Desde Londres
En medio de tantas derrotas, Theresa May disfrutó anoche una victoria reveladora. La moción de censura a su gobierno presentada por el laborismo fue derrotada en la Cámara de los Comunes por 325 votos contra 306. La misma cámara que el martes le había asestado una humillante derrota a su acuerdo con la Unión Europea (UE) manifestó 24 horas más tarde que tenía plena confianza en el gobierno. No hubo divisiones internas. Los conservadores y unionistas de Irlanda del Norte votaron a favor del gobierno, la oposición en su conjunto en contra. Ahora, unos y otros, tienen que buscarle una salida al laberinto del Brexit.
Con alivio al conocer el resultado, May convocó al diálogo a los líderes de los otros partidos para lograr una posición consensuada de cara a la UE. “Tenemos que identificar los puntos en común para lograr un acuerdo que cuente con el apoyo del parlamento. Por lo tanto, convoco a los líderes de los otros partidos a dialogar individualmente sobre el tema. Quisiera comenzar este diálogo esta misma noche. El lunes presentaré ante la Cámara una moción con una enmienda sobre el camino a seguir”, señaló May.
La apertura a un diálogo interpartidario llega un poco tarde: faltan menos de 70 días de la salida del bloque. Pero ayer sorprendió además porque el mismo gobierno durante el día había descartado al líder del laborismo, Jeremy Corbyn, como parte de las conversaciones.
Corbyn respondió a la oferta de May con una condición innegociable. “Antes de que haya discusiones, la primer ministro tiene que remover de manera definitiva la posibilidad de salir de la Unión Europea sin un acuerdo porque sería un evento catastrófico y caótico para el Reino Unido”, señaló.
Ian Blackford, líder parlamentario del tercer partido en la cámara, el independentista escocés SNP, fue menos enfático, pero también dejó en claro que May debía cambiar de postura. “Agradezco este llamado al diálogo de la primer ministro. Es importante reconocer la responsabilidad que tenemos luego de la derrota que sufrió el gobierno en la votación. Cremos que tiene que estar en la mesa de negociaciones la posibilidad de extender el artículo 50 para la salida y la posibilidad de un voto popular”, dijo Blackford.
La fecha de salida establecida por el artículo 50 del Tratado Europeo es el 29 de marzo. La extensión de este plazo daría un poco de aire a las conversaciones, pero el diálogo será igual contra reloj. La primer ministro tiene que presentar el próximo lunes una propuesta que gane el consenso de la Cámara de los Comunes. La votación del martes dejó en claro la dificultad de lograr un consenso sin cambios sustanciales: las dos terceras partes de los parlamentarios votaron en contra del acuerdo de May con la UE.
Estos 432 votos en contra pusieron en el mismo barco a pro y antieuropeos, a los que proponen un nuevo referendo y los que quieren un acuerdo muy similar al actual con la UE (soft Brexit). Cada uno tiene sus llamadas “red lines” –puntos innegociables– que no van a cruzar.
Los Unionistas de Irlanda del Norte exigen una enmienda que modifique radicalmente el “Backstop”, una cláusula del acuerdo con la UE para evitar que vuelva a existir una frontera física entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda (que forma parte de la UE). La UE ha dicho que el Backstop no se puede modificar.
El laborismo indicó que el Reino Unido debe permanecer en la Unión Aduanera que regula el comercio con otros países y solucionaría el problema de la frontera irlandesa, algo que May ha descartado porque alega que es contrario a lo votado en el referendo de 2016. En Escocia, que votó abrumadoramente a favor de permanecer en la UE, los nacionalistas quieren que haya una nueva consulta popular, al igual que los liberal-demócratas, la cuarta fuerza de la Cámara.
En enero de 2017 Theresa May dejó en claro que estas políticas forman parte de sus “red lines”. Ni Unión Aduanera, ni Mercado Unico ni segundo referendo forman parte del diálogo que convocó. Estas opciones son las únicas que la UE aceptaría modificar para ayudar a resolver el impasse parlamentario. Las enmiendas que buscan los unionistas y la masa de euroescépticos conservadores han sido descartadas de antemano por la UE.
En el debate ayer sobre la moción de censura, May pareció aceptar la posibilidad de pedir una extensión a la fecha de salida, pero señaló que esto requeriría la aprobación de los otros 27 miembros de la UE. En el Continente, el mensaje del bloque europeo subrayó ayer que la pelota está del lado británico. Mientras el parlamento no tenga una posición unificada, no se puede abrir una negociación.
El impasse parlamentario es tal que en la Cámara está ganando espacio una propuesta: que se vote cada una de las iniciativas de los distintos grupos para ver cuál obtiene más respaldo. Estas propuestas serían el acuerdo de May con algún arreglo cosmético, la salida de la UE sin acuerdo (Brexit duro), un relación similar a la actual (bautizada Canadá plus) y un segundo referendo.