Lorrie Moore dijo de ella que era multitalentosa y difícil de clasificar cuando en una disertación que compartían sobre estructuras narrativas, Miranda July se paró y empezó a cantar. “¿Qué sucede cuando haces lo opuesto a lo que te dicen que hagas?”, piensa una de las protagonistas de Nadie es más de aquí que tú, primer libro de cuentos de Miranda Grossinger conocida artísticamente como Miranda July, nacida en Vermont y considerada a sus 44 años como una de las voces más originales de la nueva literatura norteamericana. El libro fue publicado en 2007, y galardonado con el Frank O´Connor International Award.
Aquello de gustar por incomodar al otro define en gran parte, no sólo la escritura de July sino todo su recorrido como artista. Es cineasta, actriz, música y performer. En una instalación con la que participó en la Bienal de Venecia, los turistas debían subirse a unas esculturas y sacar la cabeza por unos agujeros que llevaban inscripciones como “El más culpable” o: “Esta es mi mirada cuando miento”. En 2014 lanzó Somebody, una aplicación para iPhone donde los usuarios podían enviar mensajes a sus contactos pero a través de personas reales, desconocidos que también fuesen usuarios de la aplicación y que localizados por un GPS, estuvieran cerca de los destinatarios. También puede vérsela en algunos cortos con ritmo de sketchs en YouTube donde cuestiona ciertos mandatos sociales. July escribe, dirige y protagoniza sus películas. Tú, yo y todos los demás (2005) recibió un premio especial de los jurados de Sundance y Cannes. Su segundo largometraje El futuro (2011), fue seleccionada entre las mejores películas del año por The New Yorker.
Pero yendo a lo que nos convoca, y a modo de presentación de este libro de cuentos, se puede empezar diciendo que en el relato más corto del libro –uno de apenas una página– un padre, a modo de legado enseña a su hija los movimientos que hay que hacer con los dedos para que una mujer llegue al orgasmo. En otro, dos viejos jubilados terminan frotándose en un sillón. Al siguiente, una adolescente mantiene sexo con un bulto oscuro que la visita en su habitación por las noches. Cuando por fin ella cree escuchar su nombre, pasará el resto de su vida buscándolo encarnado en los hombres que conoce, hasta que supone hallarlo en un chico autista. Ahora bien, si el lector logra dar una salto por sobre la anécdota, y no se deja alcanzar por la provocación de July, algunos cuentos pueden volverse poderosos desde lo simbólico. Como sucede con “Beso una puerta” (quizás uno de los más logrados), un atinadísimo título que se resignifica magistralmente con el punto final luego de contar una relación padre-hija que presagia lo peor. También se podría destacar “Mon Plaisir”, en el que marido y mujer se anotan para hacer de extras en filmaciones y allí, mientras actúan como extraños para la ficción, se encuentran con la verdad sobre la pareja. O “El niño de Lam Kien” que se mete en la casa de una mujer para lograr que ella vea el mundo de otra manera (son varios los cuentos donde al estilo Salinger, los niños entablan relaciones ambivalentes con los adultos).
Otros relatos en cambio, se edifican únicamente en derredor de la anécdota casi siempre bizarra, incluso ocurrente, aunque desprovisto de peso simbólico. Valga como ejemplo, “Diez verdades” en el que una secretaria se anota en un curso de costura sólo para conocer a la esposa de su jefe. En otros cuentos sucede que la intención de July de generar un simbolismo o una sublectura queda tan explícita que le termina restándole valor, como resulta en “La marca de nacimiento” donde una chica se opera para sacarse una marca de la cara pero un accidente vuelve todo a como era en un principio.
Sarcástica e irreverente (tal como se la ve en sus apariciones en YouTube) con prosa ágil y un tratamiento de la trama poco convencional, July pareciera por momentos importarle más sacudir al lector, que contar una buena historia. Y sus intentos por salirse del realismo terminan obrando en contra del efecto buscado, perdiendo profundidad. De todas maneras no hay que olvidar que –aunque de una artista multifacética y sin dudas talentosa– estamos frente a un primer libro de cuentos. Habrá que ver qué lugar terminará alcanzando la escritura en su tan multifacética performance.
“Me convencí de la necesidad de hacer daño a la gente al mismo tiempo que se le da algo”, hace decir a uno de sus personajes y bien podría estar hablando de sus propias intenciones como escritora. Porque si este libro fuera una obra de teatro, algunos espectadores bien podrían levantarse y salir de la sala. Pero también otros quedarían adheridos al asiento. Porque July mantiene perversamente expectantes a todos, y si bien eso es un gran mérito, a veces no alcanza para conmover.