Comienza la conversación con una fuerte crítica de las diferencias entre Buenos Aires y el interior. Vehemente es su voz que se parece a la de un tenor. Ricardo Maldonado, editor, poeta, entrerriano, se vino de su casa en Nogoyá a reunirse en Larroque. Le pregunté por qué no había llevado su sello a la feria de pequeñas editoriales que tuvo lugar en el Konex en agosto del año pasado.
“Porque hay una ignorancia supina en Buenos Aires, ignorante del movimiento cultural en el interior en términos de editoriales. Hay muchas editoriales en todas las provincias. También hay proyectos editoriales que están muy circunscriptos a zonas, a ciudades nada más, pero no existe la gran red de comunicación necesaria. Además parece que el país se atraganta en un cuello de botella tratando de llegar comercialmente a la gran capital. Se haga lo que se haga, hay que derramarse en la fama que dan las grandes ciudades y los grandes medios. La visión horizontal no existe. Para Buenos Aires la visión horizontal no existe. Esto que estamos hablando ahora, la dispersión de los pequeños sellos, es parte de un intento de explicación de la complejidad que es el interior, pero no es el todo y no importa en la capital.”
–Como ex porteño digo que me parece un poco injusto...
–Yo soy editor de libros, soy poeta y soy músico y compositor, y actúo en otras artes. Vivo en una ciudad mediterránea en Entre Ríos, como lo es Nogoyá, con unos 35.000 habitantes, recorro los pueblos de 150 habitantes y las ciudades más pobladas. Todos los pueblos de Entre Ríos sufrieron el abandono por elección de la capital, el desarraigo forzado fue por las circunstancias socio económicas en los pueblos chicos y por lo tanto la gente tenía que buscar otros horizontes en centros más grandes para poder vivir. En Entre Ríos, allá por la década del treinta y el cuarenta, se redujeron mucho los pueblos chicos. Ahora algunos de esos lugares medio perdidos están creciendo porque la gente está volviendo a los pueblos chicos. La gente que en su mocedad se fue a Buenos Aires, por ejemplo, ya han llegado a la tercera edad, que es cuando deciden vivir sus últimos años en los pueblos que los vieron nacer. Es gente que quiere vivir en calma. En nuestros pueblos se escucha cantar todavía a la paloma campesina.
–Explíqueme un poco de sus orígenes, como viene al trabajo editorial y a la música.
–Vayamos a que nací en Galarza en 1958, en un pueblo de cinco mil habitantes que por momentos fue muy especial, por su situación, por las bondades del arroyo Clé. El trayecto del pueblo al arroyo se hacía caminando, en bicicleta, en carro. Me crié con mis abuelos. De chicos nos dábamos unos chapuzones en lo que se llama la Cuenca del Clé, que nace en las inmediaciones de la estación Sola, departamento Tale, y desemboca en el río Gualeguay. Es de un caudal causante de las tierras más fértiles de Entre Ríos. El arroyo acompañaba a la estancia de la San Guillermo Company Limited, con sede en Londres, un campo que le compraron a los hermanos Pedro y Pablo Ezeiza, estancieros del departamento de Gualeguay. Después los ingleses vendieron.
–¿Y de los chapuzones a la poesía cómo llega...?
–El clima nuestro aquí en Entre Ríos es afable, lindo de vivirse, provocador de muchos momentos de ensueño por los efectos de la luz y el aire, aun en los días nublados. Es bastante indescriptible, el clima, la humedad, la luz, eso que tanto desvelaba a “Juanele”, J. L. Ortiz (1896-1978), que fue el observador más sensitivo. También fueron muy sensitivos Marcelino Román (1908-1981) y Amaro Villanueva (1900-1969) y varias mujeres. Estamos hablando de aquellos que encontraron las palabras más directas para la expresión de lo inefable. Dice Marcelino Román, “Mañana sueltan proyectos/ y sendas emocionadas/ luz que aguija las bandadas/ y el latir de los insectos./ Cruzada de libre vuelo/la briza besa el rocío/la tierra aprende a ser río/el río aprende a ser cielo.” Siempre nuestros poetas fueron muy sensibles a esos poemas. Durante unos cuantos años fui docente, en escuelas en todas partes del país, desde allá en el norte, en Misiones y más allá, hasta poder volver aquí a mi provincia. Y de ahí, después de algunos diferentes trabajos, después de negocios que no funcionaron llegué a fundar la editorial que se llama Ediciones del Clé, a propósito del arroyito que es tributario del río Gualeguay.
–¿Por qué no participó Ediciones del Clé en la Feria de Editores en el centro Konex?
–Primero, porque estos eventos siempre pareciera que se realizan dentro de círculos cerrados...
