Desde Londres
La primer ministro Theresa May sufrió una aplastante derrota en la votación parlamentaria sobre su acuerdo con la Unión Europea. Los números son dignos del Guinnes: 432 votos en contra, 202 a favor. Hoy las aguas del Brexit las navega el Titanic.
Con dos terceras partes de la Cámara de los Comunes en contra, May señaló que si la oposición laborista convocaba a una moción de censura, ella habilitaría el día de hoy para su debate y votación. “Necesitamos saber si este gobierno tiene el respaldo del Parlamento. Creo que lo tenemos, pero dada la escala e importancia del voto esta noche, es importante confirmarlo”, señaló May.
El líder del laborismo Jeremy Corbyn no podía más que recoger este guante algo envenenado, no sin antes descargar toda su batería de críticas al gobierno. “Esta es la peor derrota de un gobierno desde los años 20. Después de dos años de negociaciones infructuosas, el Parlamento ha dado su veredicto y este veredicto es decisivo. El gobierno ha perdido la confianza del Parlamento y por tanto, presento una moción de censura de este gobierno”, señaló Corbyn.
En caso de que el Parlamento le retire la confianza a May en la votación de esta noche, habrá un plazo de 15 días para la formación de un gobierno de coalición liderado por los conservadores o los laboristas. La actual aritmética parlamentaria sigue favoreciendo a los conservadores sobre los laboristas. Pero el caos que el Brexit ha desatado en la Cámara de los Comunes es tal que lo más probable es que los mismos diputados que le asestaron anoche a May una humillante derrota, le reiteren hoy su confianza.
En las elecciones de 2017 May tuvo que formar una alianza con el DUP, unionista de Irlanda del Norte,para conseguir una exigua mayoría parlamentaria. La líder del DUP, Arlene Foster, señaló anoche que le daría espacio al gobierno “para poder sacar adelante un plan que asegure un mejor acuerdo con la UE”. Así las cosas, Corbyn necesitaría que una decena de diputados rebeldes conservadores voten a favor de una censura. No es descabellado, pero sí improbable que se jueguen el pellejo con un voto que terminaría favoreciendo a sus archienemigos laboristas.
En caso de que el Parlamento le confirme su respaldo, la primer ministra señaló que “dialogaría con todos los diputados de todos los partidos para identificar qué se puede hacer para asegurar el apoyo del Parlamento a este acuerdo”. May añadió que era necesario buscar ideas que consiguieran suficiente respaldo en la Cámara y que al mismo tiempo fueran viables en la negociación con la UE.
El lunes May tiene que presentar una nueva propuesta al Parlamento. En un intento de jugar la carta de la unidad, la primer ministro dio un mensaje para los que votaron a favor y en contra de permanecer en la UE en el referendo de 2016. “Quiero asegurar que nuestra estrategia no es dejar avanzar el reloj para llegar a esa fecha y terminar sin acuerdo. Quiero asegurar también a los que votaron a favor del Brexit, que voy a cumplir con el mandato del referendo. Y al Parlamento le digo que cada día que pasa aumenta la incertidumbre, el encono y el rencor. Los británicos quieren resolver esta situación de una vez por todas”, dijo.
El problema es que el Parlamento está profundamente fragmentado. Los medios británicos han llegado a identificar 11 “tribus parlamentarias”, cada una con su estrategia y sus internas. Por cuestiones de espacio estas tribus se pueden condensar en cuatro grandes propuestas: los que están a favor del acuerdo negociado por May, los que no quieren ningún tipo de acuerdo (Brexit duro), los que desean un acuerdo muy similar al que el Reino Unido tiene aún hoy como miembro de la UE (Brexit suave) y los que favorecen un segundo referendo que incluya la posibilidad de permanecer en la UE.
Ningún grupo puede formar una mayoría propia, pero hay una potencial alianza de tres cuartas partes de la Cámara que rechaza por completo un Brexit duro. El problema es que si estos grupos no muestran suficiente flexibilidad, el Titanic seguirá avanzando hacia los témpanos del Brexit duro, posición de default a falta de acuerdo el 29 de marzo, fecha de la salida británica del bloque.
Una posibilidad es que la primer ministro pida una extensión de esta fecha a la UE. La Unión Europea ha insinuado que concedería esta extensión porque tampoco el bloque quiere el desbarajuste de un Hard Brexit. Pero por el momento, la pelota está en el caótico Parlamento británico.