Al igual que el estadounidense Panda Bear, el argentino Rafa Caivano se mudó a Portugal por amor. Mientras el mandamás de Animal Collective fijó residencia en Lisboa junto a su pareja lusa, el músico y productor pampeano lo hizo en Porto con su novia madrileña, a la que conoció en México, su otrora hogar. Por lo que ahora un océano lo separa de su socio, el jujeño Lisandro Sona, quien se quedó en la nación norteamericana. “Lo dejé en su nicho de amor”, bromea el integrante de Frikstailers. “Pero la sincronía sigue intacta, y eso habla bien de la salud de la relación”. Tras posicionarse como uno de los nombres más universales del tropical bass, el tándem sorprendió al revelar su álter ego más racional: Klik & Frik. “Frikstailers es un proyecto que nos dio una patada en la cara. Arrancamos a los 20 años, por lo que es más adolescente. Esto es más hipnótico porque ahora estamos más clavados en el viaje: es Frikstailers a los 30 años.”

Klik & Frik nació a partir de una propuesta de la versión mexicana del festival canadiense Mutek. “En 2013 nos invitaron a tocar como Frikstailers, pero no querían que fuéramos tan cumbieros”, recuerda Caivano, quien junto a Sona estrenó formalmente en Argentina este laboratorio sonoro en la pasada edición del Mutek Buenos Aires. “Preparamos música nueva pensando en el público más technoso y nos fascinó lo que hicimos. Eventualmente, debíamos darle una personalidad aparte porque, después de 12 años de trayectoria, Frikstailers ya tenía sus propios límites estéticos. El chiste era que Klik & Frik fuera un desprendimiento de lo otro, por eso tiene el ‘frik’ metido, y la identidad visual tiene cierta coherencia: conservamos los colores de Frikstailers y usamos una indumentaria que alude a lo que la gente que nos sigue conoce. Aunque la música viaja por otro lado porque la hacemos con un sentido de exploración.”

Cuatro años después de aquel live set seminal, Rafa y Lisandro pusieron en circulación el primer álbum de Klik & Frik, Telepat, que contó con colaboraciones de Nicola Cruz y Chancha Vía Circuito, los estadounidenses Denitia & Sene y Nevve, y el egipcio Mohanad Zohair. Aunque toma distancia del modo de comprender la pista de baile de Frikstailers, ese debut igual sostiene el diálogo entre tradición y modernidad sobre el que construyeron su obra. “Alguien me dijo una vez que Frikstailers se estaba pareciendo cada vez más a Klik & Frik, y viceversa”, comenta el pampeano. “Hay una retroalimentación constante. Son casos muy aislados los que logran hacer una cosa radicalmente nueva. Ésta es una escena que aún está en pañales, y eso me estimula. Cuando empezamos, no había casi nadie haciendo esto. Hay mucho por explorar, y aparecieron un montón de productores en todo el mundo que comenzaron a hacer lo mismo.”

En tanto Klik & Frik prepara su próximo material, un EP que saldrá a mediados de 2019, Frikstailers ya tiene listo su nuevo álbum, el sucesor de En son de paz (2012), que ostenta entre sus invitados al grupo colombiano Aterciopelados, al productor ecuatoriano Mateo Kingman y al artista mexicano Marrón. “Es un viaje de doce canciones que viene con exploraciones”, adelanta Caivano, quien confiesa que prefiere invitar a sus amigos a tomar el té que ir de after. “Existe un estilo africano llamado kizomba, y nos pareció que había algo muy sensual en él. Es parecido al reguetón. Y en esa canción colabora La Yegros. Frikstailers tiene mucha complejidad musical y técnica, por eso nos cuesta terminar un disco. Nos gusta la idea de que este proyecto continúe caldeando la latinidad. Nunca renegamos de ella, y seguimos manteniendo la psicodelia, sobre todo en los shows”. Ante la pregunta de a dónde fue a parar su ADN argentino entre tanta hibridación, Rafa expedita: “Está en nuestro corazón. Aunque uno sea un mutante de nacionalidades y de identidades, te sale lo argentino constantemente. Es inevitable”.