Mediados de 1994. La evocación mezcla la palabra efedrina en el vocabulario local, el término tarantinesco con el estreno de Pulp Fiction, el suicidio de Kurt Cobain y la batalla del britpop entre Oasis y Pulp. El genocidio en Ruanda aconteció en ese entonces y hasta el día de hoy no se sabe cuántos murieron en el conflicto de etnias que tuvo el corolario de un pueblo diezmado. Black Earth Rising (Netflix estrenará la miniserie de ocho episodios el próximo viernes 25) mete el dedo en la llaga de ese recuerdo incómodo. Que el hecho no genere el mismo efecto en nuestra memoria es uno de los desafíos que se propone sortear la entrega dirigida por Hugo Blick.
La producción original de la BBC sigue a Kate Ashby (Michaela Coel), tutsi de nacimiento que de muy pequeña sobrevivió a la matanza perpetrada por los hutu. Africana con pasaporte británico y adoptada por una abogada internacional (Harriet Walter). De adulta, la mujer trabaja como investigadora legal para un bufete especializado en derechos humanos comandado por Michael Ennis (John Goodman). Que retorne a la oficina tras haber tenido un trance psiquiátrico es una de las muestras de que aún la acosan los fantasmas. “Una vez que fuiste tocada por la maldad, ésta no te deja ir”, dirá en un momento la mujer que tiene un fuerte compromiso con su raíz pero no puede recordar el nombre en su lengua nativa. El pasado volverá a estallarle cuando su madre tome un caso en la Corte Penal Internacional. Lleva adelante una acusación contra un militar que acabó con el conflicto en esa región africana y que fue denunciado, a su vez, por crímenes de lesa humanidad. Por su parte, Kate debe ayudar en la defensa de la hermana del presidente de Ruanda que fue acusada del asesinato de un cura y terminó extraditada en Francia.
La línea más clara de Black Earth Rising es la del thriller político con el trasfondo de ese hecho atroz. Mientras más investiga, mayor el peligro para Kate, en tanto se develan una serie de secretos en relación a su propia identidad. La otra más dramática muestra la reconciliación de la protagonista con su propia historia. El papel secundario de John Goodman es claramente mucho más que eso y brinda un costado singular para este tipo de proyectos. Tiene un vínculo muy humano con su compañera de trabajo y por su naturaleza cáustica se aleja del sentido de importancia que suelen tener este tipo de relatos.
Black Earth Rising también debate sobre las formas actuales de neocolonialismo. De hecho, el comienzo de la miniserie es con un estudiante negro que le cuestiona a la madre de la protagonista sobre “el paternalismo y la superioridad moral de Occidente”. El director, Hugo Blick, manifestó que fue muy consciente de esta perspectiva. “Pero es el derecho de un artista evocar ideas de verdad, más allá de lo étnico, el género o la nacionalidad”, expresó quien fuera el realizador de la notable The Honourable Woman protagonizada por Maggie Gyllenhaal y que trabajó la problemática del duro proceso de paz en Medio Oriente. En ambas hay una mujer que sirve de prisma a través del cual se percibe que lo personal es político –y viceversa–.
Coel se entrega a Kate con grandes dosis de fortaleza y fragilidad, y su falta de recuerdo sobre el pasado opera de manera singular para la propia audiencia. De hecho la propia actriz dijo sentirse “avergonzada y perpleja” por desconocer lo sucedido. “Quería corregir mi propia ignorancia y sentir una sensación de redención por esa falta de conciencia. Como hemos visto gracias a Trump, necesitamos información y sólo hay ciertas maneras en que podemos obtenerla”, planteó la actriz de Black Mirror.
Otro aspecto llamativo de la producción es el uso de animaciones para recrear lo más sangriento de la Guerra Civil. En vez de la representación gore, el director optó por el uso de unas sobrias líneas monocromáticas en blanco y negro. Blick dijo que su referencia fue la técnica usada en el documental Waltz with Bashir (Ari Folman; 2008) y que su intención era la de alejar al espectador de la violencia gratuita. Propósito noble y que a su vez logra el objetivo de darle de vitalidad al terror más indescriptible.