En invierno de 2011 me enteré, gracias al periodista Diego Martínez de PáginaI12, que Pedro José Noel, uno de los asesinos de mi padre, se había “reciclado” como empleado de la Biblioteca Popular “José Hernández” de la localidad de General Daniel Cerri.
Mi papá, Daniel Bombara, fue detenido y desaparecido el 29 de diciembre de 1975 en una esquina de Bahía Blanca por repartir volantes políticos. Tenía 24 años y era militante de la Juventud Universitaria Peronista.
Noel en ese momento era jefe del Comando Radioeléctrico policial y del grupo de tareas de la Unidad Regional V. Papá murió a causa de las torturas que él y otros dos sujetos le infligieron. Lo sé por los testimonios y los documentos presentados en el Juicio al V Cuerpo del Ejército, en el cual se juzgó el caso de la desaparición de mi padre.
Al parecer, el asesino fue un bibliotecario muy comprometido. Tal es así que cuando la fuerza policial fue a detenerlo por su participación en crímenes de lesa humanidad, la gente de Cerri desconfió de la acusación. Resultaba difícil de creer que ese hombre tan bien predispuesto, tan “de familia”, fuera capaz de semejante cosa.
Para mí, que recorro bibliotecas, escuelas y colegios de todo el país, que me defino como lectora antes que como escritora y que apoyo el crecimiento de las Bibliotecas Populares, esa noticia fue sumamente perturbadora.
En 2011 no hice ninguna declaración pública porque había un juicio en marcha y Noel aún no había sido juzgado. Tampoco dejé de viajar ni de propiciar encuentros con lectorxs porque, justamente, es necesario construir una sociedad de personas capaces de identificar estos hechos y de asumir una postura crítica frente a ellos. Como ciudadana considero fundamental colaborar para que seamos una sociedad que defienda sus derechos y, como escritora, creo que un modo de lograr ese objetivo es formándonos como lectorxs.
¿Qué leerán en esa biblioteca? ¿Qué actitud tendrán ante alguien que pide libros “subversivos”?
Saber la ocupación de Noel sumó una variable más a la hora de dar una charla ante desconocidxs. Siempre, en algún momento de los encuentros, me pregunto si entre lxs asistentes habrá un torturador, unx cómplice o hijxs, nietxs, familiares de alguien que torturó, mató y desapareció personas. También me pregunto si habrá familiares de desaparecidxs.
Durante la segunda etapa del juicio, que se realizó en 2016 en Bahía Blanca y que un año más tarde dictaminó prisión perpetua para Pedro José Noel, pedí explicaciones a la Conabip sobre la vinculación de este sujeto a la red de bibliotecas. Me dijeron que no sabían nada al respecto y comenzaron a investigar. Poco después me informaron que la institución lo había contratado durante la última dictadura cívico militar y que había seguido al frente de la biblioteca años más tarde. Al momento de su detención ya no era el presidente pero continuaba siendo una persona estrechamente vinculada a la comunidad que concurre a la biblioteca.
¿Habrá personas que dudan de su identidad en Cerri? ¿Habrán ido alguna vez a la biblioteca?
Azorada, el jueves pasado leí un texto publicado en la página de Facebook de la Biblioteca de Cerri que homenajeaba a Noel. Decía:
“Una persona que fue durante varios años, presidente de esta institución. El fue uno de los grandes responsables para que hoy General Daniel Cerri, tenga una hermosa biblioteca.
Cuantas herramientas dentro de estas paredes hoy contamos, porque esta persona, trabajó arduamente y con una energía positiva y de manera voluntaria... de corazón.
Una persona, que cuando asumí como presidente, hace 4 años, me ayudó en todo!!! Charlas, consejos, mates y llamadas. Siempre estaré agradecida por tanta enseñanza para administrar nuestra querida biblioteca!
Increíble el cariño que siempre tuvo con esta institución! Una gestión siempre impecable.
Yo, Valeria Junco, presidente de la Biblioteca Popular ‘José Hernández’ y en nombre de toda la Comisión Directiva, rendimos homenaje a la persona de Pedro Noel, que hoy partió a la casa del Señor.
Nuestras condolencias a su gran compañera Cachi y familia.
QPD Querido Pedro.”
Esta información sobre el cariño que sembró en el pueblo resulta doblemente perturbadora.
Perturba porque conduce a imaginar la entrada de este torturador a su “nueva identidad”. Lo imagino joven, con la vida por delante y un gobierno dictatorial que lo apañará. ¿Quién va a desconfiar de un voluntarioso bibliotecario? Lo imagino frente al espejo, concentrado, acomodándose la ropa y pensando en reconfigurarse día a día como un hombre probo y digno, formador de lectores, amable, generoso. Imagino también su persistente negación del pasado para creerse él también que no hizo lo que hizo, así ningún gesto lo traiciona. Imagino a este asesino empeñado en rehacer su vida y, quizá, asaltado de tanto en tanto por la imagen de su propia mano arrancando uñas, golpeando rostros, activando una picana.
Jamás se arrepintió públicamente de haber torturado y asesinado.
El cariño que sembró perturba también porque las palabras de Junco sobre la ayuda que le brindó Noel en los últimos cuatro años me hace dudar sobre si cumplió o no su condena en prisión domiciliaria. ¿Ese bibliotecario ya retirado seguiría dando charlas?, ¿leyendo cuentos a chicas y chicos? ¿Asesorando a estudiantes? ¿Brindando en las cenas de fin de año organizadas por la comunidad?
¿Será que en Cerri alguien tiene datos sobre hijxs apropiadxs que no se anima a dar por ser testigxs de la impunidad con que vivió Noel?
El texto de quien preside actualmente la biblioteca, Valeria Junco, ya no puede leerse. Ayer lo quitaron de la red social, probablemente por todos los mensajes de repudio que fueron sumándose. Agradezco a quienes manifestaron su estupor y su rechazo, en especial a HIJOS Bahía Blanca, a mis colegas y amigxs, a tantxs lectorxs de tantos lugares.
¿Quienes sacaron el mensaje pretenden esconder la verdad o se dieron cuenta de quién fue Pedro Noel?
En casa reflexionamos en familia que seguramente el cariño que sienten estas personas es sincero pues el asesino devenido bibliotecario hizo todo para ganárselo. Quiero pensar que engañó a la gente de Cerri. Es mejor pensar eso que pensar que la comunidad eligió convivir amorosamente con un asesino. Quienes lo quisieron sin saber quién era tambien son víctimas de esta impunidad perversa.
Desde los organismos de DDHH comunicamos y mostramos los rostros actuales de los culpables de delitos de lesa humanidad y difundimos filmaciones que demuestran la naturalidad con la que salen de sus casas, donde residen en prisión domiciliaria. A pesar de estas acciones, puede que no los conozcamos, que no sepamos donde viven actualmente. Pero al menos seamos conscientes de que convivimos con muchos asesinos “viejitos”, quienes, en otros tiempos, no hace tanto, arrancaron dientes, quemaron músculos, picanearon órganos genitales, robaron identidades, apagaron corazones. Seamos conscientes y rechacemos esta realidad.
El lugar de los genocidas es la cárcel común. Allí también hay bibliotecas.