Desde Londres
Theresa May no es la única que se juega el puesto esta semana en la larga saga del Brexit. El líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, podría ver su proyecto de izquierda descarrilado si la votación de este martes en la Cámara de los Comunes termina en un Brexit duro. No se esperan sorpresas en la votación de pasado mañana sobre el polémico acuerdo a que llegó May con la Unión Europea en noviembre. La gran incógnita es el margen de la derrota: la BBC vaticinó una diferencia de 200 votos en una cámara de 650. Una derrota de esa magnitud dejaría a la primer ministro al borde de la renuncia, pero otros vaticinios son menos categóricos. Eso sí, ningún analista le da ninguna chance de victoria a May.
El baile sigue después porque por una enmienda parlamentaria aprobada la semana pasada, May tendrá un plazo de tres días para presentar una alternativa. La UE le puede dar una mano con una declaración de buenas intenciones respecto al tema más espinoso, el de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, y una caída estrepitosa de la libra puede hacer flaquear a algunos y contribuir a su causa. Pero la realidad es que la primer ministro tiene un pie afuera y otro adentro de 10 Downing Street, situación similar a la que vive hoy el Reino Unido con la UE.
Jeremy Corbyn no lo tiene más fácil: esta semana se le agota el tiempo político para su política de “ambigüedad constructiva” respecto al Brexit. En una conferencia el jueves, el líder laborista reiteró la política que aprobó el Congreso anual partidario en septiembre: moción de censura al gobierno, convocatoria a nuevas elecciones y negociación de un Brexit diferente al de la primer ministro. El problema de esta estrategia es que no hay garantías de que la Cámara vote a favor de la moción de censura de May. Con un puñado de excepciones, los diputados conservadores y de Irlanda del Norte que están en contra del acuerdo de la primer ministro, han expresado enfáticamente que respaldarán a su gobierno en caso de una moción de censura. “Si sucede esto, todas las opciones están sobre la mesa, incluso la de una nueva consulta popular”, dijo Corbyn.
Esta opción es la que impulsa hoy la mayoría de su partido. En la conferencia del jueves volvió a quedar en claro que es la que menos entusiasma al líder laborista, tanto que siempre la menciona al final y en voz más baja y más rápida, como si acabara de acordarse de su existencia. Corbyn jamás fue admirador de la UE. En los 70 se opuso a ingresar al bloque europeo. Unos 40 años más tarde, en el referendo de 2016, se ajustó a la política partidaria a favor de permanecer en la UE, pero muchos le criticaron su falta de entusiasmo en la campaña. Desde entonces, procuró mantener la llamada “ambigüedad constructiva” que le permitió criticar la política de May sin ofrecer más que una alternativa genérica de relación positiva con una UE centrada en la protección del empleo y los derechos sociales.
Esta ambigüedad le sirvió hasta hace muy poco para tapar las divisiones internas laboristas entre sectores de clase trabajadora industrial del norte del país, que votaron a favor del Brexit, y la base juvenil y urbana que se inclinó por permanecer en el bloque europeo. En una entrevista con el The Guardian en vísperas de año nuevo, Corbyn exhortó al partido a reconocer estas divisiones. “Una cosa que tenemos que admitir es que un sesenta por ciento de los laboristas votó a favor de la Unión Europea mientras que un cuarenta votó en contra. Tenemos que unir a todos los sectores. De ahí mi política de permanecer en la Unión Aduanera y mantener el acceso a los mercados”, dijo.
Esta posición está siendo criticada abiertamente por las bases juveniles del partido, responsables en gran medida de su encumbramiento como líder partidario en 2015. Richard Brooks, un militante de For our Future´s Sake, un grupo pro-europeo juvenil y estudiantil, le advirtió que si no jugaba bien sus cartas agotaría su crédito político. “Puede traicionar y perder el apoyo de millones de jóvenes y estudiantes que lo llevaron a las puertas de Downing Street en las elecciones pasadas. No vamos a olvidar o perdonar a los políticos que vendan nuestro futuro a un Brexit que va a limitar nuestras oportunidades y empobrecernos”, declaró Brooks.
Es curioso que esta recta final del Brexit esté acercando a estos sectores juveniles de la izquierda partidaria con los más centristas y anticorbynistas, como el ex ministro laborista Pat Mc Fadden, o los diputados Wes Treeting, Luciana Berger y Chuka Umunna. Una encuesta señala que el 75 por ciento de los miembros quieren un nuevo voto popular sobre el Brexit.
Si un milagro no salva a May de una derrota el martes y si otro milagro no desemboca en la opción que más desea Corbyn, las nuevas elecciones generales, el laborismo tendrá tres caminos sobre la mesa: un Brexit duro por default, un Noruega plus (mantenerse en el mercado común y la unión aduanera, pero fuera de la UE) o convocar a un nuevo referendo. Al Corbyn le va a resultar imposible evitar una definición que, inevitablemente, desilusionará a un sector interno, fracturará la unidad partidaria y pondrá en peligro su propio liderazgo.