El macrismo inició el tercer ciclo de megaendeudamiento externo de la historia reciente argentina. Los desastrosos resultados de las experiencias anteriores (dictadura militar, menemismo/delarruismo) son conocidos. Los paralelismos históricos no terminan allí. Por caso, las prácticas revanchistas de la “nueva” derecha tienen numerosos antecedentes.
El 27 de febrero de 2016 se concretó el primer encuentro protocolar entre Mauricio Macri y el Papa Francisco. Los gestos del Pontífice (breve reunión de 20 minutos, fotografía con cara de pocos amigos) amargaron a la comitiva presidencial. El “marcado de cancha” papal fue reforzado, días más tarde, cuando recibió a representantes de movimientos sociales. A la salida, los dirigentes transmitieron la preocupación de Francisco. “Ustedes son muy jóvenes y no lo han vivido, pero esto que está pasando en la Argentina lo veo como una especie de revanchismo hacia los sectores populares y los trabajadores, como fue en 1955”, habría manifestado el Papa. La referencia histórica es muy significativa. La autodenominada “Revolución Libertadora” adoptó un perfil más conciliador en sus primeros dos meses.
En esa línea, el Presidente designado (General Eduardo Lonardi) prometió que “no habría vencedores ni vencidos”. Sin embargo, la fracción militar más “dura” tenía otros planes tal como se lo expuso el contraalmirante Rial a un grupo de trabajadores municipales: “Recuerden que la Revolución Libertadora se hizo para que el hijo del barrendero, muera barrendero”.
El 13 de noviembre de 1955, Lonardi es desplazado por el ala liberal de las Fuerzas Armadas encabezada por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas.
La brevísima etapa conciliadora había terminado. La dupla Aramburu-Rojas intervino la CGT, disolvió el Partido Peronista y la CGE, anuló la Constitución Nacional de 1949, inhabilitó a todos los funcionarios del gobierno anterior para el ejercicio de la gestión pública, encarceló a centenares de militantes peronistas, secuestró los restos embalsamados de Eva Perón, prohibió la utilización de “elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista”, fusiló a militares (el general Juan José Valle, entre otros) y civiles (Lanús, basurales de José León Suárez).
El revanchismo social también estuvo presente en la última dictadura cívico-militar. El economista Eduardo Basualdo enseña que “es indudable que el objetivo estratégico de la dictadura militar consistió en destruir la organización y el poder de los trabajadores en el país... porque era un requisito central para el desarrollo del nuevo patrón de acumulación de capital, que casualmente por eso constituye una revancha clasista de los sectores dominantes que no tiene precedentes desde la creación del Estado moderno en el país”.
El retroceso de la participación asalariada en el ingreso fue catastrófico en 1976. Según datos de FIDE, la porción apropiada por los trabajadores cayó del 48,5 (1974) al 30,4 por ciento (1976).
En el libro La larga marcha de Cambiemos, el sociólogo Gabriel Vommaro transcribe un diálogo mantenido con un funcionario de la alianza gobernante. “En un momento, hicimos un asado con todo el equipo en la casa de uno de los chicos porque había salido el discurso que hizo Yasky en el acto de la CTA que dijo que este gobierno es un revanchismo de clase. Y a mí me generó una reflexión. En algún punto puede ser, pero yo creo que es positivo: creo que el miedo a la venezualización de la Argentina generó una consciencia social o cívica entre mucha gente que no se hubiera metido en política si no fuera por el kirchnerismo”. Revanchismo cheto al palo.
@diegorubinzal