"Me pisa los talones, la memoria. Me los muerde, me los arranca, me deja el hueso al descubierto y camino a puro hueso que a mi paso va limándose, puliéndose contra el piso de la historia que nos ha pulido como limábamos y pulíamos los huesos rescatados de aquel líquido oscuro irreconocible y carcelario contra el cemento de los calabozos hasta que se convertían en anillos, pulseras, polvo de oro, hijos primogénitos de la belleza, de la belleza de esa vida que somos. Que ejercemos".
Alicia Kozameh escribe de noche. No hay luz alrededor que revele a los sentidos el mundo cotidiano. La única luminosidad es la del papel en blanco donde, al ritmo de una prosa tan contundente como hipnótica, se despliegan otros mundos que son como sueños, pesadillas, invenciones, recuerdos, visiones o quizás exploraciones de un espacio casi desconocido donde todo eso se mezcla. Y surge algo nuevo, una epigénesis. Novelista mundialmente reconocida, nacida en Rosario el 20 de marzo de 1953, Alicia Kozameh vive y trabaja en Los Ángeles, California, cerca del Océano Pacífico, donde enseña escritura creativa en Chapman University y está desarrollando un ambicioso proyecto literario que ya cuenta con un libro publicado.
"La cosa es así", detalla ella en un email, "éste es un proyecto de cinco libros. Cada uno tiene un tema central, y yo los elaboro alrededor de eso. Es poesía, o lo que suele llamarse poesía en prosa".
El libro que le publicó el año pasado en Córdoba la editorial Alción se titula Sal de sangres en guerra, a él pertenece el poema en prosa citado al comienzo de esta reseña y el libro ya está siendo traducido al inglés ("y el mismo traductor seguirá con los demás", anticipa la autora). Para el mes próximo está prevista le edición de Sal de sangres en declive. Programa imposible si estuviera escribiendo en su impredecible país natal, autora y editorial proyectan publicar un tercer libro (Sal de sangres en pánico) en marzo del 2020, el cuarto de la serie (Sal de sangres en incendio) para marzo del 2021, y uno aún sin título en marzo del 2022. "Por supuesto que si se viene un terremoto universal estos planes se irán quién sabe a dónde", advierte la escritora.
El 20, 21, 22 de septiembre del año pasado se celebró en la Facultad de Lenguas y en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) el IV Coloquio Internacional Lenguajes de la Memoria, donde participó como invitada Alicia Kozameh con su novela Bruno regresa descalzo (Alción, 2016) y presentando además Sal de sangres en guerra. Pensaba presentarla en su ciudad natal durante su breve paso por Rosario, pero la situación del país la desanimó.
"Del mar, pareciera, no se vuelve", dice uno de los textos más epigramáticos de entre los que integran Sal de sangres en guerra. Detrás de esa frase está el imán poderoso del Océano Pacífico, imán que en gran medida determina (hay otros factores, por supuesto) su decisión de no regresar a la Argentina más que en cortos viajes con pasaje de vuelta. En 2016 presentó su Bruno regresa descalzo en la Biblioteca Argentina y tres años antes trajo bajo el brazo la novela de inspiración autobiográfica Eni Furtado no ha parado de correr. La autora repasa de memoria la lista de títulos de sus libros para demostrar que una cierta obsesión por la locomoción del cuerpo los atraviesa como un hilo en común. Las anteriores novelas son: Natatio aeterna (2011), Basse danse (2007), la reedición en 2006 de Pasos bajo el agua (primera edición en Buenos Aires en 1987), Patas de avestruz (2003) y 259 saltos, uno inmortal (2001). Excepto el de 2001, todas las ediciones o reediciones a partir de 2003 fueron por Alción, que también editó su libro de poesía Mano en vuelo (2009).
Los traumas familiares, reelaborados desde una visión social más amplia, fueron el disparador en Patas de avestruz y Eni Furtado; Bruno y Pasos bajo el agua rememoran las experiencias de la militancia y la cárcel política. Pero incluso cuando trabaja sobre un tema, o alrededor de un concepto (como en Natatio aeterna, un coro o coreografía de diez epifanías por diez voces distintas de 9 humanos y una gata), Alicia Kozameh se lanza a improvisar musicalmente en cada aventura de escritura, prefiriendo no saber de antemano conscientemente adónde va. Esta deriva situacionista del texto conlleva una felicidad que se contagia a quien lee, por más sombríos que sean los mundos explorados. La etiqueta de "experimental" le queda chica y un poco obsoleta a la riqueza de tal proceso creativo, una de cuyas etapas es una reescritura tan intensa como la escritura.
La obra de Alicia Kozameh se sitúa entre el testimonio o el trabajo de la memoria (una memoria habitada por experiencias límite, dotadas de valor histórico y político) y la literatura del lenguaje. Es como si nada de la real pudiera dar vida al texto sino a través de una elaborada danza o combate con la palabra que intenta captarlo. Para esto es preciso que la intención inicial se olvide por el camino, y que en el decurso de la escritura se produzca (más que una distracción o un desvío) una nada o un vacío, o un desierto. Estos son conceptos e imágenes fundamentales en la serie Sal de sangres. También lo es el esfuerzo realizado en ese vacío, "tanto esfuerzo que nos requiere estar recuperándolo todo una, y otra, y otra vez".
Otro tema recurrente en esta poesía, que excede los límites del género poesía y se compacta a veces en el aforismo o se desborda por momentos hacia el ensayo, es precisamente la fragilidad de los límites: entre la vida y la muerte, entre la vigilia y el sueño, entre lo real y lo fantástico. Ante las viñetas literarias de Sal de sangres en guerra (libro clasificable quizás en el viejo género de breviario, la compilación de textos breves) cabe preguntarse, parafraseando a Juan José Saer: "¿En qué mundos?"
¿En qué mundos suceden estos "pájaros encerrados", estos "ojos casi humanos", o la "calle nocturna por la que corren infinidad de payasos en direcciones siempre contrarias"? ¿Será quizás un efecto de la contemplación del océano, el que la mirada que construye y a la vez describe estas escenas sea una que tiende a trascender el estrecho punto de vista individual para ampliarse a una especie de conciencia cósmica que puede abarcar más existencias, más seres, al punto de poder incluso imaginar el universo sin el yo? "Antes y después de haber podido decir yo, vacío. Vacío de una conciencia que acaeció guiada por la fuerza de policromas, múltiples desproporciones".