Este era un texto corto que subí a mi Facebook hace un año. La protagonista tenía unos dilemas amorosos bastante superficiales, y estaba neurótica y centrada en ella y no paraba de hablar hasta que algo, que no pongo acá porque no sé si esto se lee antes o después del cuento, la ubicaba, digamos, en “lo que realmente importa” en la vida. 

Como este año que pasó saqué mi primer libro y traté con escritores y escritoras y gente que está haciendo su carrera en la literatura y fui yo misma presa de cierta angustia, de si el libro se vendía o no se vendía, se distribuía o no se distribuía, lo reseñaban o no lo reseñaban… y todo ese panorama y la persona en la que me transformé como parte de ese engranaje me resultaron antipáticos… cambié el contenido de las preocupaciones amorosas de la protagonista por esa lata “meta-literaria” algo enfermiza, por ese hervidero de ansiedad, lobby, contactos y ambiciones, para contar algo divertido, por un lado, para –si me pusiera pretenciosa– emular a Isidoro Blaisten en esos cuentos en que los protagonistas se regodean en una charla “psi” o una tertulia literaria y de pronto aparece un tipo ensangrentado, o matan a alguien, irrumpen la vida o la muerte con toda su contundencia para decir “basta de boludeces, amigos”, pero por sobre todo creo que lo escribí para decirme algo a mí, como manera de darme un consejo, de mandarme un mensaje, de recordarme siempre qué es lo importante.