“La práctica política en un espacio orgánico es fundamental para enfrentarse a las injusticias y transformar esta sociedad. Sin duda la entrega y la lucha de mis viejos me marcaron, y ojalá haya recibido algo de esa vocación revolucionaria, de esa energía en la militancia.” Irene Provenzano habla dulce y pausadamente sobre su papá, Francisco “Pancho” Provenzano, dirigente del Movimiento Todos por la Patria (MTP) que hace 30 años tomó junto a sus compañeros el cuartel militar de La Tablada y permanece desa- parecido. “El proceso judicial está siendo muy reparador y aglutinador de la presencia de familiares, hermanos, ex parejas, hijos de compañeros y compañeras caídos en La Tablada para los que por primera vez hablar significa amplificar las denuncias hechas en 1989 casi en soledad, es muy reparador de la memoria de sus viejos, hermanos, tías y tíos, es muy reparador como reivindicación del orgullo que todos y todas tenemos como militantes revolucionarios”, dijo sobre el juicio que está teniendo lugar ante el Tribunal Oral Federal 4 de Morón por el asesinato y desaparición de José Díaz en medio del operativo que reprimió la toma el 23 y 24 de enero de 1989 en ese regimiento del Ejército. La hija del dirigente afirmó a PáginaI12 que el MTP “fue a generar un hecho revolucionario”, y anticipó que emitirán un comunicado que da por tierra la versión oficial que ellos mismos sostuvieron, al decir que se trató de un intento de freno a un golpe de Estado que se estaba gestando en aquellos agitados días finales del alfonsinismo.
Irene Provenzano vive en un PH en Almagro con su compañero Julián y sus hijos Facundo, de 3 años, y Emilia, de 6. Estudió Ciencia Política en la UBA y se dedica a la docencia. “La síntesis de estos dos primeros meses de audiencias es que permitieron revelar cuestiones del encubrimiento judicial, algo que los familiares y los abogados históricos de la causa ya habían denunciado. Hubo un aporte de testimonios y pruebas muy esclarecedor de lo que fue el accionar del juez (Gerardo) Larrambebere y todo el juzgado de Morón. Que a treinta años estemos en esta instancia tiene que ver con el aparato judicial al servicio de garantizar la impunidad de los milicos”, expresó sobre el proceso que tiene como imputado al general Alfredo Arrillaga, máximo responsable del operativo militar que entre el 23 y 24 de enero de 1989 torturó, asesinó y desapareció a integrantes del MTP en la etapa final del gobierno de Raúl Alfonsín. “Los testimonios fueron esclarecedores de las demás responsabilidades militares que empiezan a aparecer, de desentrañar un poco cómo fue el operativo de violación a los derechos humanos que se activó una vez que se consumó la rendición de los compañeros, quedó bien claro que se rindieron 16, que Berta Calvo fue asfixiada, que mi viejo y Carlos Samojedni fueron separados del resto”, agregó.
–¿En qué sentido es reparador el juicio?
–Cada vez somos más, es un tribunal muy chico que tiene lugar para doce personas sentadas y todas las audiencias de enero, en medio de las vacaciones, de las actividades de cada uno, están llenas con gente sentada en el piso queriendo acompañar, sintiendo por primera vez que estamos más cerca de saber qué pasó después de que se rindieron y fueron fusilados, con los desaparecidos, con los que recibieron torturas atroces cuando estaban a disposición del juez Larrambebere, y que haya un tribunal que 30 años después los esté escuchando a todos y abriendo la puerta para que esta causa tenga muchas denuncias más es algo muy importante como alumbrador de memoria, verdad y justicia.
–¿En la versión oficial no figuraba la rendición?
–Se rindieron 16 el 24 de enero, los casos de Iván Ruiz y José Díaz son el 23 y serían dos más que se entregan, se rinden y son fusilados y desa- parecidos. Es una rendición que debió seguir con su detención y que los compañeros fueran entregados a la Justicia, y en cambio los fusilan y desaparecen. A esos dos que se entregan el 23 se suman los 16, que terminan siendo 13 por el asesinato de Berta Calvo y la desaparición de mi viejo y el Sordo (Samojedny), y hay muchos compañeros que son presumiblemente muertos en combate el 23, pero hay claros indicios de que muchos fueron detenidos y fusilados. Es el caso de Pablo Ramos, hermano de Joaquín, que declaró la semana pasada en el juicio, cuyo cuerpo es encontrado con un tiro en la cabeza a corta distancia. Y no se sabe qué pasó con él, como tampoco las circunstancias de su muerte. Puede haber más casos en los cuales la impunidad militar y judicial no permitieron investigar.
–¿Cómo vivió en lo personal el ataque al cuartel?
