
Si Argentina quisiera emitir un bono a 10 años debería pagar una tasa del 12 por ciento anual, como lo reconoció el secretario de Finanzas, Santiago Bausili, ex ejecutivo del Deutsche Bank y del JP Morgan. En un reportaje al portal Infobae, el funcionario reconoció que “la verdad es que nosotros no hicimos nada” para que baje el riesgo país, agregando que “no hubo ningún dato nuevo aportado desde el Gobierno”. Como ahora la tendencia del mercado es favorable, Bausili se corrió de la versión oficial para decir que “así como no había pasada nada en particular para que llegara hasta los 830 puntos, lo mismo se puede decir ahora que retrocedió, con la consiguiente mejora de los bonos. Depende mucho del contexto internacional”.
Esto último es el elemento principal para evaluar la marcha del riesgo país argentino, teniendo en cuenta las características de la economía macrista de elevado endeudamiento externo y apertura irrestricta de la cuenta Capital del balance de pagos.
Frágil
La economía macrista está en la primera fila en el casino del capital financiero global. Recibe en forma plena cualquier evento positivo o negativo que se produzca en el mercado internacional. En el primer trimestre del año pasado fue la devaluación de la moneda turca (la lira) y el alza de la tasa de interés de Estados Unidos, ambos impactos negativos que aceleró la corrida contra activos argentinos; y ahora el reflujo de capitales especulativos hacia mercados emergentes y las perspectivas de un sendero más suave de suba de la tasa por parte de la FED (banca central estadounidense) fueron efectos positivos que derivaron en una recuperación de las cotizaciones de acciones y bonos argentinos, con la consiguiente baja del riesgo país.
La vulnerabilidad financiera de la economía entonces no es por la vigencia de CFK en el tablero político nacional pese al hostigamiento diario que padece, sino por la apertura irrestricta al capital financiero global y al vertiginoso endeudamiento en moneda extranjera desde diciembre de 2015.
Si el panorama político fuera un factor determinante del indicador riesgo país, éste debería ser bastante más bajo porque el líder político de derecha que el mercado prefiere frente a CFK mantiene adhesiones elevadas, según coinciden las encuestas, pese a que registra una pésima performance en materia económica. En sentido opuesto, más allá de la antipatía que les genera, los financistas deberían estar tranquilos con sus bonos porque el kirchnerismo fue la fuerza política que más deuda canceló en términos netos. Ha sido un pagador serial de deuda, hasta la inconveniencia para la estabilidad cambiaria de la economía, más que un endeudador serial como el macrismo.
Fantasma
El plan financiero 2019-2020 que presentó el Ministerio de Hacienda, con supuestos muy optimistas para ahuyentar el fantasma del default, puede enfrentarse a un escenario no tan favorable y nuevamente el vacío del abismo se presentará con la dimensión del desquicio económico generado por la alianza Cambiemos en tan corto periodo de gestión. La paridad cambiaria por el momento está bajo control con las tasas de interés más altas del mundo, pero la actividad productiva esta viviendo un intenso ciclo recesivo, con la cadena de pagos crujiendo y con una sucesión de caídas de empresas de rubros diversos. La economía esta navegando gracias al salvavidas del FMI con el objetivo de llegar a flote hasta la elección presidencial.
El motivo principal de la presencia del fantasma del default hay que buscarlo en ese programa financiero diseñado por Dujovne y avalado por el FMI. Tan desesperado estaba Macri cuando se cayó el primer acuerdo con el Fondo, que en el segundo reclamó casi todos los dólares del auxilio para poder cubrir los vencimientos de deuda de 2019. Igual no alcanzarán si en cada una de las renovaciones de Letes en dólares no se supera el 60 por ciento del monto del vencimiento.
Este programa dejó un muy escaso resto financiero para el 2020, y esto es lo que se refleja plenamente en el riesgo país en 700 puntos, con picos en 830. Cuando se analiza la evolución de las paridades de los bonos que vencen en 2019 y en los años siguientes, se observa la diferencia entre los que tienen garantizados el cobro de intereses y capital (por los dólares del FMI) y los que se quedaron sin nada.
Es una estrategia financiera de responsabilidad exclusiva del gobierno de Macri, cuyo objetivo primordial fue estar tranquilo de poder culminar el mandato en diciembre de 2019 y sin default.
El peor de todos
El 2018 comenzó con una firme tendencia positiva del mercado financiero internacional, pero a partir de fines del primer trimestre empezaron a aparecer señales de reversión. La Reserva Federal (banca central estadounidense) continuaba con su política de alza de tasas de interés, los capitales que fluían a mercados emergentes iniciaron una veloz retirada de esas plazas hacia las centrales (fly to quality –vuelo hacia la calidad– como lo denominan los financistas) y algunos analistas empezaron a advertir acerca de la dimensión de la burbuja que se estaba desarrollando en las principales bolsas mundiales.
Este contexto financiero global afectó a los mercados emergentes, pero el peor de todos fue el argentino. La clave entonces pasa por preguntarse los motivos de porqué la plaza argentina fue la más castigada. La respuesta no hay que buscarla en el frente político-electoral, sino en una de las medidas iniciales y principales de la política económica del gobierno de Macri: la desregulación total para el ingreso y egreso de capitales financieros. A lo que se le sumó la liberación total del mercado cambiario y el comienzo de un veloz ciclo de endeudamiento externo, habilitado luego de la capitulación ante los fondos buitre. Este combo de iniciativas financieras (libertad absoluta a los capitales especulativos, eliminación de controles cambiarios y emisión record de deuda) arrojó a la economía a un estado de vulnerabilidad extrema.
Como se mencionó arriba, la fragilidad se refleja en que recibe de lleno tanto las corrientes positivas como las negativas del mercado internacional. Eso sucede cuando un gobierno se ha subordinado a las finanzas globales. Ahora que la situación es más relajada, con signos al alza de los activos, como es habitual en los eneros de cada año, según destacan analistas de la city, con el regreso de flujos de capitales del exterior, las variables financieras y bursátiles de la plaza local se mueven dando un respiro a los funcionarios.
Cuando cualquier evento perturbe el frenesí especulativo global, como puede ser la devaluación de la moneda de una economía emergente o las dudas sobre la economía italiana o el riesgo a que la economía estadounidense ingreso en un ciclo recesivo, la economía macrista, que es una hoja movida por los vientos del mercado global, será la más castigada. Lo que hoy parece una situación apaciguada por los dólares del FMI, el regreso de capitales especulativos y la renovada seducción de la bicicleta tasas de interés-dólares, que permite al Banco Central comprar dólares en el mercado por primera vez desde el primero de junio de 2017, puede revertirse tan rápido como llegó el alivio.