Zero Kill, el proyecto musical de Benito Cerati, estrena su nuevo álbum, Unisex, hoy a las 21 en La Tangente (Honduras 5329). A pesar de que su tercer disco de estudio tiene algunas pocas semanas en la calle, el vástago del líder de Soda Stereo, a contramano de la tradición de la industria argentina, que espera hasta luego del periodo estival para consumar las presentaciones en vivo de sus flamantes lanzamientos, decidió sacarse de encima los formalismos. “Soy atípico, así que concuerda conmigo”, justifica el artista en el ocaso de una mañana lluviosa del verano porteño menos fogoso de los últimos tiempos. “Se dio de esta forma, mientras armábamos el calendarios de shows de 2019, aunque en diciembre lo presentamos en San Telmo, en un lugar más chico en comparación a donde lo vamos a tocar ahora. Sentí que era un buen momento. Fue intuición y voy a por eso. Y porque fui a por eso, me ha ido mejor. No sé si hay una razón de por qué elegí enero, pero me gusta porque hay calorcito y la gente se quedó. Va a estar bueno”. 

Mientras comienza la entrevista, el cantante de 25 años confiesa que se acostó tarde, por lo que le llevará algunos minutos entrar en sintonía. Los suficientes para advertir que Cerati Jr., cuya elocuencia tiene un efecto similar al de la cafeína, acaba de publicar uno de los discos más políticos y con marcas generacionales que apareció en un año de características afines. En Unisex, además de ahondar en la sexualidad según la perspectiva post milénica, aborda la religión (con ese arrebato a un tris de Fernando Vallejo) y el derrotero de las redes sociales. “Los comentarios que nos llegaron han sido positivos”, explica. “Generamos algo muy lindo en términos de equipo. Creo que es una experiencia de enriquecimiento mío y de mucha gente alrededor, y eso se refleja en el afuera. Le debemos un montón al proyecto. Terminó siendo una red de construcción. Por más que los dos discos anteriores son míos, éste lo encaré a mi manera porque pude bajar mis ideas cien por cien”.

–¿Este álbum lo sentís más Zero Kill o más Benito Cerati?

–Las letras son mías, entonces es un poco más personal. Pero jamás podría decir que esto me representa a mí nomás. Acá hay granos de arena de la banda. Todos aportaron su impronta. Obviamente, uno conecta con cierta gente símil, aunque aprendés igual de quienes no lo son. Y eso me pasó con el disco, mientras lo creaba. Me guiaba por la intuición. Fue mucha energía joven tratando de impulsar algo.

–Todos tus discos siempre tuvieron un concepto que los respaldó. Triptour (2013) evidencia la transformación y corrupción de la pureza hacia la malicia, Alien Head (2016) trata acerca de la dualidad, y Unisex desetiqueta los géneros. Más allá de que en las redes sociales fuiste compartiendo la revolución sexual que estabas atravesando, ¿cuándo te bajó la ficha de que ése sería el eje central de este trabajo?  

–Unisex es la forma como veo la vida, sólo que esta vez lo ordené musicalmente. Llegué a una conclusión de lo que me pasó en estos dos últimos años y gané confianza, al punto de que por primera vez fui el productor. Siempre dije estas cosas, pero no de una forma tan directa. Sin embargo, el disco salió y el concepto sigue evolucionando. Después tenés la confrontación con la gente, y vas aprendiendo también con el ida y vuelta. Me gusta escuchar opiniones. Unisex tuvo la intención de comunicar más socialmente, no tanto para mis adentros. Aparte, sentía que mucha gente estaba en la misma: hay todo un mundo al que le pasa lo mismo que a uno. Y eso te da fuerzas. Cuando lo estaba grabando, pensé que iba ser una sola voz en un mar de otra cosa, y de repente empezaron a aparecer ciertas cuestiones y movimientos. Hubo una coincidencia que me aseguró que iba por el buen camino y que era el disco que tenía que hacer.

–Aunque tu progenie comprende la sexualidad de una forma más desinhibida y tolerante, ¿cómo te enfrentaste a los tabúes sociales?

