El papa Francisco lanzó desde Panamá un duro reproche a los “muros invisibles” que dividen a la sociedad entre “buenos y malos”, durante una visita ayer a un centro de reclusión de menores.
Su mensaje resuena justo cuando caravanas de centroamericanos castigados por la violencia y la falta de oportunidades desafían el empeño del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de levantar un muro en la frontera con México para frenar la inmigración ilegal.
Conmovido, el pontífice escuchó el testimonio de Luis, quien le compartió su sueño de ser un chef internacional una vez termine de pagar su pena por un delito no especificado. “No hay palabras para describir la libertad que siento en este momento”, le dijo el muchacho, detenido desde 2016.
Francisco, quien llegó este miércoles a Panamá para la Jornada Mundial de la Juventud, cuestionó en su mensaje los “rótulos y estigmas” y la “cultura del adjetivo” que descalifica de una “vez para siempre”.
“Rótulos que, en definitiva, lo único que logran es dividir: acá están los buenos y allá están los malos”, sostuvo. Esa actitud –enfatizó el Papa– “contamina todo porque levanta un muro invisible que hace creer que marginando, separando o aislando se resuelven mágicamente todos los problemas,” señaló. “Y cuando una sociedad o comunidad se permite esto y lo único que hace es cuchichear y murmurar, entra en un círculo vicioso de divisiones, reproches y condenas; entra en una actitud social de marginación, exclusión y de confrontación”, declaró.
Antes de salir del Centro de Cumplimiento de Menores Las Garzas de Pacora, en las afueras de Ciudad de Panamá, el papa recibió en confesión a cinco jóvenes reclusos.
Al hacer énfasis en su mensaje de perdón y a favor de las segundas oportunidades, el Papa señaló: “Una sociedad se enferma cuando no es capaz de hacer fiesta por la transformación de sus hijos, una comunidad se enferma cuando vive de la murmuración aplastante, condenatoria e insensible”.
El papa hizo su parada más caritativa dentro de una visita con alto contenido crítico. Ante las autoridades y personalidades del país, el papa condenó la “plaga de los feminicidios” y la acción de “bandas armadas y criminales”, así como el “tráfico de droga” y la “explotación sexual de menores y de no tan menores”, que agravan el éxodo de jóvenes.
También pidió mayor compromiso contra la corrupción política, en un contexto de escándalos regionales como el protagonizado por la multinacional brasileña Odebrecht, a raíz del esquema de sobornos a políticos que montó en 12 países para quedarse con jugosos contratos.
Sin embargo, el drama de los migrantes ha centrado su prédica. El jueves el papa ofreció la intervención de la Iglesia en la ola migratoria que arrastra a centroamericanos hacia Estados Unidos. América Latina también enfrenta el éxodo sin precedentes de venezolanos que huyen de país en país a causa de colapso económico y la aguda crisis política.
En un mensaje divulgado por su vocero, el papa evitó pronunciarse directamente sobre las tensiones que se desataron en Venezuela después de que el jefe del Parlamento, el opositor Juan Guaidó, se autoproclamara presidente. El Vaticano mantiene así la cautela, pese a que la jerarquía de la Iglesia local ha sido muy crítica con el gobierno de Maduro.
“Estamos con muchas esperanzas. La Iglesia hace lo que puede y en la medida de sus posibilidades por dar ayuda humanitaria. Pero ahora se abrió una puerta grande para una Venezuela mejor”, comentó el joven Eduardo González, de 21 años, uno de los cientos de venezolanos que participan a la JMJ.
En su línea de atención a los marginados de la sociedad, el papa programó para el domingo una visita a la Casa Hogar el Buen Samaritano que aloja a enfermos de sida y discapacitados de varios tipos.
La jornada de la compasión concluyó ayer con un Vía Crucis que el pontífice presidió junto con chicos de todo el mundo y en el que se comentan las 14 estaciones del calvario de Jesucristo. En la ceremonia se utiliza la misma cruz que recorre el mundo desde que Juan Pablo II creó la JMJ hace casi 30 años.
Hoy, luego de una misa en la Catedral Santa María la Antigua, el pontífice almorzará con jóvenes, y por la noche liderará una vigilia al aire libre en el Campo San Juan Pablo II, un complejo muy cercano al mar Pacífico que puede albergar a 700.000 personas, el momento que se espera más alegre de la fiesta de la juventud católica.