“La decisión de aprender y enseñar guaraní es un acto de resistencia. No sé si frente a otros idiomas, pero sí en el sentido de reivindicar nuestras lenguas y ponerlas a la altura de cualquier otra”. Quien se expresa es Verónica Gómez, profesora de Lengua y Cultura Guaraní en el Centro Universitario de Idiomas (CUI) en la Ciudad de Buenos Aires y en la cátedra de lenguas originarias de la facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata.
Sus palabras adquieren relevancia en momentos en que la disputa por cambios en el lenguaje aparece en escena. Son una puerta para re-pensar que todo discurso es ideológico y que el intento de desaparición de lenguas originarias da cuenta de su relación con el poder.
“Tomar conciencia sobre las raíces del territorio que habitamos nos lleva a querer aprender cada vez más sobre ellas, y mucho más si vemos que la ideología originaria nos brinda explicaciones diferentes a las que conocíamos, si nos da una perspectiva distinta sobre la vida y las prácticas como la alimentación, la medicina o la música”, expresa.
Luisa Martín Rojo, lingüista española, manifiesta que los discursos no reflejan la realidad, sino que construyen, mantienen y refuerzan interpretaciones de la misma. En este sentido, Verónica comenta que antes de la invasión europea la nación guaraní era inmensamente mayor, se extendía desde el Caribe hasta Buenos Aires. Ella dice que somos herederos de esta cultura y cuenta que “en nuestra cotidianidad lo guaraní está presente: el mate o el tereré, muchas palabras, y ni hablar de la toponimia, sobre todo en el Litoral. Lo que sucede es que son cuestiones que desde un discurso siempre tan eurocentrista jamás son recordadas”.
La reivindicación de las culturas originarias en general y de la guaraní en particular es una de las singularidades que comparten quienes se interesan en el aprendizaje del idioma, tal como expone Verónica. Pero agrega que la mayoría está en un proceso de recuperación de la identidad: “Las expresiones idiomáticas son muchas veces el reflejo de su idiosincrasia. El avañe’ë (lengua guaraní) tiene ciertas características que dicen mucho de sus hablantes. Es decir que, indudablemente, nos acerca a nuestros orígenes”.
La docente señala además que estamos en un momento en el que dichas culturas y sus idiomas están provocando gran compromiso e interés por parte de la ciudadanía y que muchas personas deciden aprender guaraní al ser una lengua tan popular. Comenta que los intentos de desaparecer el avañe’ë comenzaron con la expulsión de los jesuitas, pero que a esa altura su expansión, mediante la población mestiza y las comunidades originarias, hizo imposible su destrucción.
En la base de todo aquello que Verónica sostiene está la concepción de que la comunicación es un derecho. “Expresarnos en nuestro idioma, cantar, bromear, sufrir, enojarnos y hablar de amor en nuestra propia lengua, después de más de 500 años de intentos de desaparecerla, pone de manifiesto la resistencia del guaraní. Ya no nos creemos el cuento de la inferioridad y no tenemos miedo de ser castigados por usarla, como lo hacían con nuestros antepasados. Términos como ´dialectos´ hicieron que los mismos hablantes del guaraní se refirieran a él como un idioma inferior y hasta ocultaban ser guaraní-hablantes. Ese tiempo ya pasó. Hoy, comunicarnos en nuestras lenguas nos planta frente al mundo de una manera distinta con otra seguridad. Podemos sentirnos orgullosos de ser quiénes somos”, asegura.
Q Licenciada en Comunicación UNQ.