Aunque suene un poco a nostalgia, a cantinela romántica, ya no se escucharán en los barrios porteños los gritos de los vendedores de choripanes, hamburguesas y bebidas que suelen atraer a los hinchas de todos los clubes hacia sus humeantes y grasientas parrillas. "Al chori bostero / al chori bostero", ese pregón característico que resonaba en el barrio de La Boca los días de partido, en el casi siempre lento ingreso por la calle Aristóbulo del Valle, esquina Irala, y que conducía inequívocamente hacia el puestito rodante que, pasos más, pasos menos, atajaba a los hinchas a escasos metros de la Puerta 17 de La Bombonera, será historia. Lo mismo ocurrirá con los puestitos cuyos vendedores esperaban de ida y vuelta a los hinchas millonarios --y a los de la Selección-- sobre la calle Udaondo, a unos cien metros del Monumental.
La noticia se conoció ayer, pero en realidad la decisión se tomó con anterioridad y se publicó en el Boletín Oficial del Gobierno de la Ciudad a mediados de enero, a través de la disposición N.° 67/DGOEP/19 del ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, que actuó consecuentemente respecto a la solicitud de la Subsecretaría de Seguridad Ciudadana, dependiente del Ministerio de Justicia porteño, y decidió no otorgar e incluso revocar los permisos "para la elaboración y expendio de productos alimenticios en las inmediaciones de los estadios de fútbol de la Ciudad en los días y horarios en que se lleven a cabo eventos deportivos".
El pedido concreto de la Subsecretaría de Seguridad Ciudadana, mediante la nota N° 2019-03416152-SSSC, expresa a la dirección de Ambiente y Espacio Público: "(...) tenga a bien reconsiderar los permisos vigentes para el ejercicio de la actividad de elaboración y expendio de productos alimenticios en las inmediaciones de estadios de fútbol (Categoría III). Esto en línea con la implementación de estrategias generales respecto de las condiciones de seguridad (...), con vistas a mejorar la calidad y seguridad de estos entornos" y solicita, además "se tomen todas aquellas acciones que se consideren convenientes a los fines expuestos".
Lo cierto es que más allá de huella cultural de esta parrillas callejeras, la gran mayoría son controladas por las barra bravas de los clubes, y una de sus fuentes de financiamiento. Por lo que la medida también puede interpretarse como un paso más en la lucha que vienen promocionando las autoridades nacionales contra las barras y la violencia en el fútbol.
Ya sea con permisos precarios, o por arreglos peculiares (coimas a los diferentes actores que deberían haber controlado y limitado esa actividad pujante hasta ahora), los puestos de choripanes habían ganado a su modo un lugar propio en el folcklore futbolero. Los hinchas tendrán ahora que buscar otros mecanismos para combatir las lógicas ansiedades de las previas, las pálidas de las derrotas o los festejos "permitidos" de las victorias. Seguramente encuentren reparo en las pizzerías y restaurantes de los barrios en cuestión.
El gasto será seguramente mayor, aunque el Gobierno de la Ciudad podría acaso ayudar también con eso, acaso impidiéndoles desarrollar su negocio a los trapitos que, siempre amablemente pero con velada coerción, obligan al hincha a pagar entre 200 y 300 pesos por estacionar sus autos en las cercanías de los estadios, en radios que pueden incluso superar el kilómetro y tal vez más.