Un chico de entre diez y doce años llora. Pide que lo suelten, dice que no robó nada, que le duele el brazo porque lo tiene quebrado. Dos policías de la Ciudad lo tienen arrinconado contra un alambrado. No lo quieren soltar. Lo habían corrido luego de que alguien lo acusara de patear la persiana de un local del que lo echaron sin una razón. Los agentes no tenían indicios de que hubiera cometido delito pero por si acaso sacaron el arma. Pistola en mano lo acorralaron en la esquina de Perú y San Juan, en el barrio porteño de San Telmo. Esa es la escena que muestra un video que ayer se viralizó en redes. Diego Chan, uno de los testigos del episodio que habló con El Destape, detalló: "Yo venía con la moto por avenida San Juan y veo a un policía corriendo con un arma en la mano. Cuando distingo a quien estaba corriendo, vi que era un nene". Finalmente, el chico no fue detenido y el autor del video lo acompañó al parador donde vive, en ese mismo barrio.

Lucas acosado por la Metropolitana

Gracias a la viralización del video, la psicóloga Rocío Gil, que daba un taller de cine en el hogar donde vive el chico, lo reconoció y puso a circular una carta en la que pone nombre propio al joven, Lucas, a quien “conoce bastante y quiere mucho”. Lo describe como “un muchachito excepcional muy atento a las necesidades de sus pares y de sus profes también”.

Lucas es fanático de la Historia y, según su maestra, “su experiencia de vida le permitía cuestionar y criticar ciertos procesos con una altura que sorprendería a cualquier adulto”. La maestra relata en la carta que el hermano de Lucas fue víctima de gatillo fácil policial.

Rocío Gil escribió también que “tal vez, a Lucas una historia familiar compleja le puso el camino más sinuoso que a otros. Sin duda, este Estado ausente y ciego vulnera sus derechos de manera cotidiana. Un gobierno perverso, hipócrita y desgraciado incrementa su dolor con saña y decisión. Un policía se siente autorizado, está habilitado a hacerle esto a Lucas. Y a muchos otros. Quien sabe a cuántos otros”.

 

 

La carta de la maestra

Por Rocío Gil

Yo conozco a ese joven y lo aprecio. Lo conozco bastante y lo aprecio mucho. Hace algunos meses estuve con él por última vez, pero tan presente lo tengo que con solo escuchar su voz sabría que se trata de él.

Lucas es sumamente inquieto e inteligente. Dibuja muy bien, conservo sus garabatos en mi cuaderno de trabajo. Es muy creativo y un gran compañero.

Lo recuerdo en las clases estando muy atento a las necesidades de sus pares y de los profes también. Es fanático de Huracán, pasión que compartía con su hermano. Hermano a quien mató la policía metropolitana, dolor inconmensurable que desde entonces acompaña a Lucas y a su familia.

Conozco a su tía quien lucha diariamente en la búsqueda de justicia, milita con sus vecinos buscando un mundo menos cruel para todos los pibes.

Conozco a otro de sus primos, con quién tienen un vínculo entrañable. Un muchacho excepcional quien, sin duda, debe tener el corazón estrujado ante este video viralizado.

Reconozco los gritos de Lucas y pienso en el dolor de su brazo mientras el policía lo lastima. Tiene un cuerpo delgado y disfrutaba mucho andar en skate. Era habitual verlo llegar con algún golpe sucedido tras algún salto exagerado. No sé si seguirá andando en skate.

En esa época en que Lucas andaba en skate, yo pensaba que quizás ese pasatiempo y esos golpes fueran una marca que le volvía tangible los moretones del alma. Imaginaba yo, cuando él me mostraba algún machucón, que tal vez eran esas las inscripciones físicas que él mismo se generaba ante los daños eternos que el sistema le provocaba. Lucas andaba en skate y se golpeaba, pero también se divertía. No sé si lo seguirá haciendo.

Sabe más de historia argentina que muchos otros. Se aburría en las clases del colegio aunque su memoria privilegiada le permitía registrar datos que otros jóvenes jamás conservarían. Su experiencia de vida le permitía cuestionar y criticar ciertos procesos con una altura que sorprendería a cualquier adulto.

Lucas es un muchachito excepcional. Tal vez, una historia familiar compleja le puso el camino más sinuoso que a otros. Sin duda, este Estado ausente y ciego vulnera sus derechos de manera cotidiana. Un gobierno perverso, hipócrita y desgraciado incrementa su dolor con saña y decisión. Un policía se siente autorizado, está habilitado a hacerle esto a Lucas. Y a muchos otros. Quien sabe a cuántos otros.

Quién sabe hasta cuándo.

Yo conozco a este jovencito y lo quiero mucho. Se llama Lucas. Lo quiero abrazar.