Raúl Villafañe, el Mono, gusta de las tríadas semánticas para definir cosas del arte. Al momento de vincular a Luis Alberto Spinetta con Jaime Dávalos –dos de sus máximos referentes–, habla de vuelo, genialidad y poesía. Cuando tiene que referirse a las coordenadas estéticas y conceptuales de Alma de cerro, su nuevo disco, las palabras que aparecen son esencia, compromiso y musicalidad. Y así. Es como si el bombisto y cantor tucumano necesitara vertebrar lo inasible con adjetivos contundentes, y luego explicarlo. “Esencia de donde vengo, compromiso con la poesía de mi región y musicalidad por lo que se genero de mi encuentro con Max Lettieri”, dice él, y resuelve el primer enigma. Para el segundo habrá que esperar a esta noche, cuando se junte con el pianista nombrado y con el bajista Chichi Nápoli, y entre los tres estrenen el trabajo en Café Vinilo (Gorriti 3780). “La idea es disfrutar tocando con una gran banda de amigos y que el público pueda sentir lo que sentimos nosotros. El show en vivo permite interactuar con la energía de la gente y lo hace más valioso y mágico”.
Además de piezas propias, Alma de Cerro conlleva temas de Pepe Nuñez, Víctor Heredia y Eduardo Falú –además del Flaco y Dávalos, claro–, y una autodefinición por parte de su hacedor que emana del título. “El alma es lo que no se ve y nosotros, los tucumanos, tenemos el cerro al lado y muchas veces no lo cuidamos, porque la naturaleza es todo lo que nos rodea. ¿Cómo decirlo en música?... Bueno, esa belleza es parte de nosotros y nuestra música tiene mucho que ver con el lugar, con el hombre como parte de ese paisaje”, sostiene Villafañe, nacido en Tafí Viejo y autor de siete solistas discos a la fecha. “El último fue Historial de la zamba y noto que entre ambos trabajos hay una similitud relacionada con un mensaje que siempre es el mismo en mí”
–¿Cuál, específicamente?
–La defensa de un folklore auténtico y no comercial, que habla del hombre y su lugar, su pertenencia.
–Quedó picando lo distinto entre ambos discos...
–Hay un vuelo musical nuevo y muy rico, eso.
–Alguien ha dicho de usted que es “el secreto mejor guardado del folklore”. ¿Qué le sugiere semejante halago?
–Así dicen, sí. Pero a mí me encantaría dejar de ser un secreto para poder llevar mi música a mucha gente. El problema es que la realidad del mercado musical está lejos de la verdadera poesía folklórica. Los jóvenes de hoy ya no leen y hay una simplicidad en la música que hace que sea la poesía misma lo que se vuelve un secreto.
–Piano, bajo y bombo... ¿Qué le resulta cómodo de este formato?
–El instrumento es el arma del músico y en este caso tuve la suerte de cruzarme en la vida con un músico inmenso como Lettieri, que le dio a este trabajo un brillo diferente. Las obras, las canciones, son lo importante en cada disco. Creo que hemos logrado una alquimia musical maravillosa.