Una imagen. El último hablante de un idioma agoniza, consciente de que está pensando con palabras que morirán también. La soledad de esa persona en esos últimos momentos. Con ella mueren una cultura, una manera de pensar y representar la realidad. No se trata de una situación excepcional. Unas veinticinco lenguas desaparecen cada año. Nada define mejor a una cultura que su lengua. Una lengua no es solo palabras: es un orden. Paul Valéry llegó a decir que la sintaxis es una facultad del alma. Con cada persona que muere desaparece una forma de dar orden al mundo. Con la muerte de la última persona que habla un idioma se extingue por completo un universo.