River ganó el único Superclásico del verano echando mano a la misma receta con la que se llevó la Copa Argentina: intensidad, presión, pierna bastante fuerte y fútbol en cuentagotas. ¿Será el estilo con el que Marcelo Gallardo asumirá la final de la Supercopa el sábado próximo ante Lanús, la Copa Libertadores y el resto del campeonato?
Boca en cambio, perdió por mérito propio. Cometió dos errores claves y terminó resignando en el segundo tiempo, un partido en el que había sido mejor en el primero. A diferencia de su tradicional adversario, el equipo de los mellizos Barros Schelotto cuenta con más juego en la media cancha con Gago y Pablo Pérez. Y dos extremos picantes como Cristian Pavón por la derecha y Ricardo Centurión por la izquierda.
Pero da la impresión de que lo que más o menos tiene arriba, a Boca le falta abajo. Los centrales Tobio e Insaurralde no aportaron solvencia en las salidas, Peruzzi y Fabra ratificaron que son una cosa con la pelota y otra sin ella, el arquero Werner no termina de transmitir confiabilidad y por allí, estuvo la explicación de una derrota que duele porque siempre duele perder contra River, se juegue por lo que juegue y donde se juegue.
River tendrá un semestre recargado. A la final del sábado en La Plata deberá agregarle desde marzo el desgaste de la Copa (otra vez la gran prioridad) y los partidos del torneo de Primera que, en apariencia, será un banco de pruebas (arranca 9 puntos por detrás de Boca) donde Gallardo pondrá a punto sus piezas.
En ese contexto, el técnico volvió a hablar fuerte y claro. Y ratificó lo que ya todos saben: hay un plantel demasiado corto para afrontar toda esa exigencia. Tan corto que Lucas Alario se resintió de una dolencia, Nico Domingo amaneció afiebrado y no se pudieron completar los siete suplentes. River fue con uno menos al banco y con cuatro pibes (Montiel, Martínez Quarta, Palacios y Andrade) que en conjunto no deben totalizar 30 partidos en Primera.
O sea: aun con la llegada anunciada de Carlos Auzqui y la presunta de Emiliano Rigoni, Gallardo no tendrá muchas variantes para rotar y recambiar. Tampoco para reencontrar el volumen de juego que de a ratos le dio Andrés D’Alessandro durante su año de estadía. Hoy por hoy, a River le falta un volante creativo, alguien que maneje la pelota y dicte tiempos y ritmos. Por lo visto en la noche del sábado, tal vez Ignacio Fernández podría asumir esa tarea. Pero le falta mayor peso específico, un ascendiente superior con sus compañeros. Quizás, la orden del técnico para que empuñe definitivamente el timón.
Acaso por eso, River jugó a lo que pudo. Encimó a Boca en el medio con aspereza (acumuló cinco tarjetas amarillas) para que Gago no pudiera hacer valer la delicadeza de su primer pase y cuando logró recuperar la pelota, los soltó a Mayada y a “Pity” Martínez por los costados. Un juego veloz, directo y contraatacante, de carrera con las bandas y pelota cruzada al área que dejó de lado una mayor elaboración y recién pudo imponerse en el segundo tiempo. A falta de otras variantes, ¿será siempre así River en este semestre? Le sobran los partidos para poder demostrarlo.
Por su parte, Boca, sin Tévez, dependerá cada vez más del fútbol que puedan generar Gago y Pablo Pérez desde el medio con las reservas que merece el equilibrio emocional de los dos. Gago estuvo quejoso y molesto con la fricción a la que lo sometieron los volantes de River. Y a Pérez lo amonestaron en los primeros 10 minutos del parrido y debió haber sido expulsado por el árbitro Néstor Pitana en la gresca del segundo tiempo, junto con Insaurralde, Bendetto y Driussi.
También Boca necesitará que alguna vez el cordobés Pavón acierte más de lo que se equivoca en la última puntada y que Centurión entienda que la gambeta es un medio y no un fin en sí misma. Los mellizos tienen un banco más robusto que el de Gallardo. Y muchos menos partidos (apenas los 14 que restan del campeonato) para moverlo. El objetivo boquense es uno solo: salir campeón y volver a la Libertadores de 2018. Pero su talón de Aquiles es la defensa.
Sin un arquero que transmita certeza a sus compañeros (Werner sacó dos pelotas claras pero no respondió bien en el gol de cabeza de Mina), con laterales eficientes en la proyección pero vulnerables en la marca y con centrales complicados para sacar la pelota bien jugada desde el fondo, Boca puede sufrir más de la cuenta. Salvo que los Barros Schelotto armen un equipo que sea capaz de hacer un gol más de los que le hacen. Eso está por verse.