John Hurt sabía de qué se trataba morir porque lo había hecho muchas veces. Unas cuarenta, para ser precisos, tal como se lee en una placa del video de Youtube The Many Deaths of John Hurt, que en cuatro minutos y medio recopila todos y cada uno de los momentos en los que pasó a mejor vida durante medio siglo de trabajo en cine y televisión, desde The Wild and the Willing (1962) hasta El topo (2011). Incluso era famoso por eso: “Creo que tengo el record”, dijo alguna vez, y remató: “Llegó un punto en que mis hijos no me preguntaban si me moría sino cómo me moría”. Al hombre de las mil muertes le llegó la hora de interpretar la más dolorosa e importante, la propia, la única que no se remedia con el “¡Corten!” del director. Recordado por sus trabajos en El hombre elefante, Alien: el octavo pasajero, Expreso de medianoche y la saga Harry Potter, entre otros papeles, el actor británico –condecorado como Caballero en 2015– falleció el viernes después de batallar durante un par de años contra un cáncer de páncreas. Tenía 77 años y una filmografía que, según la base de datos IMDB.com, superó los 200 títulos, entre películas (cortos y largos) y series.
Polifacético, versátil, lustroso actor de reparto y magnético protagonista, Sir John Hurt nunca supo muy bien cómo hacía lo que hacía. O al menos eso respondió cuando el crítico e historiador Geoff Andrew quiso indagar en las particularidades de su método. “La única forma que tengo para describir el proceso es que pongo todo lo que puedo en el barril de mi mente y espero que fermente y produzca un vino decente. Cómo sucede ese proceso... siento decirle que no puedo describirlo”, se disculpó. Lo cierto es que su vasta trayectoria es la consecuencia inevitable de una vida dedicada al arte de jugar a ser otros. Nacido en Derbyshire, Inglaterra, el 22 de enero de 1940, rápidamente se volcó al teatro, primero trabajando como tramoyista en el Lincoln Repertory y, después, estudiando en la Saint Martin School, donde obtuvo una beca para el reputado Royal Academy of Dramatic Art (RADA). A principios de los 60 debutó en la Royal Shakespeare Company –desde allí llamó la atención del periodismo especializado obteniendo el Premio de la Crítica por The Dwarfs, de Harold Pinter– y años más tarde haría lo propio en el cine y la televisión.
De esos primeros trabajos se destacan el largometraje 10 Rillington Place (1971) y la miniserie de la BBC The Naked Civil Servant (1975), por las que obtuvo las primeras de sus siete nominaciones al BAFTA a Mejor Actor, la última de ellas con triunfo incluido. Pero no fue hasta fines de los 70, con su cruce a Hollywood, que alcanzó fama y reconocimiento internacionales. Los memoriosos asociarán por siempre su rostro con el terror ante lo desconocido gracias a una de las escenas más memorables de Alien: el octavo pasajero, aquella en la que su vientre sirve para el “nacimiento” de ese extraterrestre viscoso y aterrador. También lo recordarán como el heroinómano Max de Expreso de medianoche (1978), de Alan Parker, trabajo que le valió la primera nominación al Oscar y al Globo de Oro, o como el William C. Irvine de la faraónica Las puertas del cielo, de Michael Cimino.
De esos años dorados data El hombre elefante, de David Lynch. Quizá su rol más reconocido, allí el actor soportó maratónicas sesiones de maquillaje para convertirse en el fenómeno circense John Merrick. El rodaje fue un auténtico suplicio: se dice que Hurt pasaba todo el día sin ingerir bocado debido a las dificultades generadas por la máscara. “Nunca pensé que se necesitaran ocho horas para aplicarme todo el material. ¡Era una jornada laboral en sí misma! Había 16 piezas diferentes en mi cabeza, y con todo ese maquillaje no podía estar seguro de lo que estaba haciendo. Tenía que confiar por completo en el director”, dijo. Esa confianza –no debe ser muy difícil confiar en David Lynch– se vio retribuida con su segunda y última nominación al Oscar, en este caso en el rubro Actor Principal, contienda que perdería ante Robert de Niro por Toro salvaje.
Como sucede casi siempre con los actores que patean sets durante décadas, hay un John Hurt para cada generación. Desde entonces se puso al servicio de directores tan disímiles como Michael Radford (fue Winston Smith en la adaptación del clásico de George Orwell 1984), Lars Von Trier (el narrador de Dogville, coprotagonista de Melancholia), Robert Zemeckis (Contacto), Steven Spielberg (Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal) y Jim Jarmusch (Dead Man, Los límites del control, Sólo los amantes sobreviven). Incluso se animó al cine infantil interpretando a Ollivander en la saga Harry Potter. En marzo se lo verá en los cines argentinos en Jackie, la biopic de Jacqueline Kennedy protagonizada por Natalie Portman y dirigida por el chileno Pablo Larraín, y quedan para más adelante algunos proyectos encarados en los últimos meses. Entre ellos su Neville Chamberlain en el drama histórico sobre Winston Churchill que el británico Joe Wright (Orgullo y prejuicio, Expiación) filmaba por estos días. Hurt, entonces, seguirá reviviendo, aunque sea en los límites finitos de la pantalla.