La discriminación hacia los inmigrantes se da en todo el mundo y la Argentina no es la excepción. Los argentinos perciben que hay 33 inmigrantes cada 100 habitantes, cuando sólo hay 5, según una encuesta de la consultora Ipsos. Hace 100 años, el 30 por ciento de la población era extranjera y hoy ese número no alcanza el 5 por ciento, explica el sociólogo Lelio Mármora, especialista en migraciones. Menos de la mitad de la población considera que los inmigrantes fortalecen al país con su aporte socioeconómico, apunta el informe Inmigración y Minorías realizado por la UADE. Sin embargo, los datos no acompañan esta percepción. Un trabajo publicado el año pasado por la OCDE y la OIT señala que el número y características de los inmigrantes en Argentina sugiere que su impacto económico actual es positivo, “pero no muy grande”. Las estadísticas, además, muestran que la suba o baja de la tasa de desocupación no encuentra relación con la presencia de extranjeros en el país. En 1994 el desempleo llegó al 18,4 por ciento, en 2002 fue del 25 por ciento y en 2015 bajó al 5,9 por ciento, pero la proporción de inmigrantes se mantuvo estable en el período.
Los extranjeros generan un crecimiento económico del 4 por ciento y una contribución fiscal neta de hasta 2 por ciento del PIB, según se desprende de la publicación “Cómo los Inmigrantes contribuyen a la Economía Argentina” de la OIT. Además, realizan un aporte de mil millones de dólares por año a la generación de riqueza del país, cálculo realizado en función del trabajo que hacen por una investigación de Mármora.
Los extranjeros tienen mayores tasas de empleo y menores de desempleo que los argentinos en el mercado de trabajo. Gabriela Liguori, coordinadora general de la Comisión Argentina para Refugiados y Migrantes, explicó el porqué de estas cifras: “Quien migra lo hace para trabajar, es el primer objetivo que tienen al llegar. Aunque existan redes familiares, no se pueden sostener por un período largo, por lo que la inserción laboral es un imperativo y por ello muchas veces se ven obligados a tomar empleos precarios”.
En Argentina hay una mayor proporción de trabajadores migrantes en el sector informal. Trabajan jornadas más largas (6 horas más en promedio por semana) y ganan hasta 15 por ciento menos que un trabajador autóctono. Guillermo Dema, especialista en migraciones de la Organización Internacional del Trabajo, explicó que llevar a cabo políticas por parte del Estado para mejorar esta situación podría aumentar la contribución de los inmigrantes en la economía: “En los países donde las brechas salariales y la informalidad son menores, mayor es el aporte económico. Mejor trabajo implica mejor salario, mayor tributación e integración económica”. Sólo con el pago de IVA en cualquier compra, los inmigrantes aportan entre 1000 y 1500 millones de dólares por año, agregó Mármora, director del Instituto de Políticas de Migraciones de la UNTREF. Además, la proporción de individuos nacidos en el exterior que ejercen el autoempleo es mayor que la de los autóctonos. “Si no consiguen trabajo, lo crean”, añadió Dema.
Según los especialistas, la contribución de los inmigrantes en el mercado laboral no depende tanto de su calificación educativa, sino más bien de cubrir puestos en sectores de escasez. Una de las nuevas tendencias que se observa es la llegada de inmigrantes al sector de la salud. Marcela Cerrutti, investigadora del Centro de Estudios de Población, contó que esta actividad integra un número creciente de inmigrantes en enfermería y medicina. “La población de la Capital es muy envejecida y dentro de los trabajadores de cuidado de los adultos mayores hay una presencia importante de migrantes”, explicó Cerrutti, quien además es doctora en Sociología con especialidad en demografía. Dema apuntó que está ocurriendo un fenómeno nuevo por la creciente inmigración de venezolanos en el último tiempo: “Es una población altamente calificada que suple puestos técnicos que estaban vacantes en el sector de hidrocarburos, donde había muchas dificultades para cubrirlos en el mercado laboral argentino”.
La contribución económica no depende de la calificación. En este sentido, Mármora resaltó la importancia de la inmigración boliviana: “En la mayor parte de las ciudades los cordones agrícolas son de bolivianos que producen las frutas y verduras que se consumen en la ciudad”. El 30 por ciento de lo que se consume en frutas, verduras y hortalizas proviene de los alrededores de la provincia de Buenos Aires, donde el 80 por ciento está en manos de trabajadores bolivianos, informó Gonzalo Lantarón, coordinador del Instituto Abierto para el Desarrollo y Estudio de Políticas Públicas.
Las investigaciones realizadas en el país demuestran que, aunque cada colectivo tenga su nicho, los inmigrantes están más concentrados en los sectores de construcción, manufacturas, comercio, servicios como hoteles o restaurantes y en el servicio doméstico. Y están menos representados que los argentinos en actividades financieras, profesionales, científicas y educativas. Roberto Benencia, investigador principal del Conicet, explicó que los inmigrantes tienen un impacto positivo en la economía en la medida en que llevan a cabo actividades que los nativos no cubren. “Los extranjeros trabajan como ladrilleros, yeseros, peones, bacheros o mozos, que son actividades que demandan mucho esfuerzo, no tienen sábados ni domingos y son consideradas arduas o degradadas por los nativos”, detalla.
Al hacer un análisis con perspectiva de género se observa que las mujeres inmigrantes tienen un impacto positivo en las mujeres argentinas. En este sentido, Gabriela Liguori de Caref explicó: “Si no fuera por las mujeres migrantes que limpian la casa o cuidan a los hijos, mujeres argentinas no podrían desarrollarse laboralmente. El trabajo migrante sostiene el andamiaje que hace viable que mujeres argentinas puedan trabajar, especialmente entre la clase media profesional”. En Argentina, el 54 por ciento de las empleadas que nacieron en Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay se dedican a tareas de limpieza, cuidado de personas o asistencia en el hogar, por lo que la inmigración femenina y la oferta de trabajo femenina autóctona están positivamente correlacionadas. La información publicada por la OIT surge de un informe del American Economic Journal llamado “Inmigración poco calificada y oferta laboral de mujeres altamente calificadas”.
Según los especialistas consultados, no hay estudios académicos que demuestren evidencia sobre una correlación entre la inmigración y la pérdida de empleo de los trabajadores argentinos. Pero el triunfo del prejuicio por sobre las estadísticas no es un fenómeno local. Cerrutti aseguró que “es un clásico en Argentina y en el mundo que en tiempos de crisis los inmigrantes sean el chivo expiatorio más fácil de encontrar”. Gonzalo Lantarón, del Instituto Abierto para el Desarrollo y Estudio de Políticas Públicas, hace referencia a los cuestionamientos hacia la nacionalidad de los inmigrantes: “Antes la gente criticaba que vinieran los españoles y los italianos por sobre los británicos. Ahora critican que los inmigrantes sean latinoamericanos y no europeos. La construcción del prejuicio no tiene juicio”