–Hubo arriba de 200 sellos, chicos en general, medianos algunos… Había gente del interior, también de Brasil y Chile...
–... segundo... Volvamos al asunto de las editoriales. Yo soy editor de libros con recursos escasos. Están los bolsillos de los autores menguados cuando quieren o se les pide colaborar para editar sus libros. Generalmente en nuestras editoriales se hacen libros por demanda. Algunas veces se toma la iniciativa de editar con recursos propios una obra que está agotada o que es importante dentro de la bibliografía y la literatura de la provincia. Yo he reeditado con mis medios Recuerdos de la tierra (1896), de Martiniano Leguizamón (1858-1935). Hacemos un paréntesis y vaya un recuerdo de la cárcel de La Rioja en 1978: cuando a los presos se les permitió leer las memorias de Leguizamón, que contaba la minucia de la vida diaria de la Argentina en el siglo XIX; se hallan citadas en la autobiografía, Chesche, Recuerdos de provincia, del argentino riojano, hoy toledano español, Mario A. (Cacho) Paoletti (1941). He editado con recursos propios El país de los chajá, de Martín del Pospós. Ese era el seudónimo de Gregorio Spiazzi, un monje benedictino que nació en Urdinarrain y conoció bien a la gente de las islas entrerrianas. Falleció en diciembre de 1967 y su libro quedó un poco olvidado.
–Usted también edita una revista.
–También y llevo 191 ediciones de la revista trimestral, El Tren Zonal, que tuvo sus comienzos hace casi treinta años. Tenía yo veintipico años cuando arrancó la revista. Tiene un formato casi tabloide y el interés se concentra en la cultura y la historia de Entre Ríos. Tiene como subtítulo “Por la integración de los pueblos” y fue declarada de interés educativo. Tenemos corresponsales en muchos lugares en la provincia.
–Me causa cierta gracia que en la revista figure como director el señor Ricardo Maldonado y el propietario es Ricardo Horacio González, y son la misma persona...
–Simplemente uso mis apellidos por parte materna el primero y paterno el segundo.
–¿Hay algún promedio de ejemplares en las ediciones de libros?
–Si, por lo general son ediciones de unos trescientos ejemplares. He llegado hasta cuatro mil ejemplares en una edición entrerriana y agotada pero necesaria, y también hubo algunas de sólo cien. La edición de los cuatro mil se vendió toda en Entre Ríos, que es una provincia históricamente lectora. Las bibliotecas públicas se abrieron aquí antes de la Ley Sarmiento de 1870. En Entre Ríos se abrió el primer jardín de infantes de América latina, también la primera escuela de maestros rurales. Esta provincia tuvo un papel fundamental en la organización nacional. Y el federalismo nació con el primer caudillo en armas, Bartolomé Zapata, pequeño estanciero oriundo de Gualeguay, a quien mataron en 1811. La muerte de una puñalada fue resultado de una rencilla menor con un jefe que disputaba la comandancia. Todo eso sucedió cuando aun no se sabía si Artigas se iba a alinear con la causa del virrey Francisco Javier de Elio en Montevideo o si se inclinaría por la causa de América con su ejército de guaycurúes y charrúas.
–¿Y usted dónde entra en todo esto?
–Yo adquirí de mis ancestros vascos el tesón y la voluntad, de los ancestros italianos la refinada sensibilidad por determinadas manifestaciones, adquirí por mi sangre criolla la de los padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos y más atrás charrúas y criollos. Tengo el apego profundo a la tierra, el conocimiento de las plantas, la búsqueda del tesoro del monte, el saber escuchar a un arroyo, entender que un árbol es un ser y ese ser tiene su palabra, que el hombre no es dueño de nada, que la tierra no le pertenece al hombre sino que el hombre pertenece a la tierra. Toda esa cosmovisión está ausente en el español, ausente en el inglés, en el europeo, que vieron siempre la tierra como una mercancía. Lamentable está ausente en el dominio capitalista que hoy embarga a nuestro país. Buenos Aires siempre se mostró como la capital gringa, de espaldas al país, también está de espaldas a los ríos. Es ambiciosa de emular los ejemplos culturales de Europa y por supuesto con esa soberbia que caracteriza a los blancos, rubios y económicamente poderosos. Nuestro país está lleno de cuentas pendientes y cuando uno comienza a reconocerse desde la sensibilidad poética de todas esas líneas de fuerza que hacen a la madeja de uno eso es lo que revela cuan importante es la memoria de la sangre. Importantísimo. Eso porque uno es el resultado de siglos de evolución. Y uno es a su vez un eslabón en esa continuidad. El poeta es lo que aquí adquiere una visión patética, frontal, vívida en todas esas circunstancias del hombre en relación a la historia y al cosmos.
