El año electoral genera siempre nuevos desafíos para las fuerzas políticas empeñadas en sumar votos. En ese contexto los estrategas electorales de Cambiemos han dirigido sus miradas hacia los evangélicos, un grupo que hasta el momento no tuvo protagonismo electoral en nuestro país pero fue uno de los pilares del reciente triunfo de Jair Messias Bolsonaro en Brasil y en la elección de Alberto Fujimori en Perú en 1990.
No existe por ahora una estructura que reúna a los evangélicos implicados en la política. Cada uno actúa por su cuenta y en diferentes espacios. Alfredo Olmedo, diputado salteño de Cambiemos, explicita de manera exuberante su condición religiosa para fundamentar sus actos políticos. El legislador se bautizó en mayo de 2017 en Salta, en la iglesia “Jesús es el centro”. En la provincia de Buenos Aires el pastor Gastón Bruno, quien hasta 2015 ocupó el cargo de vicepresidente de ACIERA (Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas), renunció a ese cargo para postularse a diputado por Cambiemos. Actualmente es Director de Gestión de Asuntos Docentes en la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, y uno de los principales enlaces de la gobernadora María Eugenia Vidal con el mundo evangélico. Hubo apariciones de militantes evangélicos de la política en el debate sobre la despenalización del aborto, ocasión en la cual los más activos se mostraron bajo el lema de “las dos vidas”.
La estrategia de Cambiemos consiste en cooptar, por afinidad ideológica pero también mediante vinculaciones relacionadas con la asistencia social, a diferentes grupos y congregaciones evangélicas con el propósito inocultable de que jueguen un papel similar al que desempeñaron en Brasil.
No existen datos actualizados sobre la cantidad de fieles evangélicos en nuestro país porque el relevamiento más serio sobre las religiones en la Argentina (coordinado por el sociólogo Fortunato Mallimaci) data de 2008. La encuesta está en proceso de actualización y los resultados se conocerán a mediados de este año, pero tanto los investigadores del CEIL-Conicet como otros estudiosos de la materia apuntan que el número de evangélicos se sitúa hoy en torno al diez por ciento de la población. El pastor bautista Rubén Proeitti, presidente de Aciera, afirma que “los evangélicos estaremos superando los 9 millones de creyentes”. Walter Serantes, pastor de la Iglesia Tiempo de Renuevo, en Tigre, y Secretario de la Unión de Asambleas de Dios, asegura que hay 5000 iglesias solo en la provincia de Buenos Aires.
Con las estimaciones hoy a la vista se puede sostener que el número de evangélicos no habría crecido sustancialmente desde la última medición como sí ocurrió, por ejemplo, en Chile y Perú. Brasil es el país con la mayor proporción de evangélicos: el 26 por ciento de la población según un estudio del Pew Research Center publicado en noviembre de 2014.
Pero al margen de toda especulación sobre su número los evangélicos han aumentado conscientemente su visibilidad en el espacio público, abandonando la actitud recatada y silenciosa de otros tiempos. Hay mayor presencia territorial a través de templos y lugares de culto, y también mediante acciones vinculadas con lo social y el acompañamiento personal de quienes padecen necesidades, sin olvidar los espacios que ocupan en distintas cárceles. En vista de estas capacidades, el Estado –con Cambiemos pero también antes– usa las congregaciones evangélicas y a sus pastores para canalizar ayuda social, lo cual aumenta la capacidad política de estos grupos y su incidencia territorial.
Como toda institución y como ocurre también con la Iglesia Católica, los evangélicos aspiran a aumentar su cuota de poder y a incidir en las decisiones. Con este propósito han ampliado su radio acción y sus niveles de diálogo. No solo con el gobierno de Cambiemos, sino ya desde la administración anterior. Alicia Soraire, fiel evangélica y hoy diputada por Tucumán (FpV-PJ), era una de las más directas colaboradoras de Alicia Kirchner en Desarrollo Social. Hugo Moyano y su familia también dan testimonio de su evangelismo. Aciera ha dicho que “como tal no tiene posición política, ni favorece política partidaria determinada” si bien “celebramos y alentamos que los creyentes se comprometan en la sociedad con el afán de ser sal y luz e instrumentos de verdad y justicia”.
Algo que ha permitido a los evangélicos penetrar en los sectores populares es su cercanía con la cotidianeidad. Según Marcos Carbonelli, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, estos grupos promueven “la conexión entre la restauración espiritual y material de las personas: no se trata solo de creer para salvarse en un tiempo futuro, en el más allá. La redención también sucede aquí y ahora y se manifiesta en logros materiales concretos, como conseguir trabajo, abandonar una adicción, reconstruir un vínculo familiar”.
La expresión “evangelismo conservador” reiteradamente usada por analogía a lo que sucede en Brasil, es poco precisa y puede inducir a la confusión. “Decirlo así supondría una coherencia y una sistematicidad que es difícil de encontrar empíricamente”, asegura Joaquín Algranti, doctor en Ciencias Sociales, integrante del CEIL-Conicet. “De manera muy similar a lo que ocurre en el catolicismo, el mundo evangélico y en el pentecostal en particular, en lo político refleja en líneas generales las mismas posiciones que se dan en la sociedad” afirma el pastor Néstor Miguez, de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (IEMA) y presidente de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE).
Alcanza con revisar la historia argentina para encontrar varios ejemplos de referentes evangélicos comprometidos con las luchas populares. En tiempo reciente el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos no habría sido posible sin los evangélicos y sin la mística y el compromiso del obispo metodista Federico Pagura, uno de sus fundadores.
¿Puede darse en Argentina un fenómeno como el de Brasil respecto de un bloque político evangélico (la “bancada evangélica”) de alineamiento conservador? Son los políticos de Cambiemos quienes salieron a la búsqueda de los evangélicos en el marco de una estrategia del oficialismo que está molesto por la actitud crítica de parte de la jerarquía católica, curas y fieles alineados con el papa Francisco.
Carbonelli afirma que “hay grandes diferencias entre Brasil y Argentina porque en nuestro país siguen existiendo identidades políticas fuertes, con presencia territorial”. Por ejemplo, asegura, “si bien la presencia evangélica creció en los barrios y los fieles van a los templos, eso no fue en desmedro de la tradición peronista de esas mismas familias. Aquí no queda espacio para identidades exclusivamente religiosas”.
Según Algranti es necesario diferenciar “la estrategia de algunos pastores y líderes en busca de representatividad o proyección partidaria de la acción efectiva de los creyentes que suele responder políticamente a lógicas diferentes a las adscripciones religiosas, las cuales no es sencillo que sean orientadoras del voto”. Y “lejos de observar una postura monolítica –dice Carbonelli– la heterogeneidad constitutiva de este mundo religioso (evangélico) conduce a posicionamientos políticos diversos y dispersos, que impiden cualquier asociación con una amenaza democrática”.