"¿Viste la violeta azul que crece en el pasto/ y pronto desaparece con los rayos fuertes/ del sol de la mañana dejándola invisible,/ un punto azul apenas que ahora nos recuerda,/ replegada, la llamamos orquídea salvaje/ de la pampa por su intenso color iridiscente/ y la belleza de su forma que en unas horas/ se desarma, y más que verla la recordamos/ como todo en este páramo verde cuyo fondo/ es el celeste y el polvo/ mirá las noches oscuras con la luna y estrellas/ socavadas en el cielo que parecen puntas/ de diamante, qué carajo he venido a hacer/ aquí, abandonando las arcadias del delta/ y la belleza sin fin acechándome como/ el lobo a las ovejas y la oveja a la violeta/ de las pampas que se pierde al sol del mediodía/ en el celeste y el polvo?"

"Puntas de diamante" se titula el poema citado de Diana Bellessi. Es uno de los 56 que integran su libro Fuerte como la muerte es el amor (Adriana Hidalgo, 2018, 96 páginas). Un poema redondo, perfecto, rotundo, una nota suprema de su obra que también se vuelve redonda en este magnífico libro: porque Fuerte como la muerte es el amor está íntegramente ambientado en Zavalla (provincia de Santa Fe), localidad que se encuentra a 20 kilómetros al suroeste de Rosario.

Fue "en el pueblo de Zavalla/ tan perdido en el mapa/ como una islita de azur" donde la autora nació en 1946 y de donde partió para estudiar Letras en la sede rosarina de la entonces Universidad Nacional del Litoral. A aquel primer movimiento le siguió el viaje iniciático juvenil en los años '60 por el continente americano, el primero de una larga serie de descubrimientos que sumaron dos o tres continentes más. Asia está presente en su poemario anterior, Pasos de baile (Adriana Hidalgo, 2015). Recién llegada de África, abrió en Santa Fe la edición 2018 de Poesía Litoral. En 2011, ganó el Premio Nacional de Poesía y el Premio Fundación El Libro por su obra reunida Tener lo que se tiene (Adriana Hidalgo, 2009). Al año siguiente, se estrenó El jardín secreto, documental sobre su vida y obra, dirigido por Diego Panich, Claudia Prado y Cristián Costantini. Las locaciones del film producido por el INCAA y por Sirirí Cine abarcan los tres lugares entre los que transcurre hoy su vida: la ciudad de Buenos Aires, su casa en el Delta donde encuentra paz para escribir y el terruño natal que es el tema de su nuevo libro.

"El jardín secreto", documental sobre vida y obra de Bellessi.

Tras una recopilación antológica en 2002, Diana abrió el siglo con la potente trilogía que integran Mate cocido (2002), La rebelión del instante (2002-2006) y La edad dorada (2003). Referente de la lucha feminista desde la diversidad sexual, Bellessi fue una figura clave de la escena cultural durante la década ganada. Como dijo en una entrevista, pertenece a la generación de clase obrera que migró hacia la universidad a través del peronismo: tensión cultural expresada en una obra poética donde se hermanan (como bien señaló Silvina Friera) el habla popular y la lengua culta de la poesía. Con un oficio que se expresa en la sonoridad y el ritmo encabalgado, autora desde 1972 de casi 40 libros publicados entre poemarios, traducciones, antologías, crónicas y ensayos (incluido en este último rubro el muy influyente La pequeña voz del mundo, 2011), Diana Bellessi es una de las voces vivas más resonantes, influyentes y bellas de la poesía argentina.

Dice el dicho que la infancia es la patria del poeta. ¿Qué no podrá nacer de un repatriarse a Zavalla? En su reseña de Fuerte como la muerte es el amor, escribe el poeta Leandro Llull: "Pareciera que este retorno al pago implica la consagración de una herencia que se obtuvo únicamente mediante un perfeccionamiento en la lejanía y que sólo puede culminarse con una coronación en el centro de su fuente".

Al igual que en otros de sus poemarios, Diana Bellessi traduce a lo literario (novelesco o teatral, o incluso canciones populares) la naturaleza que va descubriendo a su alrededor en el abrigo de su lugar de pertenencia. Surgen así personajes, plantas y animales como personas no humanas, cada uno con su nombre y simbolismo. Regresa de otros libros la perra Talita (nombre arameo de origen bíblico, alusión a la resurrección milagrosa de una niña) y tenemos el gusto de conocer (en más de un poema) el vuelo y la mirada de un búho blanco llamado Tyto Alba.

La lengua rural y el género de la gauchesca fueron consagradas por la literatura nacional de otros siglos como las formas ideales para el tema del campo, algo de lo cual es consciente la poeta cuando dice cosas como: "y no ceso de manotear algo/ arreándolo al poema" ("Oh pajarito mío"). Pero en el poema hay lugar tanto para los nombres aborígenes de estos seres como para una intempestiva letra de rock en inglés: "I'm lost in the forest all alone/ de los llanos de Zavalla donde fui/ feliz como un meteoro ardiente". (Parque Villarino) o para las alturas sublimes del misticismo: "nos vamos ya salvados/ en la línea fina del mundo" (¿Lo ves, mi rey?).

Lo que enhebra este patchwork de dialectos de la dicha es un tono consistente de ternura, una ternura inagotable por cada ser viviente, ya que como dice Diana Bellessi al comienzo mismo del documental de 2012, una voz en off entre el canto de los pájaros y la imagen de la luz del sol resplandeciendo a través del follaje de los árboles: "¡El mundo se achata cuando no lo amás!".

Fuerte como la muerte es el amor tañe una octava altísima no sólo en la obra de Diana Bellessi sino en el proyecto moderno de una espiritualidad centrada en la naturaleza, proyecto moderno cuyo origen medieval puede rastrearse en San Francisco de Asís y que surge poderoso en el siglo XVIII en Jean-Jacques Rousseau y en la poesía del Romanticismo. Si bien era un tema artístico desde mucho antes, es cuando el paisaje comienza a ser herido por la industria que pasa a ser amado en su condición prístina por los poetas. Al desparramar su amor hacia el paisaje natural de la pampa gringa (evidentemente mucho más áspero y liso, menos amable que el del delta), Bellessi da una vuelta de tuerca a una tradición regional de poesía litoral. Allí las figuras señeras son el entrerriano Juan L. Ortiz y la rosarina Beatriz Vallejos, aunque se puede situar también en esa estela al "objetivismo lírico" del poeta rosarino Edgardo Zotto (1947-2014). Y por supuesto no faltan los ecos de Cesare Pavese y de Dylan Thomas.

Más acá o más allá de un mero paisajismo literario, el yo poético protagoniza la contemplación como única acción posible ante lo natural ("nada/ puede hacer más que mirar la belleza") y se aplica a aprender filosóficas lecciones de bienaventuranza de las aves, "contentas porque tienen todo el tiempo/ y el tiempo es ahora".