Desde Florianópolis
Acaba de terminar el eclipse de luna en la isla de Florianópolis, Santa Catarina, Brasil. Como en todos los lugares del mundo, la fascinación por el fenómeno astronómico es grande y reúne a muchas personas en la noche para verlo. Pero no todos celebran.
“Hay eclipse de argentinos”, dice el propietario de un bar en Armação, uno de los pueblos costeros del sur más bonitos y uno de los preferidos por jóvenes argentinos.
Uno de los principales temas de conversación en esta temporada 2019 es la ausencia de turistas argentinos, un problema que parece afectar a toda la isla pero que impacta especialmente en la playas del sur.
En Florianópolis, destino obligado de miles de veraneantes argentinos, existe también desde hace muchos años una grieta: la del norte y el sur de la isla.
El norte es el lugar elegido por los sectores de alto poder adquisitivo tanto brasileños como los “irmaos argentinos” que, literalmente, juegan de locales en cada verano. Las playas del norte son el lugar “cool” de Floripa.
El sur de la isla, por su parte, de difícil acceso, con una infraestructura mucho más humilde que la del norte y pueblos que a veces apenas superan la categoría de aldea de pescadores supo ser un destino elegido mayormente por los locales, fundamentalmente por grupos familiares. En los últimos años, con el incremento del consumo y del turismo en todo Brasil y especialmente con el arribo de miles de argentinos, la zona fue creciendo y desarrollándose a un ritmo vertiginoso.
Sin embargo, la temporada 2019 encendió diferentes alertas que preocupan a propietarios y comerciantes. “El boom de argentinos y la explosión de veraneantes al que estamos acostumbramos este año no se vio. Muchos bares y restaurantes nuevos que abrieron a la espera de la continuidad de esa tendencia están trabajando al 30 por ciento de su capacidad y los supermercados redujeron su oferta”, explica Amaral, empresario textil de Santa Catarina, residente de Campeche, un balneario de mar abierto y playas extensas, paraíso de surfistas.
La escasa presencia de argentinos es notable en todas las playas y la queja se repite en los supermercados, restaurantes y comercios de todo el sur en general. Los lugareños estiman que en el norte de la isla hay un 50 por ciento menos de argentinos que en las temporadas anteriores. En el sur, la baja ronda el 70 por ciento. Lo que agrega dramatismo a la situación es que la merma no parece haber sido cubierta por los veraneantes brasileños.
“En Navidad y Año Nuevo tuvimos un boom de ocupación y actividad en toda la isla así que supusimos que era el comienzo de una nueva época. El entusiasmo coincidía con el cambio de gobierno en el país”, dice con gesto ampuloso uno de los agentes inmobiliarios de Açores, el balneario más coqueto del extremo sur. “Tuvimos menos del 50 por ciento de ocupación prevista. Tenemos muchos alquileres por día, gente de áreas cercanas que viene a pasar un día de playa acá en el sur, pero no alcanza a cubrir la expectativa”, agrega.
En Pantano do Sul, un pueblo de pescadores bien al sur y un rincón retirado de habituales grupos de argentinos, Dona Zenaide, antigua moradora del lugar, única mujer pescadora de la zona y dueña del restaurante “Pedacinho do Céu” intenta una explicación: “Yo estoy siempre muy atenta a las noticias de Argentina y sabía de la crisis que viven allí así que estábamos preparados. Y la crisis acá en Brasil afectó el poder adquisitivo así que los brasileños vienen pero no gastan. Es un verano financieramente fraco (débil) con un clima cálido y una temperatura del agua como hace mucho no tenemos. Una lástima”.
Cerca de allí se encuentra el mítico Bar do Arante, un antiguo refugio de pescadores y hoy uno de los restaurantes más emblemáticos de Floripa. El lugar fue parada obligada de errantes aventureros y mochileros en la década del 60 que dejaban sus mensajes en papelitos pegados en paredes y techos para amigos y compañeros de ruta. Hoy la costumbre continúa en los turistas y parroquianos que suelen llenar el restaurante. En uno de sus salones tapizados de mensajes está Arantinho, uno de los gerentes e hijo del fundador del bar.
“Este enero fue muito ruim, horrível. Es el peor desde 1958, cuando mi padre fundó el bar”, exclama categóricamente. “Acá en Santa Catarina dependemos mucho de los argentinos en enero. El resto del año lo cubre el turismo brasileño y el uruguayo en Pascua. Para que se dé una idea, nosotros teníamos de clientes tres familias argentinas, de Baradero, que venían desde hace treinta años a Pantano y ahora, por primera vez, se quedaron en casa. Para el sur, particularmente, esto es una catástrofe, mucha gente vive el resto del año con lo que se ahorra en enero”.
Efectivamente, el turismo es el medio de subsistencia de gran parte de los pobladores del sur y la baja de los visitantes argentinos golpea duramente sobre el ahorro, el trabajo y la economía en general. “De diez mozos tuve que reducir a cinco y de doce personas en la cocina a siete. Normalmente hacíamos pedidos de cien cajas de cerveza y hoy estamos pidiendo cuarenta y tampoco está viniendo tanta gente los fines de semana”, agrega Arantinho.
La crisis en algunos casos modificó los hábitos sociales de las familias. “Nosotros venimos hace más de diez años acá y formamos una comunidad que nos veíamos todos los veranos. Nuestra hija de 12 años ya tenía su grupo de amigos y amigas con las que pasaba las vacaciones, para nosotros era una tranquilidad. Este año solo tiene una amiguita, los demás decidieron no venir. Es un cambio de veraneo para todos”. Los que hablan son Marina y Roberto, sentados en sus reposeras en la playa, visiblemente vacía, de Solidão.
La caída del consumo, la baja ocupación y un panorama desalentador para febrero parecen ser las marcas de este verano en Floripa que, paradójicamente, comenzó con grandes expectativas y un clima excepcional.
“Y el panorama no es para nada alentador, el gobierno no dice para qué vino, habló solo de seguridad y de armas pero no sabemos cuál es el programa económico, concluye Arantinho: como decimos en Brasil estamos perdidos no mato e sem cachorro”.