Sandra Cabrera sonríe desde la pantalla, denuncia, dice nombres, toma mates mientras se ríe con compañeras. Quince años después de su asesinato, el “presente” fue mucho más que un grito, fue una realidad: en la primera fila del salón de La Toma –un espacio de resistencia política y cultural de Rosario– las compañeras que fundaron la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina seccional Rosario cuando empezaba el siglo se emocionaron. Ellas participaron también en el documental Sexo, dignidad y muerte, de Lucrecia Mastrángelo, que se exhibió el lunes pasado. Contaron anécdotas sobre cómo gambeteaban la represión policial y tejían una malla sino para protegerse, al menos para morigerar los golpes. “Cuando yo caía presa, Sandra iba a mi casa, yo tenía las dos nenitas que eran chicas, la más grande tenía 13, y les decía que me había tenido que quedar trabajando, como si hiciera horas extras, les dejaba plata y les decía que no se preocuparan”, recordó después Claudia Lucero, que sucedió a Sandra como secretaria general. Después de un tiempo la organización se desarticuló, el mensaje disciplinador había sido brutal. Cuando la película terminó, Myriam Auyero, Claudia y Haydée se abrazaron llorando. Se prometieron volver al activismo, recuperar aquello que habían construido. La secretaria general de Ammar, Georgina Orellano, reconoció a las “compañeras de la vieja guardia que nos enseñaron un montón y nos allanaron el camino” y lanzó: “Esto que se dice vamos a volver, bueno, acá están, las putas volvieron”.
El salón desbordó pese a la sensación térmica de más de 40 grados. La gente se derretía, pero sobre todo se emocionaba. Había militantes feministas de mucho tiempo y jóvenes que se acercaron a conocer la historia de esta dirigente social asesinada. “Es lo que quiero, volver a la organización, pelear por los derechos de las chicas. Fui al plenario de La Plata y vi muchísimas chicas jóvenes”, dijo Myriam a Las12. Tras el video, hubo un panel en el que se fueron sumando de a poco las compañeras de Sandra. Hubo un diálogo con el público. Bastó que la directora del documental contara su sorpresa por las redes solidarias -”todavía no se le decía sororidad”- para que una de las asistentes asintiera. “Era así. Cuando tenía un problemita, mi compañera iba detenida por mí, porque yo no podía ir, y después me tocaba a mí, para que ella se salvara. Entonces, llévenme a mí”, contó Haydée. También participó Perla, una compañera trans que formó parte de Ammar, pero prefirió no sentarse delante del público. Perla es una de las 30 trans que el año pasado recibieron su reparación histórica de la provincia de Santa Fe por haber sufrido violencia institucional durante la última dictadura. Ahora, el diputado provincial del Frente Social y Popular Carlos del Frade impulsa un proyecto similar para las trabajadoras sexuales que sufrieron detenciones irregulares y violencia de parte de las fuerzas de seguridad, en una iniciativa impulsada por la referente Majo Gerez, de Ni Una Menos Rosario. Esa fue la propuesta con la que volvió a acercarse Myriam, que ahora desea reconstruir la organización colectiva.
Claudia Lucero era la comadre de Sandra. Su reaparición, el lunes, fue una sorpresa. “Sandra nos juntó”, dijo y recordó otra anécdota. “Para Reyes, había una juguetería que estaba abierta toda la noche, entonces trabajábamos todas, y a medida que íbamos trabajando íbamos a la juguetería y volvíamos con paquetitos, los metíamos todos en el hotel, en una pieza, y cuando volvíamos, ya volvíamos con los juguetes”, rememoró una de las instancias compartidas con Sandra. “Pasé una infancia en la que no conocí un juguete, no conocí un cumpleaños, así que a mis hijas no quise que les faltara nada, siempre les festejé los cumpleaños, nunca les faltó un juguete. Por eso elegí trabajar”, remató y levantó aplausos.
El acto tuvo una potencia política que excedió el recuerdo de la militante asesinada, pero se instaló a partir de aquella construcción de las trabajadoras sexuales como sujeto político que Sandra supo prefigurar con su presencia pública insoslayable, su claridad para denunciar los abusos de las fuerzas de seguridad y la contundencia para levantar la palabra de las trabajadoras sexuales. Tuvo que llegar una nueva generación para que se definieran como “putas feministas”. Esa fue la remera que Orellano le regaló a Myriam, y la mujer levantó con orgullo el lunes a la noche.
Haydée fue otra de las compañeras de “la vieja guardia” que se sentó en la tarima. “Conocí a Sandra trabajando, primero era competencia y después me ganó por cansancio, se paraba conmigo y estaba en la lucha. Nos cuidábamos una a la otra con el tema de la policía. Hemos vivido cosas lindas, cosas feas, pero yo me quedo con lo bueno de ella y ahora me quedo con este paso de hormiga, que hay que empezar otra vez. No la vamos a recuperar más a Sandra, simplemente va a quedar en la memoria”, dijo Haydée.
Con su personalidad avasallante, Sandra fundó Ammar durante la crisis de 2001. Su primera aparición pública fue un pedido de bolsones de comida para las trabajadoras sexuales, que también sufrían la crisis. A partir de allí, la organización creció de manera sostenida. Recorrían boliches y paradas de trabajo, llevaban preservativos, tejían lazos con compañeras que luego se acercaban a Ammar a realizar talleres de autocuidado, aunque todavía no se llamaran así.
