Desde Caracas
Dos conclusiones emergen del conflicto venezolano después de casi dos semanas del autoproclamamiento de Juan Guaidó. El primero es que la dirección del intento de gobierno paralelo reside en los Estados Unidos, el segundo es que, por el momento, la fuerza principal también. Deberán esperar quienes vinieron al país a buscar las imágenes de un país transformado en un escenario de batallas abiertas. El sábado fue una nueva confirmación de esa conclusión que parece aplicar en este momento del ataque.
La dirección: para entender qué sucede y qué puede pasar en Venezuela es necesario seguir a quiénes toman las decisiones desde EE.UU. John Bolton (foto), asesor de seguridad, Mike Pence, vicepresidente, Mike Pompeo, secretario de Estado, Elliot Abrams, el enviado especial para manejar la cuestión Venezuela, Steven Mnuchin, secretario del tesoro, Marco Rubio, senador republicano, y el mismo Donald Trump. Es una pérdida de tiempo seguir a Juan Guaidó, o cualquier otro dirigente de la derecha, para saber qué puede pasar.
Pence, por ejemplo, ofreció un discurso en una iglesia de Miami el día viernes. Allí afirmó que es necesario “eliminar” a los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, que se trata de un asunto “regional”, y que “el tiempo de la negociación terminó”.
Bolton por su parte se paró desde el lugar de jefe: “Los Estados Unidos instan a todos los militares venezolanos a seguir el liderazgo del general Yánez, y a proteger a los manifestantes pacíficos que apoyan la democracia”. Bolton se refirió a Francisco Yánez, general de aviación de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb), que difundió un video en la mañana del sábado donde anunció su apoyo a Guaidó.
El asesor de seguridad también afirmó que enviarán la denominada ayuda humanitaria: “Siguiendo la petición del presidente interino Juan Guaidó, y en consulta con sus funcionarios, EE.UU. movilizará y transportará medicamentos de ayuda humanitaria, suministros quirúrgicos y suplementos nutricionales para el pueblo de Venezuela. Es hora de que Maduro se quite de en medio”.
Guaidó, en la movilización que realizó la derecha el sábado en Caracas, declaró: “Anunciamos una coalición mundial por la ayuda humanitaria y la libertad en Venezuela. Ya tenemos tres puntos de acopio para la ayuda: Cúcuta es el primero. Otro estará en Brasil y otro en una isla del Caribe”. Su único anuncio fue el que ya había dicho Bolton. La cadena de mandos es de una evidencia que casi no intentan disimular, aunque a veces necesiten aclararlo, como Rubio, quien afirmó que “EE.UU. no organizó este movimiento, sino que es liderado por el pueblo venezolano”.
Guaidó solo especificó un punto concreto para la entrada: Cúcuta, zona fronteriza caracterizada por la alta presencia del paramilitarismo colombiano, mafias de contrabando –ligadas o sinónimos del paramilitarismo– donde fueron entrenados quienes intentaron el asesinato de Nicolás Maduro en agosto del año pasado. Es uno de los principales puntos que podrían ser activados como foco críticos, donde desatar incendios, con la particularidad de la alta exposición mediática. Fue desde allí, por ejemplo, que Luis Almagro, secretario de la Organización de Estados Americanos, afirmó que no se descartaba la opción militar contra el gobierno de Maduro.
Es probable que en este escenario planteado el centro del conflicto alterne entre Caracas y esos puntos críticos. ¿Cómo piensan hacer ingresar la ayuda? ¿Con qué logística, fuerza, permiso, actores? ¿Qué tipo de acción acompaña el ingreso? El “gobierno paralelo” necesita territorio, capacidad de ejercer poder, dos dimensiones que no posee. Lo único que hace “presidente” a Guaidó en lo nacional es que la base social de la derecha lo nombre de esa manera. Es evidente que no tiene, ni él ni toda la derecha reunida, la fuerza para llevar adelante una estrategia de estas características.
El gobierno no dejará que ingresen fuerzas norteamericanas o actores contratados para abrir una grieta en el territorio nacional. Ningún gobierno dejaría que una fuerza extranjera -o sus agentes- ingrese sin su permiso.
El juego está trancado. EE.UU. plantea que no habrá diálogo, descarta intentos como el de los gobiernos de México y Uruguay, o posiciones como la del secretario general de las Naciones Unidas, que afirman la necesidad de un diálogo. Algunos países de la Unión Europea plantearon la creación de un Grupo de contacto internacional con Venezuela -integrado por unos diez o doce miembros, no todos europeos-, para avanzar en la propuesta de volver a convocar elecciones, con un plazo de noventa días para evaluar resultados.
En ese cuadro Maduro anunció en la movilización realizada el mismo sábado, donde el chavismo hizo una nueva demostración de fuerzas, que consultará acerca de la posibilidad de anticipar las elecciones legislativas que deberían hacerse en el 2020. Sería una manera de intentar desactivar a la Asamblea Nacional, con todos los riesgos que conlleva. ¿Es preferible dejarla avanzar en un intento de gobierno paralelo por fuera de toda ley con el objetivo de lograr un golpe de Estado?
Parece claro en este momento que los EE.UU. avanzarán y utilizarán cualquier argumento para redoblar su narrativa de que no habrá negociación. Muchos de sus mensajes tienen por objetivo quebrar la voluntad de lucha del chavismo y en particular de la Fanb, a la que necesitan partir. Para esto último han creado un abanico, desde la promesa de amnistía hasta las amenazas de intervención, pasando por cuentas creadas en redes sociales para que los soldados no obedezcan a los generales.
Termina así otra semana en Venezuela. No habrá descanso. Los discursos de los EE.UU. remiten a una ofensiva final que se han puesto a conducir. El chavismo se mantiene entero, movilizado, con voluntad de diálogo y de pelea.