El candidato del ala progresista del socialismo francés, Benoit Hamon, ganó la segunda vuelta de las primarias presidenciales del oficialismo con el 58,65 por ciento de los votos frente al 41,35 por ciento que cosechó su rival, el ex primer ministro Manuel Valls. Con ese resultado, Hamon se consagró candidato presidencial para los comicios de abril, pero también el armador central de una fragmentada izquierda francesa.
“Esta noche la izquierda levanta la cabeza y gira hacia el futuro y quiere ganar”, dijo Hamon apenas conoció los resultados en el búnker socialista del calle Solférino, en París. En realidad, las encuestas de los últimos meses vienen repitiendo que sea cual fuere el aspirante socialista, no conseguirá pasar a la segunda vuelta, en la que estarían el líder de la derecha, Francois Fillon, y la de la extrema derecha, Marine Le Pen.
De hecho, podría quedar quinto, incluso detrás de la izquierda más rebelde, Jean Luc Mélenchon, y de Emmanuel Macrón, ex ministro de Economía de Hollande. Ante este panorama, el hombre revelación del socialismo dijo ayer ante la prensa y sus afiliados: “Tengo la convicción de que frente a una derecha de privilegios, conservadora, y a una extrema derecha destructora, nuestro país quiere una izquierda que piense el mundo tal como es y no tal como era, una izquierda capaz de aportar un futuro deseable”. También hizo un potente llamamiento de unión a la izquierda encarnada en hombres como Yannick Jadot –un ambientalista del Europarlamento– y al ex socialista Mélenchon para construir una mayoría y formar un gobierno social, económico y democrático. Hamon, ex ministro de Educación, que defiende un perfil más izquierdista en el partido de Hollande, se impuso ampliamente a Valls, quien rápidamente reconoció la derrota.
La hora de Hamon comenzó. Este político de 49 años y militante socialista desde los 19 años, que le dio un portazo al gobierno de Hollande en agosto de 2014, tendrá la dura tarea de dar vuelta unas encuestas adversas para las presidenciales. En su ideario enarbola la legalización del cannabis y una política penitenciaria con penas más cortas y un Estado fuerte. Además, quiere derogar la polémica reforma laboral francesa, darle visas a los refugiados e imponer un impuesto a los robots. Pero la vedette de su programa es establecer un salario social universal de, al menos, 600 euros para los mayores de 25 años. “¿De dónde va a salir ese dinero?”, lo cuestionaron sus rivales en las primarias. Y él, tranquilo, respondió: “Del mismo lugar del que salieron los 40.000 millones que este gobierno le dio a las empresas”.