En su feroz texto de 50 páginas, el ex titular de la Unidad Especial AMIA del Ministerio de Justicia, Mario Cimadevilla, revela que en 2016 vinieron expertos de servicios de inteligencia extranjeros y cuestionaron la pista iraní, la participación de Hezbollah, la existencia del suicida en el atentado contra la AMIA y la utilización de un auto que reconocen estuvo frente a Pasteur 633, pero que tal vez no se incrustó sino que cargaba explosivos que se direccionaron hacia la sede comunitaria. La reunión de expertos en Buenos Aires concluyó que la investigación se debía re-direccionar. En diálogo con el diario La Jornada, de Chubut, donde vive Cimadevilla, el ex funcionario dijo: “la pista iraní es débil. Importa más que se mantenga la sospecha sobre Irán que la verdad”. La contracara es que Cimadevilla sugiere que en épocas del atentado contra la AMIA había una trama de tráfico de armas y negocios ilícitos que pudo haber estado detrás del ataque. Esa hipótesis, en verdad, lo lleva tácitamente más a personas de origen sirio que iraní. El ejemplo clásico es el traficante sirio Monzer Al Kassar, que operaba en tiempos del gobierno de Carlos Menem. Sin embargo, tampoco es que Cimadevilla aporta elementos sólidos que respalden lo que dice, por lo que suma un eslabón más en el desastre de la causa AMIA, tal como denuncian los familiares de las víctimas.
Cimadevilla estuvo dos años y dos meses al frente de la investigación del atentado, por lo cual estuvo al mando de lo que se recolectó de información judicial, policial y de inteligencia. En el documento enviado a Mauricio Macri saca conclusiones asombrosas:
- “La investigación del atentado quedó amarrada a previas determinaciones de hipótesis de verdad”. En otros términos, Cimadevilla sostiene que se armó la acusación por intereses geopolíticos. Eso está desarrollado luego en una especie de gráfico en el que exhibe los condicionamientos de la investigación y señala a los servicios de inteligencia argentinos, “la subordinación a los extranjeros y la subordinación a la geopolítica”.
- “A la fecha del atentado, Hezbollah registraba pocas operaciones externas a su zona de conflicto”. O sea que cuestiona, junto a expertos de otros servicios, la pista Hezbollah.
- “La utilización de un vehículo nunca fue sustancialmente evidenciado ni investigado.” Esta conclusión llama la atención porque los fiscales que sucedieron a Alberto Nisman hicieron un estudio con un microscopio de partículas de los restos encontrados en los cuerpos de las víctimas y se determinó que correspondían a restos de una camioneta Trafic. Cimadevilla afirma que ese estudio no fue bien hecho porque debió estudiarse no sólo si correspondía a una camioneta sino también qué explosivo se utilizó. La hipótesis tácita es que la Trafic no se incrustó sino que allí posicionaron una especie artefacto dirigido.
- “La geolocalización de una llamada de Mohsen Rabbani, en las cercanías de la AMIA el día del atentado, es el único vínculo que se encontró entre Rabbani y la camioneta. No fueron exploradas las demás llamadas.” Es decir que Cimadevilla pone en duda la pista Rabbani, el agregado cultural de la Embajada de Irán y principal sospechoso según Galeano y Nisman.
- “Respecto del soporte logístico y financiero, hubo importantes movimientos de dinero coordinados en la zona de la Triple Frontera. Esto podría indicar que la red apoyaba intereses iraníes, pero llevando a cabo otras tareas y que no estuvieran relacionados con el atentado.”
En síntesis, Cimadevilla pone en duda la totalidad de la investigación realizada, primero por el juez Juan José Galeano y luego por el fiscal Alberto Nisman, y adjudica las conclusiones a posturas predeterminadas por la geopolítica. Parte de que la idea de que hubo un gigantesco encubrimiento, que incluye al gobierno de Cambiemos, y que la razón de ese encubrimiento es la trama de negocios de armas y otros ilícitos que hubo –según él– detrás del atentado.
En diálogo con el diario de Trelew, Cimadevilla afirmó: “yo entiendo que la pista iraní es débil, pero hay que investigarla. Pero así y todo, tanto Estados Unidos como Israel prefieren que persista el manto de dudas sobre los iraníes. Prefieren eso en lugar de que se avance a fondo para conocer si realmente tuvieron algo que ver. Y el gobierno nacional, en esto, se coloca bajo la mirada que tiene Estados Unidos”. La frase es dramática y pinta con precisión lo que pasó con la causa AMIA y también en el expediente sobre la muerte de Nisman: se pretende tener a los iraníes como sospechosos, no saber la verdad. Esto le dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Avigdor Liberman, al fallecido canciller Héctor Timerman: “está bien así, ¿para qué saber más?”.
Una conclusión expuesta en el texto dirigido a Macri es que se deben analizar en conjunto el atentado contra la Embajada de Israel, el atentado contra la AMIA y la explosión en Río Tercero. De allí surge la conjetura de que detrás de los ataques hubo una trama de tráfico de armas y negocios ilícitos. Pero además, al hacer la vinculación reduce las chances de la pista iraní.
“La adjudicación a organizaciones palestinas o iraníes del atentado contra la Embajada de Israel –dice el texto de Cimadevilla– concentró la vigilancia, legal e ilegal, sobre la comunidad musulmana e iraní. En especial en la Triple Frontera. La observación la hicieron los servicios de inteligencia argentinos, brasileños, israelíes y norteamericanos. Asumir que se pudo haber repetido el modelo de atentado es exagerar la ineficiencia de esos servicios de inteligencia.”
La hipótesis que desliza Cimadevilla es que detrás del atentado hubo un esquema relacionado con el tráfico de armas. No niega la posibilidad de que estuvieran involucradas empresas iraníes, pero pone el acento en que “un grupo con vinculaciones familiares y orígenes regionales en Siria adquirió manifiesta influencia y participación en la Presidencia de la Nación, la Cancillería, aduanas, servicios logísticos”. Es una referencia a Menem, sus hermanos, Emir Yoma, Alfredo Yabrán, Monzer Al Kassar, Ibrahim al Ibrahim, todos vinculados a la administración del riojano. Cimadevilla –de origen radical– sostiene que detrás de esa trama hubo un enorme movimiento de dinero. “Organizaciones ilícitas forman parte de la trama económica argentina hasta hoy y eso explica el continuo encubrimiento”, es el concepto final de Cimadevilla.
“No ha existido una masiva conspiración para producir un atentado sino que éste fue generado en un masivo marco de negocios”, es la frase lapidaria del ex funcionario para describir su investigación.
Desde el punto de vista del expediente, Cimadevilla no aporta ninguna evidencia sólida. Parece más bien una elucubración. Pero es significativo que el hombre a cargo de la investigación del caso AMIA describa que todo está supeditado a intereses geopolíticos y que las pruebas son muy escasas. En eso coincide con el juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral, que más de una vez dijo que las pruebas son informes de servicios de inteligencia que no tienen suficiente entidad probatoria.