–Trato de no caer mucho en la victimización. Me gusta ver el cuadro entero y entender mi posición. Algo que sucede hoy en día, y que tiene que ver con lo álgido que está todo y lo rápido que cambian las cosas, es que no sabemos de qué agarrarnos. Tenemos buenas intenciones y ganas de cambiar lo que sabemos que está mal, pero siento que no supimos encontrar la forma. Todo está en ebullición y todo es cuestionable a esta altura. Y uno tiene que mantener un eje. Te quedás en las redes y te guiás por lo que pasa ahí, aunque el mundo es mucho más amplio que eso. Si saco un disco con estas características no es para rebelarme o para armar quilombo. Estoy siendo honesto, nada más. Y a veces eso causa ruido. Hay gente de mi edad, e incluso más grande, que me agradece por comunicar esas cosas. Eso está buenísimo, pese a que no lo esté buscando.

–¿El tema “I Am Still a Man” (Sigo siendo un hombre) funciona como manifiesto?

–Un día estaba viendo Caso cerrado (programa de televisión en el que se presentan participantes en litigio), y uno de los capítulos era sobre un hijo al que no aceptaban porque es gay. La madre decía que no era un hombre y la jueza le decía que sí lo es porque así es su anatomía. Y me pareció muy representativo porque recibo esas cosas a diario. A la gente no le interesa que haga música, sino criticarme porque me pinto los ojos. Hoy en día no hay que manifestarse andróginamente. Puedo estar vestido con musculosa y short, o con vestido, me da lo mismo. Este soy yo, no me quejo ni me rebelo. Trato de ser libre.

–A propósito del récord de más “me gusta” que estableció la imagen de un huevo en Instagram, ¿”Narciso” tiene que ver con el hedonismo que estimularon las redes sociales?

–Nos metimos en eso, aunque no sé si estamos cómodos. Me parece que queremos combatirlo. Hay una cosa de demostrar que uno es el que entendió todo y que va a enseñarle al resto cómo es. De pronto ves a pibes dando lecciones... ¿A título de qué? Hay mucha superioridad moral, que tiene que ver con esta era. Aunque somos una generación que estamos todo el tiempo en las redes, eso no quiere decir que seamos felices. Creo que muchos quieren mandar el teléfono a la mierda. El narcisismo es una defensa. Al menos es lo que me pasa a mí, pero para que no me lastimen. La deconstrucción, no sólo en términos feministas, que es una batalla aparte, es salirse de ese lugar. Si te pasa algo realmente bueno, no tenés por qué estar contándoselo a todo el mundo. Entré en una relación con una persona con la que sentí mucho amor y la verdad es que nunca se me ocurrió postearlo en Instagram. Cuando los sentimientos son reales, dejás de hacer estruendo.

–Si en el disco Ahí vamos, de tu padre, mostraste por primera vez tu vena como letrista en “Adiós”, en Unisex la afinaste. A diferencia de la “cultura hashtag”, acá te dedicaste a desarrollar historias. Y una de las más visuales, así como viscerales, es “Jesús”...  

–Recuerdo que Michael Jackson dijo que había temas que cantaba en los que lloraba y yo no lo entendía, pero me pasó con esta canción. Escribir y cantar “Jesús” fue muy fuerte y tiene que ver más con una cuestión personal mía. A mí me llevaban a la iglesia a los 11 años y había alguien que me decía cómo ser buena persona, pero yo tenía mi propio concepto sobre lo que era serlo. No tenía que ir a un lugar para que me lo dijeran. A partir de ahí, comenzó mi camino de espiritualidad.

–Con Leo García, el único invitado de Unisex, compartiste varios recitales el año pasado. ¿Por eso hiciste con él “#AttentionWhore”?

–El tema con Leo tiene quedó del disco anterior. Sentía que tenía cantarlo con alguien más. El estribillo era muy lindo para dejarlo de lado. Lo retomé, lo reversioné, y justo con él estábamos muy metidos haciendo temas electrónicos. Y como es uno de los más bailables, le propuse cantarlo juntos. Estábamos yendo a los mismos lugares a escuchar música y volvíamos con ideas nuevas.

–Considerando el legado compositivo que tenés y la época que te tocó vivir, ¿qué significado tiene la canción para vos como canal comunicacional?