Sandra denunciaba la violencia institucional. Los jefes de Moralidad Pública, Javier Pinatti y Walter Miranda, fueron dos de los últimos denunciados. En la película, Myriam cuenta que una de las últimas veces que la vio, Sandra le dijo: “Ya denuncié a Moralidad Pública, voy a aparecer en un zanjón”. La prostitución infantil, la trata de niñas y mujeres para explotación sexual eran otros puntos de las denuncias de Sandra. Ella representaba a las que se paraban en la esquina. En 2003, Sandra empezó a reclamar la derogación de los artículos del Código de Faltas provincial que permitía la extorsión policial: les imponían hasta 30 días de arresto por prostitución escandalosa, travestismo y ofensa al pudor. Con esa herramienta, la policía perseguía a las chicas y les exigía dinero para trabajar. Los dueños de los prostíbulos pagaban más, así que a veces la policía las corría para despejar el camino de sus otros aportantes. Tuvieron que pasar seis años más para que en 2010, la Legislatura santafesina derogara esos artículos. La autora de la ley que dejó sin efecto la herramienta extorsiva, la ex diputada Lucrecia Aranda, también estuvo el lunes.
Fue Claudia la que recordó las peripecias para escapar de la policía, sobre todo cuando no tenían dinero para cumplir con todas las coimas exigidas. La Terminal de Ómnibus de Rosario, la zona donde trabajaban, tiene la jurisdicción policial apenas separada por calle Santa Fe. “Nosotros disparábamos del otro lado de Santa Fe, venía la seccional 7ª y nos cruzábamos, pero a veces nos mandaban a la 6°. Algunas veces nos escapábamos al hospital Centenario (que está muy cerca), íbamos en patota, tres cuatro o cinco compañeras; corríamos de la policía, nos metíamos en la guardia y una se hacía la descompuesta. Porque a veces no teníamos de dónde sacar lo que había que pagar”, recordó.
“Fue la policía”, dice el hashtag de la convocatoria, pero también la causa judicial que tuvo un solo procesado: Diego Parvluczyk, quien era subjefe de la policía federal de Rosario y mantenía una relación sentimental con Sandra. “Ella estaba enamorada”, es la certeza que despliegan sus amigas y compañeras de militancia. El primer juez de la causa, Carlos Carbone, tomó 116 testimonios, lo hizo en la calle, a instancias de la entonces abogada de la CTA, María Eugenia Caggiano. Otra parte de la trama era el uso de las trabajadoras sexuales para vender la droga que se secuestraba en los operativos, y el propio agente de la Federal sustraía para comercializar. Las compañeras de Sandra contaron valientemente lo que habían visto. Carbone llegó a procesar a Parvluczyk, y luego fue separado de la investigación por una presentación de la defensa del imputado. La Cámara de Apelaciones en lo Penal, integrada por Ernesto Pangia, Alberto Bernardini y Eduardo Sorrentino desprocesó al policía con un argumento que no pasa ningún téster de sexismo y clasismo. Desestimaron los testimonios porque provenían de “personas con actividades callejeras que transcurren sus madrugadas con un itinerario errante”. La causa pasó a Alfredo Ivaldi Artacho y ya no se movió. Parvluczyk fue sobreseído, de modo que ya no se lo podrá juzgar por este crimen.
Para Myriam, el acto reactualiza también la “injusticia de por qué no hubo justicia con el asesinato de ella”. La amiga de Sandra empezó con los recorridos en busca de compañeras para organizarse el mismo lunes del acto. “Gracias a todos por estar, por acompañarnos. Soy muy llorona y cuando veo a Sandra acá, marchando”, se quebró al decir: “aprendí a marchar con ella”. “Cada vez que la veo, no paro de llorar, y de acordarme de las palabras, cómo nos apuraba para que aprendiéramos, para que saliéramos a recorrer la zona y que ninguna compañera se sintiera sola, para traerlas a los talleres. Cada vez que la veo siento esa injusticia de por qué no hubo justicia con el asesinato de ella”, expresó su bronca y alentó: “Esperamos que las compañeras jovencitas conozcan la historia y empezar a caminar juntas con las chicas jóvenes”.
La perspectiva de volver a organizarse, una posibilidad que Orellano atribuye también al avance del movimiento feminista en Argentina, distinguió a este aniversario de los anteriores. “El trabajo sexual en muy pocas provincias está penalizado pero eso no quiere decir que nos hayamos sacado a la policía o a las fuerzas de seguridad de nuestras vidas. Siempre encuentran algún pretexto, siempre abusan del desconocimiento de nuestras compañeras, sobre todo de las migrantes y quienes sufren más violencia en este contexto neoliberal, son las compañeras del movimiento travesti trans, con discursos transfóbicos, donde no se respeta la ley de identidad de género”, describió la situación que viven día a día. “Creo que responde a la política de estado a nivel nacional, hoy las fuerzas de seguridad cuentan nuevamente con una puerta que se les habilitó para desplegar todo su poder punitivo, arbitrario, de abuso, de violencia, y para nosotras es un fuerte retroceso en materia de derechos humanos, que se sigan vulnerando y que sigan yendo compañeras detenidas en Mendoza, San Juan, en Salta”, arengó la dirigente.
Orellano fue más allá al decir que “hay un montón de Sandras, que por ahí no tienen la visibilidad que tuvo su crimen, pero que sus asesinatos fueron con impunidad y a manos de la policía. El 98 por ciento de los asesinatos de nuestras compañeras quedan impunes”.
Por todo eso, Orellano les agradeció a las compañeras de Sandra. “Muchísimas gracias por poner el cuerpo, bancarse los calabozos, la violencia institucional, el estigma, la discriminación y por estar acá acompañando al sindicato y sumándose a la reapertura de Ammar en Rosario”, planteó la dirigente y volvió al rudeo: “Acá están los ovarios que le faltan a la CGT, estos son los ovarios que necesitamos para transformar la sociedad”.