El modelo agroexportador argentino fue excluyente en diversos planos (social, político, económico). Las condiciones de vida eran pésimas para las mayorías populares, tal como reconoció el célebre informe oficial redactado por Juan Bialet Massé. Los aniversarios redondos dotan de mayor visibilidad a un acontecimiento histórico. El 100º aniversario de la Semana Trágica opera como recordatorio del desigual orden conservador. En otras palabras, la clase obrera no estuvo invitada a la fiesta del “granero del mundo”.
Los primeros conflictos sindicales se remontan a fines del siglo XIX. En 1896 se contabilizaron un total de 26 huelgas sectoriales (fideeros, curtidores, madereros). La creación de la Federación Obrera Argentina (FOA) en 1901 implicó un relevante avance organizativo. La FOA (luego FORA) fue la primera central de trabajadores de la Argentina. El activismo sindical puso sobre el tapete la denominada “cuestión social”. El Centenario de la Patria se “festejó” con Estado de Sitio, encarcelamiento de sindicalistas y deportación de 600 trabajadores. Los años previos al Centenario fueron muy movidos: siete huelgas generales se convocaron entre 1902 y 1910.
Los sucesos conocidos como la Semana Trágica tuvieron origen en la disputa por un pliego de reivindicaciones (aumentos salariales, reducción de la jornada laboral, reincorporación de obreros despedidos por su actividad sindical) elaborado por los trabajadores de los talleres metalúrgicos Vasena.
El 7 de enero de 1919, la policía reprime un piquete de huelguistas. El trágico resultado fue la muerte de cuatro trabajadores. El 9 de enero, los obreros asesinados son acompañados por una multitud de La Boca al cementerio de la Chacarita. El cortejo fúnebre es reprimido por las fuerzas comandadas por el comisario general Luis Dellepiane. Se suman veinte víctimas fatales. A su vez, los grupos de choque paraestatales atentan contra sindicatos, locales de izquierda e instituciones judías. La Liga Patriótica escribiría sus primeros palotes en esos días. Juan Forn relata: “Se sale a cazar judíos, lisa y llanamente. El pogrom como deporte de las clases pudientes. Coto de caza: de Once a Villa Crespo, zona liberada. En los cuatro días siguientes habrá más de setecientos muertos en las calles (algunos dicen mil trescientos). El nacionalista Juan Carulla, insospechable del menor filosemitismo, escribe en sus memorias: “Oí decir que los liguistas estaban incendiando el barrio judío y dirigí mis pasos hacia esas calles. Al llegar por Viamonte, vi en medio de la calle piras ardientes de libros y sillas y mesas. El ruido de muebles y cajones arrojados a la calle se mezclaba con los aullidos de viejos barbudos y mujeres desgreñadas, arrastrados de los pelos por mozalbetes”.
El irrepetible Soiza Reilly, maestro de la crónica callejera, agrega: “Se los obligaba a golpes a cantar el Himno Nacional, y a quienes no lo sabían se les orinaba en la boca”. Poco después escribirá que nunca se practicaron tantos abortos en el Once y Villa Crespo como en los tres meses siguientes a la Semana Trágica, por las innumerables víctimas que hubo de violación” (“El pogrom como deporte de las clases pudientes”, artículo publicado en PáginaI12 el 06/1/2019).
La cantidad de víctimas de esa orgía represiva no se conocen con exactitud, aunque los historiadores estiman alrededor de 700 muertos y más de 2.000 heridos. Cien años de la Semana Trágica. El inmenso Osvaldo Bayer escribía todos los años una crónica sobre este acontecimiento. Esta vez no fue posible. Otros tomaran la posta.
@diegorubinzal