–Las redes manifiestan algo más banal. El arte refleja quien soy. El día a día está muy influenciado por el léxico, por lo generacional. Cuando hago música, me vuelvo medio atemporal. Es donde me conecto conmigo, y el espacio en el que me vuelvo más honesto y sensible. Veo todo lo que pasa afuera y lo traduzco desde la sinceridad. Y eso es muy terapéutico. Para mí es muy importante ese momento de curación, porque hay gente que pasa un año sin componer. Cuando tengo información, me siento a escribir. Hubo un montón de cosas que entendí o que tengo que procesar, y medio que lo dejo ahí. Me limpia un montón. La música siempre fue la voz de muchas contraculturas o batallas que se dan. Muchos artistas le cantaron al “frikismo” o la inadaptación social, y quería recuperar eso, que mucho no hay.

–A contramano de muchos de los álbumes locales que aparecieron en 2018, el tuyo es uno de los más largos. Sin embargo, en comparación a tus trabajos anteriores, Unisex es donde hay un mayor equilibrio entre los temas cantados en español y los que hacés en inglés. ¿A qué se debe la alternancia idiomática?

–Tiene que ver con herramientas. Sé hacerlo. No hay mucho más que eso. No reniego del español. Soy muy melancólico, más expresivo sentimentalmente, y el inglés acompaña mejor a los temas que hago en downtempo y midtempo. Es lo que me pide la canción. Si bien no me gusta decir a qué género pertenece mi música, porque no se encasilla en ninguno, me di cuenta de que el inglés no tiene géneros. Unisex también se trata acerca del equilibrio. Mis trabajos anteriores iban de un extremo a otro, de algo muy arriba a algo más abajo, de la luz a la oscuridad. Y yo me siento más cómodo en el medio de las cosas.

–Una de las rarezas del disco es el tema que abre el repertorio, “Cuidado con la cabeza”, en el que por primera vez la rockeás. ¿Es la novedad en tu propuesta?

–Quería fastidiar. Me encantaba la idea de que piensen que es un disco rockero, porque no lo es. Mucha gente me había dicho que agarre la guitarra y esto fue una contestación burlona. Quise meter todos los clichés del rock para que haya uno al que le moleste. “Cuidado con la cabeza” está inspirado en el grunge y las cosas alternativas de los ‘90 estadounidenses. Así me abría de la influencia inglesa.

–Si bien es notable el peso de los ‘90 que hay en tu música, el Bowie de esa década atraviesa tus tres discos. ¿Por qué?

–Más que por la música, el Bowie de los ‘70 me influyó porque vi mucho de mí en eso que hizo. Me ayudó a aprender un montón de cosas sobre quién soy. Y en los ‘90 esa apertura sónica fue muy grosa. Mis primeros discos estaban inspirados en Massive Attack, la de Beth Gibbons es una de mis voces favoritas, y Bowie se metió en eso. “Earthling” es un disco que me encanta, y que me abrió a lo industrial, lo que me llevó a conocer a Nine Inch Nails. Fue un catalizador para expandirme.

–Una nueva generación de artistas en todo el mundo, de la que destacan la transgénero escocesa Sophie o la cantautora Mitski, pareciera estar mirando hacia esa época. ¿Vos qué opinás?

–Me impresiona cómo pueden ser tan escuchados. Sophie tiene una propuesta súper bizarra, pero hay una camada haciendo eso. Está Arca, por ejemplo. Siempre fui de disfrutar de discos de artistas como Brian Eno y eso no es masivo. A veces me siento solo en eso porque no puedo compartirlo con la gente. Y eso me transmite mucho. Quizá tiene que ver con como uno vive la vida.

–¿Te sentís afín a lo que pasa acá en este momento, a las propuestas de Usted Señálemelo o Louta?

–Me gusta mucho el último disco de Louta. Y siento que propone algo súper loco que tiene que ver más con la performance que con la música. Me gustaría llegar también a su búsqueda sonora.

–¿Todo bien con el reggaetón y el trap?

–¿A qué te referís?

–En diciembre del año pasado, tuiteaste “Despiértame cuándo pase el reggaetón”...

–Lo habré posteado de chiste. No tengo prejuicios. Me gustan el reggaetón y el trap, si están mezclados con el pop. Ese género es lo más politizado que hay. Habla de cosas que están pasando, lo que no sucede en el pop o el indie. Y eso tiene un valor.