–Cuando pasó lo de La Tablada yo tenía cuatro años, fue una ruptura muy grande respecto de cómo hubiera sido mi vida si esto no hubiera pasado, sobre todo porque perdí a mi papá y a mi mamá. Hay algo particular de lo que pasó con mi viejo que me coloca en el lugar de pensar en el “como si”, mi viejo tendría que haber estado preso con el resto de los compañeros y seguramente mi historia hubiera sido muy distinta si hubiera sido hija de un compañero preso, otra hubiera sido mi relación con La Tablada desde muy chica. Mi familia de ambos lados es muy politizada y atravesada por la dictadura y el genocidio, del lado paterno un hermano menor de él murió en el ‘75, era del ERP como mi viejo. Fue en el marco de un operativo en el cual el ERP puso una bomba en el edificio Libertad, eso falló y murió él solo, se llamaba Julio Provenzano. Del lado de mi vieja tengo una tía desaparecida, Pinky Lareu. Ambas familias, con diferentes ideologías y configuraciones de militancia y políticas, vivieron en carne propia lo que fue la dictadura militar, con pérdidas muy fuertes. La historia política del país siempre atravesó de manera muy patente mi historia familiar. Siempre supe lo que había pasado en La Tablada, desde muy chiquita intenté conocer más a mis viejos, más allá de los pequeños recuerdos que pudiera tener.
–¿Usted también militó?
–Sí. Milité muchos años en el Movimiento Popular La Dignidad, una organización social y política de izquierda con tradición en lo que fueron los movimientos piqueteros de resistencia al neoliberalismo que crecen muy fuerte luego del 2001, sobre todo en ámbitos de la educación popular y construcción territorial y barrial. Hace unos años estoy un poco alejada de la militancia cotidiana, pero obviamente la práctica política y la organización en algún espacio orgánico me parecen fundamentales para enfrentarse a las injusticias y transformar la sociedad. Las razones de las militancias son muy complejas e integrales de cada uno.
–¿Cómo era la vida en familia?
–Con mis viejos era una vida vinculada a la militancia y a las reuniones, la vida con compañeros y compañeras, mis amigos de chica eran los hijos de los compañeros del MTP, me acuerdo de reuniones en barrios populares, de viajes por política de ellos, recuerdos pequeños y fragmentados porque era muy chiquita, pero me acuerdo de esa vida. Para mí hubo un gran cambio cuando pasé a vivir con otra familia, con otras profesiones, de escuelas privadas y otra inscripción política. Pero el cambio más significativo tenía que ver con que ellos no estaban. Esa vida tan distinta que ellos proponían a su hija cambió totalmente sin ellos. Pasé a vivir con un hermano de mi papá, Sergio Provenzano, de militancia radical. Si bien era una persona politizada, la militancia en los partidos tradicionales es muy diferente a la vida del militante en una familia de izquierda.
–¿Cómo considera que modificó el devenir político la toma de La Tablada?
–Tengo mi opinión al respecto, pero trato de evitar dar esa respuesta, esa reflexión deben hacerla los compañeros del MTP que entraron y están vivos. Al ser hija me pone en un lugar un poco complicado, trato de centrarme en las cuestiones de los derechos humanos y de la justicia por mi viejo y los otros compañeros. Ahora por los treinta años saldrá un comunicado que reivindica la lucha de los compañeros y una caracterización del hecho bastante sincera que se corre de la versión oficial que mantuvieron para el juicio. Los compañeros, por la lectura que hacían de la coyuntura y por las características que fue asumiendo la organización en ese momento, quisieron generar un hecho revolucionario a partir de la toma de un cuartel militar. Podemos discutir lo mal o lo bien que estuvo eso para cada uno de los protagonistas y los militantes que quieran opinar de eso, pero es diferente a las demás versiones. Fueron a generar un hecho revolucionario a partir de una acción armada. Así lo escribieron los ex presos en el comunicado, y corre un poco ese velo de misterio y conspiración sobre Tablada, que no permitió discutir.
–¿Y cómo cree que afectó a la militancia?
–La Tablada generó una ruptura en la militancia. En los ‘80 con los compañeros que habían sobrevivido a la dictadura el MTP y otras organizaciones podrían haber sido ese nexo entre lo que fue la década del ‘70 y lo que fue la resistencia al neoliberalismo en los ‘90. El MTP tuvo al principio esa amplitud y combinación de laburo territorial, sindical, de alianzas políticas, más electoral por momentos y menos en otros, frentista, que no son las características del MTP en el ‘89 pero fueron parte de sus orígenes. El hecho Tablada empaña todo lo que fue la construcción del MTP que hubiera sido muy útil como nexo generacional y de militancia con la resistencia de los ‘90. Eso cortó la posibilidad, y en las organizaciones populares y de izquierda también la cortó como solidaridad. Los compañeros presos estuvieron muy aislados y solos, más allá de los sectores que los siguieron apoyando sin los cuales no hubiera sido posible la lucha por la libertad. Pero en 1989 hubo mucha soledad para ellos y eso fue muy jodido.