Desde París
Emmanuel Macron cultiva el arte poco frecuente de ofender a una buena parte de los franceses cuyos destinos preside. El mismo día en que se inició el “gran debate” nacional ideado por los despistados consejeros presidenciales para desarmar la crisis de los chalecos amarillos, el presidente francés salió a escena con una de esas frases que derriban las estrategias de los embaucadores de la comunicación moderna. El mandatario se desplazó a una pequeña localidad de Normandía para dar comienzo al famoso debate y, ante los Intendentes allí reunidos, dijo: “a la gente que está en situación difícil la vamos a responsabilizar porque están los que hacen bien las cosas y los que hacen pelotudeces”. En resumen, existen los buenos pobres y los malos pobres. Así se inauguró un debate destinado a “construir un nuevo contrato con la nación” dándole la palabra a los franceses durante dos meses. Esta discusión a cielo abierto se articula en torno a unas 30 preguntas dentro cuatro temas: poder adquisitivo, fiscalidad, democracia y medio ambiente. La idea consiste en convocar al país y asociarlo a un debate cuyo contenido es un intento de reflejar las demandas del movimiento de los chalecos amarillos. La idea es brumosa y en nada innovadora. Nadie sabe a ciencia cierta cómo serán tratadas las respuestas ni se entiende cómo o quién pudo excluir de los temas propuestos el que fue uno de los objetos de la explosión social de los últimos dos meses, es decir, la supresión del impuesto a las grandes fortunas. Iniciativas algo parecidas ya fueron implementadas por la ex candidata socialista a las elecciones presidenciales de 2007, Ségolène Royal, y luego, ya como presidente, por Nicolas Sarkozy y su debate sobre la “identidad nacional”.
La forma en que Macron se dirigió a su país tampoco resulta novedosa. Lo hizo a través de una carta “de puño y letra” dirigida al país. La misma fórmula fue adoptada en 1981 por el ex presidente socialista François Mitterrand y por su sucesor en 1995, Jacques Chirac. El rumbo que se ha fijado el macronismo apunta a “transformar la cólera en soluciones”. El debate sí abre la puerta a una de las exigencias de ultima hora de los chalecos amarillos, el referendo de iniciativa ciudadana, el RIC, y también incluye temas propietarios de la derecha dura que no estaban en el programa electoral de Emmanuel Macron. Es el caso de la inmigración. En su carta a los franceses, Macron pregunta: “en materia de inmigración, una vez que hayamos cumplido nuestras obligaciones sobre el asilo, ¿quieren ustedes de podamos fijar objetivos anuales definidos por el Parlamento” ?. Este planteamiento sí figuraba en las plataformas presidenciales del candidato de la derecha, François Fillon, y de la extrema derecha, Marine Le Pen. Su aparición en la propuesta macronista es tanto más sorpresiva cuanto que el tema de la inmigración nunca fue una prioridad de los chalecos amarillos. Ahora está expuesto a la ciudadanía. Macron alega en su carta que de todo esto “puede surgir una clarificación de nuestro proyecto nacional y europeo, nuevas maneras de mirar hacia el futuro, nuevas ideas”. Aunque el martes insistió en que se trataría de un debate “sin tabúes”, el contenido tiene varios, empezando porque de los temas se excluyó la posibilidad de abordar la moderación de las reformas que se están haciendo desde 2017 o el tema fiscal del impuesto a las grandes fortunas modificado por Macron en beneficio de los muy, muy ricos. Algo sutil pero fuerte se ha quebrado entre el mandatario y parte de su sociedad. Lo que consiguió con tanto éxito y claridad cuando fue candidato se esfumó como presidente. La gente no le cree, no parece ver en él la representación de un futuro colectivo renovado. Siempre surge algo que genera confusión y hostilidad. El propio debate empezó con episodios tragicómicos. En el peor momento de la revuelta de los chalecos amarillos y su denuncia de las castas del sector privado, de los medios y de los funcionarios, la encargada de organizar el debate y presidenta de la Comisión Nacional del Debate Público, Chantal Jouanno, tuvo que renunciar cuando se supo que disponía de un sueldo de más de 14. 000 euros por mes. La secretaria de Estado de Transición Ecológica, Emmanuelle Wargon, y el ministro delegado de Colectividades Territoriales, Sébastien Lecornu, tomaron su lugar. Los medios se muestran globalmente escépticos y a menudo burlones con el debate nacional. En el vespertino Le Monde, Jean-Michel Fourniau, sociólogo y experto en democracia participativa, comentó que no sólo los compromisos de Emmanuel Macron son muy escasos como para “suscitar confianza”, sino, también, que el hecho de “comenzar un debate afirmando que no se va a cambiar de rumbo equivale a decir que los intercambios no servirán para nada”. Ese parece ser la utopía propuesta. Hablemos, pero lo esencial, aquello contra lo cual ustedes se rebelaron, no se tocará.