Las hormigas vagabundas son especies invasoras que se llevan de maravillas con el ser humano, con lo cual recrean una relación ideal que les permite ser transportadas –en general, por accidente en viajes transatlánticos– y colonizar nuevos escenarios continentales. Por sus características biológicas, son excelentes bichos de ciudad que en verano persiguen el calor y, en la actualidad, conquistan Buenos Aires. Aunque no traen serias complicaciones cotidianas ni representan vectores de graves enfermedades, es fundamental su control biológico y su estudio. Entre otras cosas, porque son seres tan enigmáticos como apasionantes: construyen mundos subterráneos perfectamente organizados y jerarquizados, compuestos de un puñado de reinas y miles de obreras que edifican auténticas metrópolis sin el consentimiento de las personas. En esta oportunidad, Luis Calcaterra –doctor en Biología (UBA) e investigador del Conicet en la Fundación para el Estudio de Especies Invasivas (Fuedei)– describe sus dinámicas específicas que, de modo similar a como ocurre con los humanos, expresan la más tradicional división del trabajo.
–¿Qué características tienen las hormigas vagabundas?
–Entre las más frecuentes que podemos encontrar en nuestros hogares hay varias nativas (como por ejemplo la “hormiga argentina”, la “hormiga loca” y “la pequeña hormiga de fuego”) y solo dos especies exóticas, introducidas una de Europa (“la hormiga del pavimento”) y otra de Africa (“la hormiga faraón”). Se trata de especies que a lo largo de la historia han estado muy asociadas a las actividades humanas. Al ser transportadas con frecuencia por las personas, adquirieron características que las volvieron invasoras. Por ejemplo, poseen colonias con muchas reinas que producen una considerable descendencia de obreras, son muy fuertes en número y desarrollan la capacidad de dominar a otras especies e imponerse en diversos territorios. Además, son tolerantes a las variaciones térmicas, son muy hábiles para buscar comida y también para reclutar compañeras con velocidad para monopolizar los restos de alimentos.
–¿Ventajas que las vuelven exitosas en las ciudades?
–Sí, les va muy bien porque demuestran una gran capacidad para adaptarse a escenarios urbanos donde las temperaturas son más extremas y más variables de lo que podría ocurrir en una selva o un bosque. Por eso es que dominan las ciudades sin ningún problema, a la vez que suelen ser transportadas a otros contextos con facilidad y también los invaden. Muchas de estas especies son de origen sudamericano, específicamente de la cuenca del Río de La Plata, por lo que la región se constituye en uno de los mayores exportadores de hormigas invasoras alrededor del mundo.
–¿Y por qué eligen Buenos Aires puntualmente?
–Con el cambio climático se dispersaron cada vez más hacia el sur hasta conquistar el centro-norte de Buenos Aires. Hace sesenta años la provincia no era apta e impedía su supervivencia, pero a partir del incremento de la temperatura en 1°C se transformó en un lugar amigable para su reproducción. Con más aires acondicionados, el incremento del número de autos y la distribución de cemento donde antes no había, la ciudad produce mucho más calor. Si bien a nivel global la temperatura aumentó 0,5°C, en áreas urbanas alcanzó el doble y generó un fenómeno conocido como “isla térmica”. En el verano, cuando hace mucho calor, buscan el interior de los hogares que son lugares con un clima más estable para su confort y se establecen en sitios protegidos y oscuros para nidificar. Aunque no nos demos cuenta, como si fuera poco, nos acompañan durante los viajes al exterior; así es como han logrado colonizar latitudes bien diversas como Europa, Israel y Japón.
–Los desplazamientos de las hormigas son casi imperceptibles.
–Desde su propia existencia las hormigas se dispersaron y trazaron diferentes mapas migratorios. Pero, claro, siempre a un ritmo muy lento. El punto de inflexión, durante el antropoceno –época geológica actual–, lo causó el ser humano con su capacidad transformadora que, año tras año, empuja hacia un proceso de homogeneización de la biota del planeta. Los procesos de invasión los facilitan los humanos, pero luego las características propias de las especies hacen que, finalmente, predominen o no en una determinada localización.
