La baja de la edad de la imputabilidad penal, la creación de fuerzas de reservistas, la compra de pistolas taser, las muestras de ADN, las listas de extranjeros a punto de ser deportados sirvieron para pasar los primeros días del año, pero hace falta algo nuevo para tirarle al periodismo, algo que ayude a que se siga moviendo la ruedita del hámster que mueve la agenda.
No basta esa agenda del siglo XIV o XV, necesitamos ejes más actuales. Algo moderno, con tecnología, comentan los expertos en posmodernidad y cocina gourmet que asesoran al gobierno. ¿Qué está entre lo más popular en Netflix?, preguntan. Nace, así, el pase del año, una triangulación que no solo permitirá alimentar a los ejércitos de trolls del gobierno semiótico, sino también garantizar el triunfo en las presidenciales e incluso lavar y quedarse con algo de dinero de los jubilados (un hobbie que se les ha vuelto un vicio).
En un convenio entre la plataforma global de series y películas en streaming, el Fondo Monetario Internacional y el robusto y apuesto Estado argentino, la consultora y empresaria japonesa Marie Kondo pasa de Netflix a un club del ascenso uruguayo y, una hora después, la AFA aprueba el transfer al mejor equipo de los últimos quinientos años y se incorpora al gabinete nacional como Jefa de Departamento de Organización Administrativa. Se dice que, si la Corte Suprema se deja de joder con su neomayoría santafesino-peronista y habilita una reforma constitucional exprés, la autora de “La magia del orden” y “La felicidad después del orden” sería parte de la fórmula presidencial en las primarias abiertas, simultáneas, obligatorias y sobrevaloradas.
A unas treinta cuadras de la Casa Rosada y sin saber aún nada de esto, Atilio entra al bar con un tostado caribeño de queso y guayaba, obtenido en las arenas de una de las sedes del proyecto municipal Buenos Aires Playa. Ingresa a las zancadas, como si todavía estuviera saltando olas ficticias con unas flamantes crocs apócrifas que le regaló su esposa Clotilde para los Reyes Magos y unas medias largas hasta la rodilla con múltiples bigotes estampados y la leyenda “Ponele López Murphy a tu voto 2003”.
El Gallego desconfía un poco de Atilio, pese a que hace años que lo conoce y, por las dudas, cambia la térmica, dando de baja la conexión clandestina y habilitando el medidor oficial de electricidad. Ernesto se apura y pasa rápido las páginas del diario, de la sección de política a los clasificados. No tiene ganas de discutir ni siquiera sobre fútbol.
En la radio, se interrumpe un clásico de Los Olimareños y, sin mediar la locución avalada con sello de calidad IRAM del Bebe Sanzo, se empieza a escuchar el clásico infantil: “A guardar, a guardar /cada cosa en su lugar / sin tirar, recoger / que después hay que volver”.
En la tele, se adivina un viejo partido de fútbol en el que se ve a un joven Lío Messi feliz, jugando en compañía de Juan Román Riquelme. Un videograph en rojo corta la transmisión y anuncia: “Directo desde la Casa Rosada”.
Atilio vuelve a enfundar sus pies en las crocs, no le gusta estar descalzo cuando algún funcionario anuncia una medida. Ernesto eleva un ojo hacia el plasma, mientras con el otro está atento a un aviso inmobiliario que oferta el alquiler de un departamento de catorce metros cuadrados sin ningún tipo de servicio público. Autogestionado ciento por ciento. “Disfrute de Cabo Polonio en Buenos Aires”, se lee. Una mancha de café frío se le cae sobre el papel de diario y forma el rostro de John William Cooke.
Desde la Rosada, se ve al exministro de coso y actualmente bajado a rango de secretario de cienciología junto a la escritora y conductora del reality ¡A Ordenar! Con traducción simultánea, Kondo dice que con el nuevo cargo cumple el sueño de su madre de dejar de ordenar casas de familia y pasar a ordenar un país entero. Ante la pregunta de un periodista de Cadena Tres sobre cuál será su primera medida, no defrauda y anticipa que la Argentina no puede ser una acumuladora compulsiva: va a apilar a todes les jubilades (la traductora suscribe al lenguaje inclusivo) en la Plaza de Mayo y luego va a auscultar une por une. Antes de botarles (junto al lenguaje inclusivo la traductora estudió neutro en la Universidad Internacional de la Florida), Kondo dice que hay que agradecerles por los servicios prestados y besarles las nalgas.
Ernesto siente estupor, piensa en que hubiese preferido de ministro al Japonés García o al delantero nipón-xeneize Naohiro Takahara. Mientras, Atilio sigue las instrucciones de la nueva funcionaria: cruza sus brazos y los apoya en la panza, luego se pliega en tres y se guarda en vertical para evitar ocupar más espacio. A simple vista, parece uno de los nuevos TV enrollables. Una cucaracha lo imita, ante el torpe intento del Gallego de atraparla bajo su sanguchera. Lo que el Gallego no sabe es que la cucaracha con la que pelea mantiene relaciones carnales con una cucaracha de esas que le dictan lo que tienen que decir a los conductores de televisión, generando una nueva especie que tiene planes para el gobierno nacional.