Estados Unidos siempre vio como algo natural su destino manifiesto. Ese que patentó en un artículo el periodista John L. O’Sullivan en la revista Democratic Review de Nueva York hace 174 años. Escribió aquello de “extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la providencia”. En 1845 Estado Unidos estaba ocupado en la invasión de México, por la que se apropió de más de la mitad de su territorio. La continuación de esa política injerencista en América latina se propala hoy a través de los medios y las redes sociales. La encarnan los O’Sullivan del siglo XXI. Pero también políticos como el senador republicano Marco Rubio, quien de modo directo y muy activo dialoga con sus propias audiencias. Para concretarse esta estrategia, tiene que basarse ya no solo en la retórica imperialista como insumo mediático. Necesita también de una convalidación del derecho internacional, de lo que el jurista y profesor italiano Ugo Mattei, docente en las universidades de Turín y Hastings define como “el componente dominante en los sistemas jurídicos a nivel mundial”.
Apoyado en esa doctrina que establece dónde existe “un déficit democrático” y dónde no, Estados Unidos avanza esta vez en Venezuela como lo hizo a lo largo de tres siglos en decenas de países a lo largo de los cinco continentes. Uno de los arietes en la construcción de subjetividad para justificar la intervención en la República Bolivariana es Rubio, el senador republicano por Florida. Un estado y un político que siempre han sido la vanguardia de las injerencias en América Latina, desde Cuba a la Argentina. Con un agregado de coyuntura que refuerza el tamaño de la intromisión.
El partido republicano nunca había conseguido en toda la historia ocupar los tres cargos estaduales más importantes. Son republicanos como él, el otro senador por Florida, Rick Scott y el actual gobernador, Ron DeSantis. Todos corren a la par de Trump en su política belicosa. Necesitaban reunirse para hacer una síntesis y avanzar en consecuencia.
No fue por azar que el estado mayor republicano de la Florida fuera recibido en la Casa Blanca un día antes del 23, la jornada clave para la ofensiva final sobre Venezuela. El presidente se encontró con Rubio, Scott, De Santis y el inefable Mario Díaz Balart, representante republicano por el mismo distrito. Una presencia uniforme de nivel local para tratar un problema muy serio de política internacional. En el encuentro estuvieron también el vicepresidente Mike Pence y el asesor en seguridad nacional, John Bolton. Ellos discutieron con Trump qué hacer con el gobierno de Caracas. La presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro superó los límites del derecho internacional del que habla el especialista Mattei. El desenlace que se preveía quedó a la vista.
Con tono de epopeya, Rubio definió en un tuit lo que percibe y alienta en el país con más reservas de petróleo del mundo: “Muchos en los medios se han centrado en cómo la lealtad militar puede mantener a Maduro en el control de Venezuela. Pero la clave no son los generales en las conferencias de prensa. Son los oficiales de nivel medio quienes no se benefician de la corrupción y tienen amigos y seres queridos marchando en las calles”.
La estrategia planificada por Trump y el cuarteto de Florida empezó con el reconocimiento al presidente provisional Juan Guaidó. Cuando culminó el encuentro en Washington, tomó la palabra Scott, quien explicó los próximos pasos de lo que planificaron: “Necesitamos declarar a Venezuela como un estado terrorista, claramente lo es. La forma en que Maduro ha tratado a sus ciudadanos es repugnante”. A su lado, el gobernador DeSantis señaló: “Creo que ahora es el momento y que el liderazgo puede hacer una diferencia para la gente de Venezuela”.
Rubio guardó un discreto segundo plano, como si estuviera satisfecho con el desenlace de la campaña a la que se lanzó hace bastante tiempo. Prefirió seguir apelando a su cuenta de Twitter: “Nicolás Maduro ha emprendido una pelea con la comunidad internacional y EE.UU. que no tiene posibilidades de ganar”, escribió. El diario El Nuevo Herald de Miami definió la tarea del senador como “incansable en sus esfuerzos para aumentar la presión internacional sobre el régimen de Maduro. El miércoles esos esfuerzos se materializaron en el reconocimiento de Estados Unidos a Juan Guaidó como legítimo presidente de Venezuela”. El medio estadounidense que le atribuye semejante papel a Rubio, citó también a un integrante de su equipo en el Congreso: “estudió como sería una Venezuela sin Maduro y lo que Estados Unidos tenía que hacer para asegurarse de que la democracia pueda realmente enraizarse en ese país”.
El plan continuará bajo la consigna de la ayuda humanitaria. Los tuits de Rubio –en eso se parece bastante a Trump– dan la temperatura exacta de cada momento que vendrá en un conflicto que escaló a nivel regional y mundial, como si se tratara de un retorno a la época de la Guerra Fría. Ayer escribió que “el presidente Juan Guaidó ahora ha solicitado formalmente la asistencia de EE.UU para trabajar con nuestros socios y proveer al pueblo de Venezuela la inmediata ayuda humanitaria”. Mostró la carta en inglés que el autoproclamado presidente provisional le mandó al secretario de Estado Mike Pompeo, quien de inmediato anunció un envío de ayuda monetaria por 20 millones de dólares.