* Un aroma dulzón, a galletita recién horneada, es lo primero que se percibía al llegar al Parque Lezama: la Fábrica de Bizcochos Canale estaba en la vereda de enfrente. Recuerdo cómo ese aroma se confundía con el perfume de las flores del parque, aunque es un mero recuerdo: ahora el edificio de la fábrica está afectado a oficinas del gobierno de la ciudad y, como bien se sabe, un edificio gubernamental no irradia perfume alguno. Este cuento sucede en los carnavales de 1952 y en esos años la fábrica horneaba bizcochos sin descanso. Pero el tiempo no pasa en vano: cambia las cosas, las modifica, las borra. La revista Billiken sigue apareciendo, aunque hoy en sus páginas difícilmente encontraremos un aviso de “Casa Lamotta… donde se viste Carlota”: la emblemática tienda de disfraces hace mucho que cerró. El Parque Lezama continúa ahí y con él persisten los eucaliptos y los lapachos, los jacarandás y los ombúes, las palmeras y los olmos, dispuestos a darles silenciosa sombra a esos enamorados que Sandokán, el Zorro y Robin Hood vislumbraron en aquella lejana noche de carnaval. Ignoro qué habrá sido del Zorro y de Robin Hood, sé que en Sandokán perdura la culpa por una traición que jamás pensó cometer.
Este es un contenido original realizado por nuestra redacción. Sabemos que valorás la información rigurosa, con una mirada que va más allá de los datos y del bombardeo cotidiano.
Hace 37 años Página|12 asumió un compromiso con el periodismo, lo sostiene y cuenta con vos para renovarlo cada día.