En cada puerta una historia diferente. Así podría resumirse la aventura de Microteatro. Te puede pasar que entres a un espacio muy pequeño donde una chica está dispuesta a saltar porque no quiere que su ex la vea sola en esa fiesta de disfraces donde ella lleva un atuendo de sadomasoquista. Pero su decisión extrema será aplacada por un momento cuando se encuentre a dos simpáticos muchachos que parecen las figuras ideales para tener de amigos cuando transitás una noche desesperada.
El texto de Guillermo Hermida hace de Saltá un momento donde la fiesta se vive y nos estremece con su alegría y su decepción. Vichy Brudny está perfecta en su deseo de tristeza coloreado con ese imperativo de sobrevivir más allá de la caída. Ignacio Torres tiene una comicidad que todo lo ilumina en ese personaje medio intruso que termina dominando la escena y consiguiendo lo que quiere. El manejo del espacio hace de un mínimo soporte que sugiere y permite imaginar una terraza, pensado por José Escobar, el material suficiente para crear un mundo.
Si el tema de este enero es “Por una noche”, frase sugestiva que da para las más variadas fantasías, no podía faltar la sesión de psicoanálisis. Patricio Abadi se ríe un poco de su apellido, asociado siempre al universo de los analistas, al escribir una obra llamada La interpretación de los sueños. Una pieza muy sólida desde lo dramático donde una atractiva psicóloga se enamora o calienta con el papá de uno de sus pacientes, interpretado por Abadi, y es ella la que le cuenta los sueños eróticos que tiene con él y que son tan literales que no merecen mucha interpretación.
En ese juego entre una comedia alocada y el pequeño drama que Carolina Babich interpreta hasta las lágrimas, aparecen todas las formas de un humor desarrollado a partir de los contrastes de la actuación. El personaje de Abadi es más simplón y extrovertido. Suerte de payador que abajo del poncho esconde la camiseta de su club porque sueña con probarse en un equipo del ascenso a los treinta y siete años. Babich hace un trabajo más interno, de mayor identificación y es en esa diferencia donde el humor se dispara porque estas dos personas se encuentran en el deseo y en el destino de repetición de sus fracasos que surge cuando pasan a no respectar rol alguno. Porque cuando la noche llega el consultorio de la psicóloga se empieza a parecer más a una pista de baile.
En la puerta de al lado Ana Livingston nos recibe con sus ropas de cuero. Impactante dominatriz que guía a una pareja en las delicias del sadomasoquismo pero que no se priva de apelar al público bien cercano para ver si, por una noche, se animan a los látigos y las sogas. Desate permite meterse en esta terapia donde el personaje de Alfredo Staffolani será sometido por una voluptuosa Bárbara Irisarri, símil de Anita Ekberg que lo tiene hechizado.
Staffolani como director y autor construye una pieza contundente de quince minutos, con un manejo inteligente del espacio. En este sentido se nota en las tres obras una comprensión de la particularidad del género chico. Si en otros materiales de este ciclo se recurría a desarrollar pequeñas escenas, aquí los tres dramaturgos y directores consiguieron construir piezas dramáticas breves que se sustentan más allá de las coordenadas impuestas, con un uso del espacio que es capitalizado como posibilidad, más que como una limitación.
En Desate tanto Livingston como Irisarri se lucen en una comicidad donde la sensualidad no se aquieta frente a esa voluntad de mandonear a ese chileno entrañable que compone con maestría Staffolani para que el muchachito se avispe un poco, aturdido entre esas enormes tetas como si empezara para él una vida nueva.
Microteatro se presenta de miércoles a domingos, funciones de 20.30 a 23
en Serrano 1139. CABA.