–Es muy común dejar restos de alimentos en el piso o en una mesada y que enseguida las hormigas acudan en grupo. ¿Por qué actúan tan rápido? ¿Cómo se comunican?
–Las colonias poseen grupos de obreras que se dedican a explorar –“scout”– y barren superficies en busca de comida. Cuando una conquista el objetivo, vuelve y comunica la buena noticia al resto. En ese momento, se inicia un proceso de reclutamiento de las otras para que acompañen la misión y monopolicen el alimento. Esto es básicamente para evitar que vengan contingentes de otras colonias y se lo roben. Mientras tanto, regresarán al nido con la sustancia para compartir con sus pares; forman una especie de pasta en la boca y se la pasan de una a otra, hasta quedar satisfechas.
–Resulta muy interesante de las hormigas que establecen jerarquías muy marcadas y una auténtica división del trabajo.
–Las hormigas, al igual que las abejas y las avispas, son himenópteros que se constituyen como insectos sociales. Si un huevo es fecundado dará un macho o una hembra que, a su vez, dependiendo de las condiciones ambientales, podrá ser una obrera que dedica su tiempo a trabajar en la colonia, o bien, una reina. Las funciones que cumplen dependen de su código genético pero también de las necesidades del grupo, es decir que aunque están fuertemente determinadas por los genes, a veces se producen ciertos “movimientos de clase” por intermedio de los cuales un individuo realiza una actividad que originalmente no debía realizar.
–Reinas, obreras, machos. ¿Qué falta?
–Algunas también se ocupan de alimentar a las crías, otras de sacar patógenos y evitar que se enfermen los nidos. También están las “soldados” que componen la casta más diferenciada, porque como son las más fuertes y grandes se especializan en proteger a las que salen en busca de comida. Para el caso de las hormigas invasoras, se trata de especies muy pequeñas que pueden llegar a poner hasta 2 mil huevos por día y tener muchas reinas. Una colonia de “hormigas de fuego” –coloradas, pican y hacen montículos– pueden alcanzar las 250 mil obreras; las “cortadoras de hoja”, por su parte, pueden llegar al millón incluso.
–¿Por qué tienen muchas reinas? ¿Cómo conviven tantas líderes?
–Históricamente, las hormigas primitivas contaban con una sola reina. Sin embargo, se produjo un salto evolutivo: en la actualidad, contar con muchas reinas por colonia les permite ser más exitosas. Las reinas forman especies de micro-colonias distribuidas por distintos ambientes y conforman un espíritu de cuerpo muy bien coordinado, sin competir entre ellas. Así es como constituyen unidades funcionales de cooperación con un alto grado de eficacia.
–Si son tan sofisticadas y bien organizadas, ¿por qué buscamos controlarlas?
–Porque interfieren en producciones agropecuarias y afectan cultivos, así como también andan por la ciudad y se entrometen en nuestros hogares. Nuestras casas son colonizadas por un montón de especies que no transmiten enfermedades ni nada, pero son molestas al colarse entre nuestros alimentos, llegar a los platos y mezclarse en el cotidiano. Aunque parezca mentira, también se meten en las fosas nasales de pacientes hospitalizados en busca de tejidos blandos y obstruyen las vías respiratorias. Asimismo, las invasoras son tan dominantes que crean exclusiones locales al desplazar a las nativas y atacan la fauna silvestre (crías de lagartijas o de pájaros). Hay que tener en cuenta que, salvo las cortadoras de hoja (que cortan plantas para cultivar un hongo) el resto son omnívoras y lo que comen determina su agresividad: una dieta basada en hidratos de carbono las torna más agresivas que una en proteínas.
–¿De qué manera impedir su expansión?
–El cebo (en gel o líquido) compuesto de tóxicos es la fórmula que más rinde en los hogares. En general funciona muy bien porque es consumido por las obreras que lo detectan y lo transportan al nido. Lo importante es apuntar a las reinas que son las que ponen los huevos, pero es más difícil porque están bien resguardadas. Si ellas se conservan a salvo la colonia se mantiene en pie. Hay que salvar a la reina.