Esta nota arranca de dos números: los quinteros producen el 60 por ciento de las verduras que consumen los hogares del país; sin embargo, al final de sus vidas productivas –vidas productivas sin vacaciones, con jornadas laborales de 12 horas– el 80 por ciento no ha conseguido comprar la tierra que trabaja. La enorme mayoría se retira dejando a los hijos poco más que el conocimiento de su oficio.
En el AMBA, territorio que abarca desde el gran La Plata, al sur, hasta Campana, al norte, los pequeños productores hortícolas son mayoritariamente inmigrantes bolivianos o sus hijos.
La combinación de pobreza e inmigración ha mantenido a sus situaciones de vida –y las razones que así lo determinan– en lugar poco visible, del que en el último tiempo, a fuerza de verdurazos y ferias populares, lograron emerger como una presencia nueva en el escenario urbano. La figura del quintero se instaló en las plazas de la Ciudad de Buenos Aires como una presencia cercana, a la que ahora el gobierno porteño pretende erradicar (ver aparte). Aunque tal vez todavía sean más conocidos por sus bajos precios que por sus reclamos y objetivos de fondo.
La organización detrás de ese proceso es la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Nacida hace diez años en la región de quintas que bordea la ciudad de La Plata, la UTT se formó desde un grupo de jóvenes que vivían en la zona y que habían hecho su primera militancia en organizaciones sociales. La armaron inicialmente como organización barrial, pero en su avance adquirió otro carácter, más de tipo gremial y sectorial. Hoy en la UTT se piensan a sí mismos como un equivalente a la Federación Agraria, pero de un sector de productores sin tierra. Además se inclinan fuertemente en favor de la agroecología.
El principal objetivo de la organización es conseguir modos de acceder a la tierra. Por ejemplo, hoy reclaman la creación de líneas de crédito blandas del tipo Procrear. Durante el gobierno anterior, después de un proceso de tomas y negociaciones con Desarrollo Social, lograron acceder en comodato a 85 hectáreas en Luján, donde montaron una colonia agrícola.
Hacia dentro, organizarse entre quinteros les permitió comprar tractores comunitarios, abrir salas de atención médica en zonas rurales, capacitarse en producción orgánica de verduras, crear una red alternativa de comercialización, apoyada en la web.
La UTT hoy nuclea a 16 mil familias productoras en quince provincias del país; aunque esta nota está centrada en aquellas que residen en torno a Buenos Aires.
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Quien haya ido a una de las últimas expo de la Sociedad Rural los habrá visto en la entrada del predio ferial, regalando 10 mil kilos de verdura. También hicieron verdurazos en la Plaza de Mayo y en el Congreso. En épocas de menor despliegue, la propuesta durante el último tiempo fue llegar a la ciudad con un cara a cara a través de ferias populares.
Es jueves, ocho de la mañana, y en la plaza Once el cielo está despejado. Un flete con la bandera verde de la UTT estaciona sobre la avenida para descargar sus cajones con verduras. La feria es armada con lo mínimo: la mercadería y sus productores. No hay gazebos, ni puestos, ningún otro tipo de infraestructura. Sin embargo, los colores de la mercadería recién cosechada son de un lujo que viste cualquier instalación.
Cuenta Walter Tarijo, 27 años, feriante: “Vengo de varias generaciones de productores. Mi papá llegó a desde Bolivia a Salta como peón de la cosecha. Después nos mudamos con toda la familia a La Plata para trabajar en las quintas. Hoy tiene 51 años. Trabajó toda su vida pero sigue alquilando las dos hectáreas donde producimos”.
En la actividad, el inmigrante empieza como jornalero y si consigue juntar algo de dinero pasa a ser mediero, alquilando junto con otra familia el lote para sembrar. Son muy pocos los que consiguen pasar de ahí.
Las condiciones de vida de los quinteros son precarias. En general, hay cinco o seis familias con un solo baño por predio. El agua es de pozo, no hay gas natural, ni cloacas. Las construcciones son casillas porque, al alquilar, no tienen permitido levantar viviendas permanentes. Los incendios son un desastre frecuente.
Sobre este piso de vida tan bajo, las medidas macroecónomicas tomadas por el gobierno de Cambiemos han sido duros golpes. Esto se debe a que todos los insumos que utilizan tienen precios dolarizados (semillas, plásticos, fertilizantes); la suba de la electricidad los afectó fuertemente porque las quintas la usan en gran cantidad para extraer agua y para regar. La desarticulación de la Secretaría de Agricultura Familiar dejó sin políticas de asistencia al sector. Estas son algunas de las razones que los obligaron a pensar estrategias para salir a la calle.
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Agustín Suárez es uno de los fundadores de la UTT. Tiene un título de ingeniero agrónomo, aunque últimamente le está tocando más el trabajo de comunicar quiénes son y qué hacen.
“Desde los años 40 o 50 que no había tantos quinteros en la calle”, apunta. La UTT hizo el primer verdurazo en 2016. “Fuimos a la Plaza de Mayo para presentar nuestro proyecto de ley de acceso a la tierra. Habíamos hecho manifestaciones durante el gobierno anterior, pero con menos despliegue porque se trataba de reclamos puntuales a la Secretaria de Agricultura Familiar.”
“En cambio, todas y cada una de las medidas que fue tomando este Gobierno nos pegaron muy profundamente, desde las económicas hasta las políticas: devaluación, inflación, depresión del mercado interno, desguace de la Secretaría de Agricultura Familiar, todo esto sin contar con los problemas estructurales e históricos del sector, por los que este Gobierno no sólo no hizo nada, sino que profundizó. En estos más de dos años y medio no hubo una política pública en favor de un sector del campo que produce alimentos, que genera puestos de trabajo y arraigo en las periferias de las ciudades y en el interior profundo de las provincias”.
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La estrategia de desarrollo de la agroecología ha sido impulsada enteramente desde dentro de la organización. En la actualidad los quinteros tienen 120 hectáreas de producción libre de químicos. La propuesta se fue contagiando de productor a productor. Sobre este aumento de la producción, fueron armando luego un sistema propio de comercialización, con almacenes propios y –sobre todo– una red a través de la su página web para la venta de bolsones de alimentos frescos y orgánicos.
Las colonias nacieron como una propuesta de política pública para el acceso a la tierra. “Son núcleos cercanos a lugares urbanos, con 50 o 60 familias que producen de manera cooperativa e integral alimentos sanos, agroecólógicos para abastecer a la ciudad”, explicó Nahuel Levaggi, dirigente de la UTT. Hoy tiene dos, una en Luján y otra en San Vicente, ambas sobre tierras que primero ocuparon. Y acaban de hacer un acuerdo con la intendencia de Gualeguaychú para armar una tercera, más chiquita, en tierras del municipio.
“Hay una tendencia mundial a comer mejor, a consumir más sano. En la Argentina esa tendencia está empezando a impactar y es un nicho económico para darle viabilidad a la producción agroecológica”, apunta Levaggi. “Para nosotros es la oportunidad de unir la producción libre de químicos como propuesta política, con un modo de trabajo digno, libre y cooperativo.”