–Le recuerdo que estamos haciendo una nota para un diario de Buenos Aires. Hasta diría que esto es para que informemos acerca de la producción entrerriana de su sello y su meta comercial. Vamos a lo comercial. ¿Cómo llega a vender los libros de Ediciones del Clé en Buenos Aires, o no llegan?
–Primero y principal respondo que no me importa, no me interesa vender en Buenos Aires y menos en cantidad. Me interesa que el libro esté dentro del contexto cultural de la provincia de Entre Ríos para tomar conciencia de lo más cercano y poder llegar a una valoración de lo propio.
–Acepto que no le interese el gran mercado, pero no le parece bien sacar algunos pesos más para financiar mejor su emprendimiento, es decir, tener más plata.
–No me interesa tener plata. Yo no tomé nunca la editorial como un comercio. Tengo algunos libros en librerías de la capital o en otras que me han pedido ejemplares, libros especiales. Los he enviado y cobrado contra entrega. Pero acá el esfuerzo es para que el libro circule dentro de la provincia. Que podamos tener en cada pueblo una boca de expendio. Yo en estos momentos estoy llevando adelante un proyecto que es el montaje de exhibidores en distintas librerías de la provincia para que el libro de autor entrerriano esté presente en todos los pueblos y ciudades. Ahora estoy armando los exhibidores, cuando los tenga voy a ver dónde pongo unos veinte títulos para atraer al lector comprador. Voy por todo lo posible, terminales de ómnibus, paradores o comedores en las rutas, y librerías, naturalmente. Quiero llevar el libro a los pueblos, no sólo a las ciudades. Es un trabajo de hormiga, no importa el tiempo que me lleve, creo que mientras viva voy a seguir en la misma línea y no me desespera el éxito de las grandes ciudades. Eso es un espejismo. Así también me parecen las noticias en Clarín. Y si los medios no tienen notas de fondo como publica de tanto en tanto PáginaI12, donde algunas veces son escritos atemporales y duran por mucho tiempo, si los medios no pueden ser así no me interesan los medios. Me interesan los lectores que ya no recurren a los diarios.
–En reiteradas oportunidades en este Diálogo usted aparta a Entre Ríos, también a otras provincias, de Buenos Aires capital y las hace aparecer como parte de otra república... ¿Lo siente así?
–No tenemos un país federal. Lo perdimos en 1861, cuando la Confederación Argentina se retiró de la batalla de Pavón y lo seguimos perdiendo década a década. De Paraná se llevaron todos los archivos. Todo el proyecto de Organización Nacional se circunscribe al Museo Mitre de Buenos Aires y al manejo estricto de la oligarquía porteña. Nosotros hasta ahora sufrimos este tema y de yapa tenemos gente genuflexa, gente que debería defender las causas nacionales y populares se arrodillan y votan una ley de reforma previsional de una forma absolutamente indolente y de espaldas a la gente que los ha votado.
–Usted está proponiendo una revolución.
–Es fácil proponer una locura así, por un lado, una revolución, son sólo palabras. Por otro lado, ejecutarla es pensar que alguien la puede ejecutar. Digo, lo que necesitamos es lograr un levantamiento del pueblo. Los representantes que hemos elegido no representan genuinamente al pueblo, el pueblo está sin representantes, es hora de que el pueblo tome el poder en sus manos. Eso apunta a una democracia directa. Nosotros en el campo de la cultura necesitamos una red de vasos comunicantes que vaya tendiendo un vínculo horizontal, por ejemplo en mi actividad juntando pequeñas editoriales como la mía y muchas otras, tiene que haber una red de torneros, matriceros, como antes... y el pueblo tenía trabajo y dignidad. Como dijo Martín Fierro, “El fuego para calentar tiene que venir siempre de abajo”.
–Quizás sea bueno volver al tema de sus libros.
–Bueno, no hay otra editorial en la provincia que edite libros de calidad igual. Pero yendo al tema de mi editorial, Ediciones del Clé cuenta con talleres propios. Inicié el proyecto hace 28 años, incluyendo la revista. El noventa por ciento de los recursos económicos de la revista lo sustentan los lectores. Está con la sociedad que lee. No es cuestión de avisadores y publicidad. Además, los espacios de tapa y contratapa y retiración de ambos no reciben avisos. Lo importante es decirle al sistema capitalista que ya se acabó el fenómeno de la hijoputez capitalista. El desprecio total por el semejante y el desprecio por la madre tierra se llama sistema capitalista. No quiero ser parte de esa minoría deshumanizada, desalmada y que no reparan al contaminar ríos, al destruir pueblos enteros contaminando mucho más. Toda la economía internacional esta sostenida por un pedazo de papel que se llama “el verde” y toda la sociedad está presa de la fascinación por determinados deseos que no hacen a la esencia humana.