Hay una serie de textos breves que por ahora se titulan El granadero petiso y otros casos perdidos, en los que Arturo El Duro Cazenave, anómalo investigador privado cuarentón con vivienda y oficina en el centro de Buenos Aires, cuenta en primera persona sus módicas experiencias aventureras, a menudo más tragicómicas que dramáticas, con un variado repertorio de clientes con más problemas y dificultades que dinero.
Estos cuentos han tenido, con el tiempo, diferentes versiones hasta adquirir la actual. Incluso la figura del investigador ha cambiado con el tiempo. Vistos en perspectiva, son relatos que incurren alevosamente en (la pretensión de frecuentar) el humor y la paradoja, un tono y una modalidad sin demasiada buena prensa en estos tiempos de ostentación descarnada de crudezas y perversiones. Me gustaría que alguno encontrara en ellos las ganas de volver a leer a Chesterton o a Mark Twain, maestros saludables en todos los sentidos.