PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Jair Bolsonaro fue operado durante siete horas en el Hospital Israelita Albert Einstein de las heridas intestinales sufridas en el ataque con una cuchilla del que fue víctima hace cuatro meses y medio durante la campaña electoral. El ex capitán ingresó a las seis y media de la mañana al quirófano para una intervención de no más de tres horas de duración, según anticipó la televisión estatal. A las 13 horas los movileros apostados en el hall del hospital paulista comenzaron a preguntar a sus fuentes del gobierno por qué el paciente aún permanecía en la sala de operaciones.
Otras preguntas circularon por las redes sociales ante lo cual el hijo presidencial, Eduardo, respondió “todo está bien”. El tuit del diputado Eduardo Bolsonaro fue insuficiente para aplacar los interrogantes y algunas especulaciones que siguieron crecieron hasta poco después de las 15.30 cuando el Palacio del Planalto finalmente divulgó una nota sobre el “éxito” de la cirugía recién concluida. Por la noche otro reporte indicó que el gobernante se encontraba en la Sala de Terapia Intensiva “sin dolores” y “estable”.
La opacidad informativa ha sido una marca del bolsonarismo. Así lo demostró durante la campaña presidencial y confirmó en estos primeros 28 días de gobierno. Ayer, por ejemplo, no hubo una explicación convincente de por qué estuvo nueve horas dentro del quirófano pero la intervención duró siete. La medicina al servicio de la política.
Durante la campaña quedaron dudas sobre los motivos por los que los médicos del Hospital Albert Einstein le prohibieron al entonces candidato de ultraderecha participar en un debate con sus adversarios el mismo día que le autorizaron brindar una entrevista concesiva al canal evangélico Record.
Sea cual fuera el verdadero cuadro clínico del gobernante que ayer estuvo por lo menos siete horas en el quirófano, su estado de salud político es delicado.
De eso da cuenta su urgencia por reasumir la presidencia mañana o el jueves en el centro médico donde fue montado un gabinete de emergencia en el cual recibirá a ministros y firmará decretos, según anticipó el vocero presidencial, el general Otavio Rego Barros.
Tanta premura es para abreviar el interinato en la presidencia del vice Hamilton Mourao, con quien las relaciones son tirantes.
Ocurre que toda vez que puede el general Mourao expresa divergencias con su superior, particularmente en política exterior.
Mientras el presidente cultiva un vínculo conyugal con Estados Unidos e Israel, su vice propone relaciones menos intensas, ajustadas a la tradición equidistante del Palacio Itamaraty, el Ministerio de Exteriores.
Ayer, mientras ejercía la presidencia en Brasilia el general desa- fió al paciente internado en San Pablo reuniéndose con el embajador de Palestina, Ibrahim Alzeben. Después del encuentro, el diplomático árabe afirmó haber escuchado de su anfitrión que no hay nada definido sobre el traslado de la embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.
La mudanza fue una de las promesas electorales de Bolsonaro, tema sobre el que habló a fines de diciembre con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. El mandatario de Brasil pretende con esa medida seguir los pasos de su admirado Donald Trump.
Los desacuerdos entre el vice y el presidente posiblemente sean la manifestación pública del descontento de los militares con el clan Bolsonaro, formado por el padre y sus tres hijos. Así lo señalan legisladores del Partido de los Trabajadores y el Partido Socialismo y Libertad . El ex candidato presidencial petista Fernando Haddad alertó sobre el peligro de un plan desestabilizador urdido por el generalato desencantado con un ex capitán al que nunca dejó de ver con algún desprecio.
El filósofo Olavo de Carvalho, gurú ideológico de los Bolsonaro, respondió ayer a las habituales críticas del vicepresidente Mourao, calificándolo como un “cobarde”.
Los roces entre la jeraquía castrense y la familia evolucionaron prematuramente a raíz de una sucesión de gafes del mandatario, pero sobre todo por el escándalo que envuelve a otro de los hijos, el senador electo Flavio, con las “milicias” parapoliciales de Río de Janeiro.
Esta semana cuando retome la presidencia en el centro médico una de la prioridades será resolver la crisis humanitaria y ambiental en Minas Gerais tras el colapso del dique de la Mina Corrego do Feijao, que dejó al menos 65 muertos y cientos de desaparecidos.
A poco de arribar a su habitación, el domingo pasado, Bolsonaro envió un mensaje en Internet sobre el acuerdo con Netanyahu para el envío de 132 militares israelíes especializados en trabajo de rescate, una ayuda que coronaría la amistad entre Brasilia y Tel Aviv. Para el senador opositor Roberto Requiao, trasladar soldados y 16 toneladas de equipamiento desde Israel a Brasil, donde el grupo permanecerá por tiempo indeterminado, se parece menos una acción humanitaria y más una operación realizada con la mira puesta en Venezuela.