A Matías López
Los escaladores suelen ser admirados, envidiados, muchas veces incomprendidos, pero rara vez cuestionados. No habría por qué. Estarán locos, se diría, pero no más que eso. El italiano Cesare Maestri es la excepción: es el alpinista más controvertido de la historia. El escenario que lo dejó expuesto a las críticas más feroces fue una montaña argentina, el cerro Torre, en El Chaltén, Santa Cruz, un macizo de una belleza inigualable y considerado por muchos el más difícil de escalar en el mundo. Y el que más discusiones, intrigas y debates generó y sigue generando. Maestri protagonizó una sucesión de hechos, entre nefastos y heroicos, que comenzó exactamente 60 años atrás.
En su adolescencia combatió el nazismo junto a los partisanos y tras la guerra siguió militando en el Partido Comunista Italiano. Pero pronto abandonó la política para dedicarse a su verdadera pasión: la escalada. Recorrió e innovó rutas peligrosas en el cordón montañoso del norte de su país y rápidamente pasó a ser conocido como “la araña de los Dolomitas”, por su destreza técnica en las rocas.
De manera particular impresionó con sus expediciones “en solitario”, en las que lograba cumbres de extrema dificultad.
La coronación de su carrera iba a suceder en la Patagonia argentina. Allí lo subyugó un cerro hasta entonces inexpugnado: el Torre, una endiablada aguja de roca coronada por un hongo de hielo de 50 metros de altura. No sólo sus paredes verticales y lisas exigen una habilidad y un esfuerzo físico extremos, también el clima conspira contra toda ascensión. Vientos, nubosidades, nevadas y tormentas permanentes a su alrededor solo dejan escasos días de buen tiempo durante el año.
Allá fue la araña de los Dolomitas en busca de gloria, junto a Toni Egger, un escalador austriaco con quien compartió la expedición. Después de prepararse en el Chaltén durante todo el mes, una ventana climatológica les permitió llegar a la cumbre el 31 de enero de 1959.
Al menos, así lo contó Maestri cuando regresó. Lo hizo solo: su compañero murió en el descenso, arrastrado por una avalancha de nieve. Con él también sucumbió la cámara fotográfica, único registro que podría probar sus dichos. El italiano regresó a su país con los laureles de haber sido el primero en vencer la montaña más difícil del mundo.
Aunque no le fue fácil sostenerlo. Expedicionarios posteriores empezaron a poner en duda su versión. Algunas cuestiones técnicas y ciertas inconsistencias en su relato fogonearon la incertidumbre.
El hombre se mantuvo en sus trece y de- safió todos los cuestionamientos. Y para demostrar su verdad, anunció que volvería a hacerlo. En 1970 se encaramó de nuevo a la montaña, esta vez acompañado solo por un pesado compresor y algunos litros de combustible. El aparato le servía para accionar un taladro con el que fue perforando la roca. En los agujeros martillaba unos clavos, llamados bolts en la jerga de escalada, de los que se ataba para subir.
Esta vez, como prueba de la veracidad de su hazaña, dejó colgado el compresor en uno de esos clavos, a escasos metros de la cumbre.
Pero esta vez, tampoco le fue bien. Primero le achacaron no haber llegado a la cima verdadera, la del hongo de hielo, porque solo alcanzó la parte rocosa. El segundo cuestionamiento fue lapidario: la utilización del compresor fue considerada antideportiva, una blasfemia a la montaña, un sacrilegio a la ética de la escalada. Maestri cayó en el mayor de los descréditos y su ilusión reivindicatoria quedó desahuciada. Intentó recobrarla escribiendo un libro sobre su historia en el Torre, pero no le funcionó y finalmente se retiró del montañismo.
El cerro siguió, por su parte, generando fascinación. El director de cine alemán Werner Herzog filmó allí Grito de piedra, la película estrenada en 1991 que protagonizó Donald Sutherland y está inspirada en la ascención de Reinhold Messner, aunque también contiene elementos vinculados a la expedición de Maestri y Egger.
Herzog quiso hacer justicia con la montaña y durante el rodaje, que incluyó un helicóptero, quitó el compresor y lo bajó a superficie. El mundo montañés estalló de furia: un cineasta, por más respetado que fuera, no debía inmiscuirse en las cuestiones de montaña. Después de todo, ese aparato, al igual que los bolts, ya era parte de la historia del cerro. De hecho, desde 1970, el camino más concurrido a la cima del Torre fue la “ruta del compresor”, que aprovechaba los clavos dejados por el italiano. Herzog consideró prudente mandar el helicóptero de nuevo y dejar el compresor en su lugar.
El mito del Torre crecía. En 2008, un joven escalador austriaco, David Lama, se propuso llegar a la cima por esa vía, pero sin usar los bolts, solo sus manos. Lo que en la jerga se denomina “escalada libre”. Lo financiaba la empresa Red Bull, que filmaría un documental.
La primera vez que lo intentó, en 2009, el mal tiempo le impidió llegar al objetivo. Pero la controversia explotó de nuevo. Lama efectivamente usó únicamente sus manos, pero la producción, el camarógrafo y sus acompañantes escaladores metieron más bolts en la roca para afirmar sus equipos y a ellos mismos. Las críticas obligaron a Red Bull a retirar aquellos nuevos clavos.
En 2012, Lama fue por la revancha. Pero mientras se preparaba otra sorpresa se iba a interponer en el camino. El estadounidense Hayden Kennedy y el canadiense Jason Kruk habían llegado a la cumbre y al bajar decidieron, como Herzog en su momento, restituir la pureza de la montaña: quitaron los clavos que había dejado Maestri. Al volver a El Chaltén terminaron presos: su delito era haber profanado la profanación. No tenían derecho a sacar algo que, como el compresor, pertenecía ya a la memoria histórica del cerro.
El hecho es que la ruta del compresor había dejado de existir. Ya no estaban los bolts para sujetar al equipo de producción que acompañaría a Lama. El intrépido escalador decidió largarse de todos modos. Un helicóptero lo acompañó y desde allí el camarógrafo pudo hacer la filmación. El austriaco llegó a la cima y venció a la montaña maldita usando solo manos y piernas. Tenía 21 años. El resultado fue el film Cerro Torre, una bola de nieve en el infierno, magnífica pieza de aventuras y fotografías incomparables del macizo.
David Lama se ganó la gloria, Cesare Maestri siguió sumido en el silencio. Aún hoy, a sus 89 años, cuando le preguntan, sostiene que nunca mintió, que en verdad fue el primero en conquistar esa cumbre. Nadie le cree, pero el compresor sigue allá arriba, testigo solitario de los misterios más insondables que puede guardar una montaña.