La epidemia de hantavirus en curso en Epuyén y otras cercanas localidades cordilleranas que ya se cobró la vida de 10 personas constituye una de las peores crisis sanitarias que haya tenido que afrontar la provincia del Chubut. Con aciertos y errores, viene siendo enfrentada desde el principio casi en soledad por las autoridades locales, la comunidad organizada y la administración provincial con el área de salud como cabeza. El Estado nacional, con sus reparticiones competentes, ha brillado por su ausencia desde que a fines de noviembre del año pasado se detectara el primer caso de la enfermedad.
Cuando el 5 de septiembre último miles de trabajadores del sector Salud abrazaron el histórico edificio de la Avenida 9 de julio y Belgrano, en el centro porteño, en rechazo a su degradación de ministerio a secretaria, estaban anunciando que dramas como el que hoy azotan a la Comarca Andina podrían emerger en cualquier punto del país.
El reclamo fue desoído, y las nefastas consecuencias del progresivo e impúdico desguace de de la cartera sanitaria nacional en los últimos tres años se exhiben hoy con su rostro más doliente: la pérdida evitable de vidas humanas. Otro costado de esta crisis, el económico, también debe ser colocado en el columna del “debe” del gobierno nacional. Las graves pérdidas que hoy sufren los actores productivos de Epuyén y sus zonas aledañas es fruto de la imprevisión e inacción sanitaria. Con una inexplicable ausencia de gestión, el ex ministro Jorge Lemus arrancó el despiadado achicamiento de áreas sensibles como la de inmunizaciones y la de control de enfermedades transmitidas por vectores, que debe entender en casos como el del hantavirus.
A ese funcionario al que casi no se le conoció la cara ni la voz debemos endilgarle, de inicio, la responsabilidad por la mayor epidemia de dengue registrada en el país, entre 2016 y 2017, con su saldo de más de 80.000 casos y 11 decesos.
Pero pareciera que el (des)gobierno de Cambiemos se esmerara por alcanzar records negativos. Los memoriosos tenemos presente que, en 1996, otra epidemia de hantavirus golpeó fuerte en la región cordillerana, en El Bolsón, con decenas de casos confirmados y la muerte de 11 pobladores de la zona. La crisis sanitaria ameritó la presencia en el lugar de los máximos responsables de las áreas de Desarrollo Social y de Salud de la Nación, y hasta la del entonces presidente Carlos Menem. Mauricio Macri, descansando a menos de 250 kilómetros del foco del problema, no consideró oportuno solicitar un helicóptero para que lo traslade hasta Epuyén, o disponer que el Jefe de Gabinete Marcos Peña (con intereses familiares concretos en la vasta Patagonia) o la ministra de Salud y Desarrollo Social Carolina Stanley tomen medidas excepcionales e inmediatas de apoyo a la provincia para controlar la epidemia. Ni siquiera le ordenó al devaluado secretario de Gobierno en Salud, Adolfo Rubinstein, que se pusiera al frente del operativo sanitario para contener la situación. Cuando la semana que se inicia este funcionario se fotografie luciendo un barbijo en medio del bucólico paisaje sureño, sólo será eso, una triste imagen que remedará la impericia técnica de la peor ministra de Salud que recuerde la historia reciente, cuando la Gripe A (H1N1) azotó al mundo en 2009 y nuestro país no fue la excepción.
Q Ex diputado nacional (MC) y ex ministro de Salud del Chubut.