En La oscuridad cubrió la tierra, estreno en el marco del FIBA, el coreógrafo Pablo Rotemberg vuelve a trabajar con un gran compositor del pasado. Después de haberse metido exitosamente con Wagner en la admirada La Wagner, el director cuyo sello son los cuerpos desnudos y el tema de la violencia fue más atrás en el tiempo, y dedica su nuevo espectáculo a la vida y la obra de Carlo Gesualdo. Este compositor revolucionario del Renacimiento halló a su mujer con un amante y los mató a ambos. Religión, violencia y amor es la tríada sobre la que se sostiene La oscuridad…, coproducción del FIBA y el Festival de Danza que regresará a la cartelera porteña a mitad de año. Las funciones son hoy y mañana a las 21 en el Centro Cultural 25 de Mayo (Avenida Triunvirato 4444).

“No es un biodrama acerca de Gesualdo”, aclara Rotemberg. Más bien, este genio-monstruo le sirvió como disparador para abordar temáticas que son habituales en su obra, como es el caso de la violencia. La religión es la novedad, no sólo como concepto sino también en términos musicales. El coreógrafo adelanta que este material –elaborado en muy corto tiempo– tiene un desparpajo que no tienen otras obras suyas, más precisas y rígidas. Aquí los intérpretes cantan –sin ser ninguno de ellos cantante– y también hay una aproximación más notoria hacia la teatralidad. “Es una especie de pastiche importante. Aparecen temas e imágenes que la hacen bastante caótica. Eso me gusta. La Wagner es ascética, estricta, muy formal. Acá aparecieron cosas que me divierten, como el humor. Es más sucia en su presentación y la cuestión coreográfica. Pero también es cierto que las intenciones caóticas en la escena son las que, a veces, requieren de más trabajo”, anticipa el director.

Además, destaca el trabajo de los intérpretes: “Las mías son obras muy fuertes físicamente. No cualquier persona quiere trabajar conmigo. Yo Trato de crear una estructura, que es siempre endeble, dispersa, un poco caótica. Gran parte de la posibilidad de que se constituya en una obra depende de que los intérpretes puedan apropiársela y darle sentido. No funciona si no está sostenida en un grado de compromiso muy alto, en la capacidad de generar un relato donde hay más bien estaciones por las que pasar; si no logran armar un pasaje por esas islas”. El elenco lo conforman Pablo Emilio Bidegain, Javier Crespo, Carla di Grazia, Candelaria Gauffin, Diego Gómez, Juan Iglesias, Marina Otero y Jorge Thefs.

–¿Cuál es el origen de este espectáculo?

–Otero quería que la dirigiese. Había laburado con ella en La idea fija. Hablando con un amigo músico se enteró de la existencia de Gesualdo, de su vida y obra, que lo transformaron en una leyenda. Era un músico muy talentoso y mató a la mujer y al amante infraganti; los masacró. Entonces se hizo la típica cosa romántica de la unión entre el genio y el monstruo. Yo no tenía mucha idea de su música. La música del Renacimiento es muy ajena a nuestro universo sonoro, por su construcción y sus armonías. Es de biblioteca y museo para mí. Presenté (al FIBA) el proyecto sobre una versión nueva de La Wagner: trabajar sobre la figura de un músico. En el proceso, se fue decantando que la música de Gesualdo era bastante complicada escénicamente. El espectro musical se fue abriendo notablemente, y la obra ahora tiene una banda sonora mucho más amplia. 

–¿Qué desafíos le aportó la música de Gesualdo?

–El es muy famoso por sus madrigales, un género secular, profano. Pero yo tenía ganas de trabajar con su producción religiosa, que es menor pero está buenísima. Me interesó la idea de la música religiosa, vocal. Nunca me atrajo ni la escuché con detenimiento; tampoco había trabajado con ella. Aparecieron otros compositores porque necesitaba músicos que me funcionaran más en la escena, y también otros estilos. Llegamos a tener a Luis Miguel, ponele (risas). Esto era lo que yo no quería, pero la obra se fue transformando. La cuestión biográfica de Gesualdo apunta hacia la violencia, algo que siempre trabajo. Actualmente, el asesinato de su mujer podría considerarse un caso de violencia de género. Lo que apareció como novedad para mí es el tema de la religión. O, mejor dicho, la religiosidad.

–¿Y cómo aparece esta temática en la obra?

–En la obra hay un mundo que tiene que ver con la religión, con la iglesia, el catolicismo y el cristianismo, ciertos rituales, imágenes, símbolos y gestos... Mi idea era trabajar eso no desde un lugar polémico, porque ya lo hicieron muchas personas antes y de manera brillante. Quería entrar en la religión y en los conflictos históricos, culturales y sociales que implica el cristianismo desde un punto aparentemente medio infantil –yo le digo “religión de estampita”–, pero que permitiera revelar otras cuestiones, que tienen que ver con los ritos, los dogmas y mandatos. Es como si fuera la religión vista desde los ojos de un niño, pero a los niños en las iglesias les pasan cosas terribles a veces. La violencia que originalmente partía de Gesualdo se me empezó a unir con la violencia histórica, fundacional que hay, creo, en todas las religiones, en las guerras más sangrientas. Descubrí que la religiosidad es un campo que me súper atrae. Hay muchas obras circulando que tratan sobre esto, el ambiente va generando temáticas. A pesar de la cosa medio infantil que aparentemente no cuestiona nada, espero que haya una conexión con lo actual. 

–Al poner tan en primer plano el cuerpo, ¿la danza aporta más posibilidades que otras artes para abordar el tema de la violencia?

–La gente ya sabe que va a ver una obra mía y se van a cagar a trompadas o van a estar desnudos. Lo reconozco. Es una temática sobre la que me gusta trabajar. Creo que el cuerpo es el objeto del momento, desde todo punto de vista. Como encarnación de lo político y de todas las situaciones que ocurran. En la danza, el cuerpo permite poner en escena un tratamiento muy directo sobre la violencia, porque el foco, por lo menos en lo que yo hago, es un cuerpo vivo. Lo tenés a pocos metros de distancia. El teatro sobrevive porque hay un cuerpo vivo, no visto a través de una pantalla. El cuerpo en vivo produce impacto, una reflexión diferente. Y creo que la danza es el cuerpo. Hace tiempo que no trata sobre el movimiento. Trata sobre el cuerpo, que es el enclave de todo lo que pasa en el mundo.